Tras ganar el Premio Nacional de Literatura “José Fuentes Mares” 2015, el autor de origen español nacionalizado mexicano entrega “La fiesta de los niños desnudos” (Tusquets, 2017). “Toda la novela está trabajada por una condición irónica de los personajes y las situaciones que por momentos creo que rozan la farsa”, refiere a ZETA el narrador
De repente un homeless llegó al lobby de un hospital de Hermosillo y empezó a tocar aceptablemente un piano que ahí se encontraba, situación real que para el narrador Imanol Caneyada Pascual, no pasó desapercibida:
“El vagabundo entra al lobby del hospital y obviamente la reacción de la gente que estaba ahí, familiares de los pacientes, de los enfermeros, del personal del hospital, fue de rechazo, de miedo, de recelo, de cierta repugnancia”, recordó la anécdota en entrevista con ZETA.
El acontecimiento verídico, que a veces ha sido presentado como un experimento en algunas urbes, llamó la atención al escritor tanto que pronto empezaron a surgir las preguntas:
“La reacción de la gente fue muy interesante porque este rechazo y esta repulsa pasó al asombro, y del asombro a la aceptación, terminaron aplaudiendo y pidiéndole más canciones a este hombre; esta anécdota se me metió en la cabeza y empezó a rondar y a decirme que había una posible novela, ¿por qué? Porque surgieron un montón de preguntas, desde la reacción de la gente hasta cómo este individuo invisible o visiblemente repugnante se convierte en un individuo visiblemente aceptable.
“Y otro tipo de preguntas: un individuo que tiene una educación musical, ¿cómo y por qué de pronto está sumergido en lo que nosotros consideramos un infierno? Entonces surgieron más preguntas: ¿Realmente esta vida al margen es el infierno? ¿No estaremos nosotros viviendo realmente el infierno? ¿Estos indigentes no están construyendo una sociedad paralela en la que pretenden escaparse de muchas de las cárceles sociales que hemos construido, de los convencionalismos?”, cuestiona el narrador.
En esta imagen contradictoria, Imanol Caneyada encontró la semilla de lo que ahora es su más reciente novela, “La fiesta de los niños desnudos” (Tusquets, 2017), en la que, con personajes grotescos e irónicos, crudos y hasta farsantes, explora a través de la ficción el mundo de la indigencia en el pueblo de San Jacinto Río Muerto.
Entre Nietzsche, Cioran y Leibniz
Cabe recordar que con “Hotel de arraigo” (Suma de Letras, 2015), que le valió el Premio Nacional de Literatura “José Fuentes Mares” 2015, Imanol Caneyada integró la trilogía que complementan “Espectáculo para avestruces” (Punto de Lectura, 2014) y “Las paredes desnudas” (Suma de Letras, 2014), donde el narcotráfico y la corrupción comparten escenarios y personajes del norte de México.
“Cuando terminé ‘Hotel de arraigo’ necesitaba descansar un poco de ese tipo de temas, de este universo y esos personajes; consideré que tenía poco más que decir, y por eso también di un pequeño giro con ‘La fiesta de los niños desnudos’, me parece como una especie de giro respecto de lo que venía escribiendo, que tiene que ver con la trilogía”, refirió el autor a este Semanario.
“A pesar de que hay temas y obsesiones que están presentes en ‘La fiesta de los niños desnudos’ como en las anteriores, creo que sí es una novela más personal, más introspectiva, donde la cuestión política y social no está tan presente, aunque sí hay un trasfondo que tiene que ver un poco con las cuestiones individuales, yo diría que más que sociales, un poco más filosóficas”.
— ¿Podrías hablarnos un poco más de esta exploración filosófica en tu narrativa de ficción, con personajes indigentes que algunos autores como Nietzsche o Cioran han abordado?
“No fue premeditado, más bien la concepción de la novela desde que empiezo a pensar en ella, a desarrollarla y posteriormente a escribirla, creo que por el tipo de personajes, las situaciones y los conflictos que enfrentaban me fue llevando a este diálogo que puede haber en la novela, no solamente con Nietzsche y Cioran, sino con el propio Leibniz, que le da nombre al personaje de Dionisio con la ‘Mónada perfecta’; pero no fue como una especie de intención clara, la novela no está pensada a partir de estos filósofos ni de sus teorías, sino al revés. En la medida en que la novela iba cobrando cuerpo y los personajes iban existiendo en el universo de ficción, empieza el diálogo con esos filósofos y sus corrientes de pensamiento”.
