En las palabras del señor Trump sobre México y los mexicanos, por lo regular ha mostrado un enojo virulento e injustificado sobre su vecino del sur. Este hombre enojado empezó su campaña política en 2015, con las siguientes palabras: “se están burlando de nuestra estupidez y ahora nos están ganando económicamente. No son nuestros amigos, créanme. Pero nos están matando económicamente”. El actual residente de la Casa Blanca, quien vuelvo a enfatizar, no ganó la mayoría de los votos estadounidenses, sigue compartiendo este punto de vista: “no son nuestros amigos, créanme”, antes de compartir despectivos comentarios sobre los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos: “Nos están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores”.
Estos comentarios no deberían de ser olvidados, representan el punto de vista del Presidente de los Estados Unidos respecto a México; un país con el cual hemos tenido una amistosa relación política y económica por varias décadas. No podemos dejar que diplomáticos o apologistas de Trump defiendan estos comentarios. El señor Trump los hizo y él y sus representantes actúan como si realmente lo creyeran. No podemos olvidar eso. Nunca. Mientras que Trump le manda besos a su amigo del KGB, Vladimir Putin, en el Kremlin, sigue actuando de manera agresiva hacia su vecino del sur -y por el momento, socio del TLCAN.
La actual ronda de discusiones del TLCAN ha sido amargada por las ideas erróneas y basadas en el odio del representante de comercio Lighthizer. La semana pasada, al final de la última ronda en Washington, Lighthizer erróneamente declaró que “hasta hoy no hemos visto que Canadá o México estén dispuestos a hablar seriamente en provisiones que resultaran en un acuerdo re balanceado”. Pero ofrecer extremas propuestas como lo hace Lighthizer de manera regular y luego negar la posibilidad de llegar a un compromiso con las pragmáticas negociaciones por parte de México o Canadá, no es negociación. Es la manifestación diplomática de un público enojado anti-mexicano. El odio no es político.
Pero los mexicanos saben que el que se enoja, pierde. Y eso podría ser exactamente lo que ocurre si la administración de Trump no se da cuenta pronto de que los intereses nacionales, fundamentales de América del Norte, están altamente relacionado con el futuro del TLCAN. De hecho, mientras que Robert Lighthizer sigue su guerrilla en contra del acuerdo de un cuarto de siglo, los mexicanos tienen el derecho de preguntarse si vale la pena pelear por el TLCAN. Es claro que Andrés Manual López Obrador será el gran beneficiado si el TLCAN falla. Presumiblemente, el señor Trump y sus aliados de derecha en Washington deberían estar sorprendidos si AMLO gana la presidencia mexicana e inicia un gran cambio en las relaciones México-americanas. ¿Cómo sucederá eso?
¿Y qué tal los partidarios enojados de la clase media que apoyan al señor Trump en el corazón de los Estados Unidos? ¿Cómo se verán beneficiados por el pedido enojado de Trump con respeto a los cambios en los términos del TLCAN? Aunque el diablo esté en los detalles, el fin del TLCAN tocaría muy duro a los partidarios del presidente americano, con pérdidas de alrededor de 187,000 empleos, según un estudio publicado por el Instituto Peterson de Economía Internacional. De acuerdo a la investigación, las áreas más afectadas con el fin del TLCAN resultarían los estados de Arkansas, Kentucky, Mississippi e Indiana -los estados Trump. Las industrias más afectadas serían la automovilística, agricultura y manufactura non-automóvil. De hecho, dado el impacto en la industria del automóvil en los Estados Unidos, no es sorprendente que los grandes manufactureros de autos estadounidenses estén ejecutando presión en contra de la posición sobre el contenido del automóvil en las actuales rondas del TLCAN.
¿Se perderían casi 200,000 empleos en los Estados Unidos si se pone fin al TLCAN? ¿Existe posibilidad de que AMLO gane como presidente mexicano y que lleve al colapso del TLCAN por las políticas anti-mexicanas de Trump? Ten cuidado con lo que desees, señor Trump; quien se enoja, pierde.
Andrew S.E. Erickson es un orgulloso ex residente de Tijuana, ex diplomático de los Estados Unidos, con Maestría del Colegio Nacional de Guerra, y un fuerte creyente de la importancia de las buenas relaciones entre mexicanos y estadounidenses.