En el transcurso de la historia, en nuestro país hubo un tiempo en que se plantaron malas semillas a sabiendas de que una vez crecida la planta, ésta iba a echar profundas raíces y a expandirse a lo largo y ancho de la nación.
Hoy estamos pagando las consecuencias del no haber arrancado de raíz, desde un principio, esa mala yerba, de este gravísimo mal llamado corrupción y del que muchísimos políticos, servidores públicos y no pocos ciudadanos, somos responsables en mayor o menor medida. Las causas sabemos que son diferentes, como la falta o ausencia de valores, malos ejemplos de los padres de familia y sobre todo (si tú eres creyente), el haber echado fuera a Dios de nuestra vida, del hogar, la escuela y centros de trabajo; es decir, no lo tomamos en cuenta para nada en sus mandamientos y su evangelio.
No es mi intención dejarnos vencer por amarguras y lamentaciones, sino más bien en que aportemos ideas o sugerencias para dar soluciones, para que unidos los mexicanos empecemos a erradicar esta corrupción que padecemos. Es cierto que va a ser muy difícil y nos va a tomar muchos años, quizá una o dos generaciones, pero por algo debemos empezar. Por otro lado, creo que independientemente de cualquier partido político, el ser corrupto o el no serlo es cuestión de la persona, de su honestidad y formación de valores éticos y morales.
Esto quiere decir, si todos o la inmensa mayoría de los gobernantes, servidores públicos y ciudadanos, nos comportamos con honestidad, justicia, trabajo entusiasta por el bien común, las cosas empezarán a mejorar. Creo que necesitamos algo así como una “revolución” en nuestra manera de sentir, de pensar y de actuar; “instalar” en nuestro cerebro un chip de entusiasmo, unidad, decisión y muchísimas ganas de hacer bien las cosas, trabajando con tenacidad por el bien común.
Ya es tiempo de romper las cadenas de la corrupción, que desde generaciones atrás venimos arrastrando. Son los niños y jóvenes quienes ocuparán los cargos de gobierno; son los futuros servidores públicos, empresarios, comerciantes, profesionistas y trabajadores, no es sano para ellos quejarse del desastre de país que les hemos heredado, nosotros los adultos. Que ya se rompan las cadenas, es muy urgente hacerlo, es imperante la necesidad de todos en la medida de nuestras posibilidades, trabajar para lograr un México próspero en todos los órdenes que dejaremos a futuras generaciones.
Viendo la realidad en la que estamos viviendo, en nuestro país, ¡claro que va ser muy difícil salir adelante! y que necesitaremos unas buenas pinzas para cortar estas pesadas cadenas. Tenemos el admirable ejemplo de solidaridad y generosidad desinteresada de muchos miles de mexicanos, brindando ayuda a las personas víctimas del terremoto en México, el pasado mes de septiembre. Es todo ello, una muestra de que hay más bondad que maldad en mundo. Entonces, claro que podemos acabar con la corrupción en nuestro país, porque la inmensa mayoría de los mexicanos lo deseamos de corazón, ya solo nos falta ponernos a trabajar, empezando por uno mismo, con un buen ejemplo a la familia, comunidad y en la sociedad.
A pesar de todo, es muy importante que nos sintamos orgullosos de ser mexicanos, valoremos nuestra cultura, tradiciones y costumbres. Nuestro bellísimo folklore, la riquísima gastronomía, hermosos paisajes y riquezas naturales y muchas cualidades personales que poseemos en lo personal.
Querido lector: Quizá el contenido de mi carta te parezca una utopía o un sueño imposible de lograr. ¡Ánimo! Recuerda que muchos sueños que antes eran imposibles, hace cincuenta o cien años, son hoy sueños hechos realidad.
Atentamente,
Eduardo Velarde Vázquez
Tijuana, B.C.
Correo: eduardovpresencia@gmail.com