La niñez de la España franquista
La obra de Imanol Caneyada enriquece la narrativa mexicana, considerando que la mayoría de los escritores nacidos en los 50, 60 o 70 que están entregando novela negra en México, nacieron en este país.
Pero Imanol Caneyada nació en San Sebastián, España, en 1968; llegó a Cozumel, México, en 1989; aunque de 1990 a 1997 radicó en la Ciudad de México, fue en ese año cuando estableció su residencia en Sonora.
Nacionalizado mexicano en 2005, Imanol contó a ZETA que uno de los personajes, autoritario y dictatorial, determinante en la novela porque es el padre del protagonista de “La fiesta…”, de nombre Gregorio (quien por cierto desea la muerte de su progenitor), remite precisamente a lo que el autor atestiguó durante su niñez en la España franquista, en la década de los 70:
“Esta novela, que es mucho más personal, introspectiva, me conecta con mi infancia, yo crecí en una familia muy musical, ninguno fue músico profesional pero la música estaba permanente en casa, mis hermanos tocan, una toca el piano, otro toca la guitarra, mi padre tenía muy buena voz y cantaba; la música es algo que está presente, recuerdo que de niño uno de mis pasatiempos era poner uno de los discos de mi padre de música sinfónica y dirigir una orquesta imaginaria; incluso yo desde niño me planteé llegar a ser músico, cosa que se frustró.
“Entonces eso se conectó con la cuestión de las frustraciones, de las vocaciones impuestas, de los caminos trazados por la autoridad. Esta vocación de mi propia niñez me llevó a figuras de autoridad brutales que vivió mi generación en la España franquista, la España del franquismo que fenecía, el inicio de la democracia.
“En los curas estaba la educación, todos los españoles de mi generación fuimos a colegios de curas la mayoría, no había más opciones, y eran figuras de autoridad brutales, violentas, represivas, dictatoriales, tiránicas; entonces surgió esta figura de autoridad, que es el padre de Gregorio, este músico de provincia que a través de su hijo quiere alcanzar esa gloria que él no pudo lograr y que es incapaz de establecer relaciones amorosas con su esposa, con su hijo; y bueno, a partir de ahí empiezo a tramar los caminos que van a seguir cada uno de los personajes”.
“Esta novela yo no la concebí como una novela del norte”
“La fiesta de los niños desnudos” no es abundante en modismos o regionalismos norteños, incluso Imanol Caneyada se desprende de los arquetipos norteños, incluidos los lingüísticos, con una clara intención:
“Son muchos aspectos que me llevan a no guiñar, a no poner estos códigos norteños, porque esta novela yo no la concebí como una novela del norte; ‘Hotel de arraigo’ o ‘Las paredes desnudas’ sí son novelas del norte, desde su concepción, desde el deseo de escribirla o querer hablar del norte, quiero hablar de la frontera, quiero hablar de estos temas que son permanentes en la frontera.
“Pero ‘La fiesta de los niños desnudos’ no surge como una novela norteña, en ningún momento me la planteo como una novela del norte, entonces no necesitaba esos guiños, a ciertos arquetipos que nos dibujan, muy cuestionables; pero además me parece que es una imagen del norte que si bien es real, corresponde con la realidad, no engloba a todo el norte, en el norte hay orquestas sinfónicas, también hay excelentes músicos de jazz, compositores, incluso el mejor compositor mexicano de música sinfónica contemporánea se llama Arturo Márquez y es de Álamos, Sonora”, explica.
Por “La fiesta de los niños desnudos” tampoco desfilan los llamados narcocorridos, al contrario, la formación musical de Imanol Caneyada nutre a su narrativa con obras como ‘Gymnopédie’, del compositor francés Erik Satie, pieza que, por cierto, da título a la novela:
“El título ‘La fiesta de los niños desnudos’ es una traducción libre de ‘Gymnopédie’, es decir, es la danza o la gimnasia de los niños desnudos; el título llega cuando yo me topo con esta pieza de Erik Satie que se convierte en una pieza central de la novela.
“La traducción del título de la canción ‘Gymnopédie’ fue como una especie de revelación porque de pronto descubrí que tenía ahí el título, entre otras cosas, porque hacía referencia a una especie de ritual que existía en la antigua Esparta en la que los niños, en su paso a la pubertad, enfrentaban una serie de retos gimnásticos y artísticos, y porque de alguna manera esta novela habla también de la imposibilidad de eso que entendemos como madurez; por ahí dicen que para madurar el hombre tiene que matar simbólicamente a su padre, pues bueno, la novela tiene mucho de verídico de eliminar al padre, entonces fueron encajando todas las piezas, de ahí el título ‘La fiesta de los niños desnudos’”.
