No digas “pobrecito” al hombre hambriento,
ni le des nunca pan compadecido;
iníciale a ganar él su sustento
y vivirá feliz y agradecido.
Nunca a quien trae harapos le des ropa,
enséñalo a vestir decentemente,
combinando colores, viento en popa,
haciendo prendas muy humildemente.
Mas compadécete del que deambula
y que camina silenciosamente;
vestir o deglutir para él no es gula,
la sociedad le llama: “el indigente”.
El destino es incierto e irrevocable
y alguno de nosotros podría serlo.
Hacer el bien es lo más razonable
para vivir en paz, sin merecerlo.
Pero no digas nunca ¡pobrecito!,
al que toca tu puerta y pide pan,
¡enseñarle a ganarlo es más bonito!
Jamás él ni su familia sufrirán.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Tijuana, B. C.