Con el viento aquella tarde
se nos fue su sonrisa,
y una parte de mi alma
se marchó en su corazón.
Hoy no encuentro el rumbo
pues se apagó aquel faro,
que alegraba mi sendero
y con su canto me arrullaba.
La poesía me sabe a llanto
como a brazos vacíos,
a huérfanas caricias
y a besos sin dar.
Su mirada ya no huele
cual aroma de pinos,
ni a húmeda tierra
del sembradío de amor.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California
De su libro “Manantial de Amor”
Abril 20, 2016