Cosas de la edad. Por eso no escribí la semana pasada. Gracias a Dios nuevamente tecleo. Entrada por salida debí atenderme en un hospital. Allí quedé sorprendido. Todas las enfermeritas son de Sinaloa. Y eso me recordó cómo les cargamos la mano a quienes de allá conocemos. Sucede siempre en Tijuana: Con eso de que somos más quienes llegamos y menos los nacidos acá, todos al presentarnos o ser presentados preguntamos “¿Y tú de dónde vienes?”. Son tantos que ya no es sorpresa escucharlos: “Soy de Sinaloa”. La clásica repregunta: “¿Qué parte?”. Muchos de Los Mochis. Más de Mazatlán. También de Culiacán. Conozco nacidos en Concordia. De San Ignacio o Cosalá. Elota, Guamúchil o Escuinapa. Bastantes de Choix. Uno que otro de Rosa Morada, Tamazula y Mochicahui. En fin. Desgraciadamente todavía hay malosos por allí cuando escuchan a sinaloenses identificarse. Se llevan mano derecha a la boca. Unen pulgar con índice simulando estar aprisionando bachicha de carrujo. “Paran el pico” cual si fueran a dar tronado beso, cuando realmente imitan la clásica “chupadita”. Hasta simulan enseguida “el golpe”. Como si estuvieran dándose “un toque” de marihuana. Aparte: Ya no tanto como antes pero también sucede cuando alguien dice: “Voy a visitar a mi familia en Culiacán”. Sale alguien por allí con la ocurrencia: “Oye, no te olvides acá de tu cuate…a’i te encargo un kilito”. O si otro comenta: “Me fui el fin de semana a Los Mochis” brota un pazguato “…seguro trajiste de la buena”. En fin. Esa fama de Sinaloa no se termina. Ahora creció con tanto sicario y “buchoncillo”, como les dicen a los plebes que ya les anda por ser como “El Chapo” Guzmán Loera. Desgraciadamente la fama es referencia hasta para exportación. Allí está “La Reina del Sur”. Novela excelente del español Pérez Reverte. Su punto de partida e hilo de conducción es Sinaloa. También están los famosos narco-corridos. Retumban en Madrid, Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Guatemala, Colombia y sígale. Por eso la popularidad marihuanera sinaloense aumenta. Le viene de mucho tiempo.
Tijuana se cuece aparte. Existen muchos libros escritos hace años. Todos refiriéndose a la “Leyenda Negra”. Hay uno de autor norteamericano, traducido al español y titulado “El Pozo del Mundo”. Nos pusieron del asco. Entonces decían: “Échenle un techo a Tijuana y será el burdel más grande del mundo”. La fama creció porque los gobiernos le entraron al dinero de la prostitución. Recuerdo los años sesentas. Era famoso “El Capitán Fantasma”. Le decían así a misterioso personero del gobernador. Venía iniciando semana. Recorría congales de Tijuana. Se iba con una maleta repleta de dólares. Viajaba en auto hasta Tecate. Allí lo esperaba el avión del Estado. Volaba hasta donde vino: El Palacio o la Casa de Gobierno en Mexicali. Por eso los burdeles se desparramaron. Hasta lo increíble. Galerones con miles de mujeres en pleno despoblado. Por tan enormes les llamaron “Los Kilómetros”. A la prostitución se sumó tupida práctica de aborto. Divorcios y matrimonios al vapor. Y cuando empezó a bajar de volumen aparecieron los Arellano Félix. Nos restregaron en la cara tan sucia imagen del narcotráfico. Lavado de dinero. Crimen. Secuestro. Autoridad corrupta. Gobernantes alcahuetes. Impunidad. A la mala fama cooperan “polleros”, muerte premeditada o por descuido de aspirantes a indocumentados. Contrabando. Hasta Mario Aburto y Fujimori y Jorge Hank Rhon.
A los periodistas nos endilgan avivar el desprestigio. Pero es curioso. Protestan adinerados. Conocidos. Favorecidos con mugriento dinero mafioso. Para eso somos escandalosos cuando informamos burlescos sueltan “…ya hasta parecen de Sinaloa”. Y si no destacamos matazones, secuestros o narcotráfico son los primeros en llamar a las redacciones: “¿Dónde está su independencia? ¿Ya se vendieron? ¿Cuánto les pagó el Gobierno o los Arellano?”. Esos reclamos brotan cuando terminan dañados por grupos enemigos. Su resentimiento es el espejo de la competencia que derrapa en rivalidad mortal. Un repaso a la realidad deja ver: Son muchos los mafiosos ejecutados a mitad de céntricas calles. A veces tirados en despoblado. Superan cifras de capturados. Casi igualan la de policías detenidos por servir mafiosos o aprovechar corrupción para navegar como piratas con uniforme. Es increíble que pocos personajes hagan cuanto quieren en México: “El Chapo”, Vicente Carrillo, “El Azul” Esparragoza, los Arellano, “El Mayo” Zambada y segundones. Andan como si nada. Para eso le pagan a gobernícolas. Así son más poderosos que policías. Y las procuradurías le ponen trabas al Ejército para atrapar a “los pesados”. Pero eso sí. Se adornan deteniendo a chiruzas y no capos. Les achacan “esta es una célula de los Arellano”, o “del Cártel de Sinaloa”, cuando ni siquiera existe. Tienen retacadas las cárceles. La gran mayoría sin sentencia. Es que ni siquiera hay capacidad en las fiscalías para denunciarlos formalmente. Sus acusaciones son vagas. Pero no por tarugos sino por listos. Así los jueces no hallan forma de sentenciar malandros. Y los ministerios públicos se llevan su dolariza.
Sinaloa ya no es el asiento exclusivo del narcotráfico. Ni es “la mata” de cultivos y cosecha. Por naturaleza es el Estado más renombrado y afamado. Pero en estos momentos hay mafiosos por todos lados. La marihuana y cocaína se vende en cualquier Estado de la República. En poca, regular o muchas cantidades. Hay cartelitos. Operan con hartos jóvenes. Solapados por policías. A la hora de la hora no se hicieron del rogar y le entraron al soborno. Fueron punta de madeja. Billete del narco llega “hasta arriba”, como dicen los políticos. Nunca pensé que Aguascalientes fuera paso de mafiosos y ahora abundan. Lo mismo San Luis Potosí o Guanajuato. Cruzan fácilmente por Querétaro. Me duele mucho que hayan caído en Coahuila. Circulan libremente en todo Veracruz. No se diga el Distrito Federal. Enviciaron Cancún y Tabasco. Michoacán parece Sinaloa y Tijuana en los años sesentas. Durango ni se diga. Oaxaca, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo son pasos obligados de la mafia. Colima, Sonora y Nayarit están en el mapa de los cochineros. Son nombre de ciudades ya familiares para los perversos negociantes de la droga en Colombia o Perú. En Nueva York o Las Vegas. No hay ciudad mexicana sin narco-menudeo.
Por eso la costumbre se queda. En estos momentos no es broma comentarlo: Si algún conocido viaja a cualquier parte de nuestra República le podemos decir como antes a los sinaloenses: “¿…me traes un kilito?”. Y en el pasado nada más porque eran de Culiacán les veíamos cara de amapola o planta marihuanera. Ahora la tienen fulanos menos pensados de cualquier ciudad.
Escrito tomado de la colección “Dobleplana” y publicado por última vez el 13 de mayo de 2011.