En el norte
Actualmente radicado en Hermosillo, Sonora, Imanol Caneyada ha creado su obra de ficción principalmente desde el norte de México. Es autor de los títulos de cuentos “Historias de la Gaya ciencia ficción” (Instituto Sonorense de Cultura, 2002), ganador del Concurso del Libro Sonorense en categoría de Cuento; “Las voces de la arena” (Premio Nacional de Narrativa “Gerardo Cornejo”, 2008), “La ciudad antes del alba” (Premio Regional de Cuento 2009, Instituto Sudcaliforniano de Cultura) y “La nariz roja de Stalin” (Premio Nacional de Cuento “Efrén Hernández”, 2011).
De su autoría son también las novelas “Los ahogados no saben flotar” (Editora La voz de Sonora, 2000), “Un camello en el ojo de la aguja” (Universidad de Guadalajara, 2003), “Tiempo de conejos” (Instituto Sonorense de Cultura, 2006, obra ganadora del Concurso del Libro Sonorense en la categoría de Novela en 2005), “Tardarás un rato en morir” (Premio Estatal de Novela de Sonora, 2008; reedición, Suma de Letras, 2013), “Espectáculo para avestruces” (Punto de Lectura, 2014) y “Las paredes desnudas” (Suma de Letras, 2014).
En los últimos años, Imanol Caneyada también ha participado en diversos foros sobre literatura del norte, novela negra o policíaca; no obstante, confiesa a ZETA:
“Cada vez me cuesta más hablar de novela negra porque siento que estamos cayendo en el error de etiquetar exageradamente, ya que al etiquetar estamos poniendo un peso al género muy grande; estamos como tratando de defender un tipo de literatura que se enmarca en la novela negra porque la propia etiqueta pesa tanto que la literatura desaparece. Creo que en el norte se están haciendo muchas cosas en literatura y una de ellas puede encuadrarse en esto que conocemos como novela negra o género negro, pero también tiene que ver con la necesidad de hablar de ciertas realidades muy presentes en toda la región, que tienen que ver con cuestiones sociales, políticas, económicas, y que tal vez en el género negro encuentran una expresión o un camino para desarrollarse.
“Creo que hay muchos autores en el norte que están cultivando el género negro, pero tal vez tenemos que dejar pasar algunos años para ver si toda esta literatura que enmarcamos dentro de la literatura negra tiene corrientes que la unan, una vocación hacia el género; no sé qué tanto es circunstancial o qué tanto hay una voluntad de cultivar el género negro; pero la necesidad de hablar de ciertas realidades en el norte del país ha encontrado en el género negro un vehículo para expresar estas realidades”.
— ¿Qué es lo que te interesa explorar en la novela negra?
“Un aspecto que entrelaza mis novelas tiene que ver con la geografía, creo que sí es determinante la atmósfera del desierto, la vinculación que me parece que determina el comportamiento de los seres humanos, la infinita extensión de los paisajes del norte, que hace que la gente que vive en el norte conciba el mundo de una manera determinada, diferente al resto del país. Por otro lado, la cuestión del poder es una de las obsesiones que reinciden en mi trabajo; de una u otra manera, en esta novela y en las anteriores, el ejercicio del poder y sus constantes, la manera como entendemos el poder en relación a un conglomerado de personas creo que está muy presente en mi trabajo”.
Finalmente, al tono trágico, el humor negro y la ironía que habita esencialmente en la obra de Imanol Caneyada, se suma la farsa que pulula en “La fiesta de los niños desnudos”:
“En ‘La fiesta de los niños desnudos’ hay una ironía permanente, toda la novela está trabajada por una condición irónica de los personajes y las situaciones que por momentos creo que rozan la farsa, me parece que muchas de las situaciones y muchos de los comportamientos de los personajes a veces son caricaturescos, por lo grotescos que llegan a ser; entonces, en muchos de los personajes está presente el humor negro que compite con la farsa”.
Por último, como parte de las actividades de la 49 Feria del Libro de Aguascalientes, Imanol Caneyada presentará “La fiesta de los niños desnudos” el martes 3 de octubre a las 18:00 horas en el Aula Amparo Dávila del Macro Espacio para la Cultura y las Artes (MECA), con los comentarios de Dario Zalapa y Joserra Ortiz.