Soy nativo y residente de esta hermosa y progresista ciudad de Tijuana, y quiero compartir contigo, algunas de mis experiencias de las que he sido testigo. Platicarte a grandes rasgos algunos de los cambios que han ido transformando nuestra ciudad y cómo forma parte de nuestra historia o de lo que fue nuestra forma cotidiana de vivir.
Tengo 66 años de edad y creo que para muchos es conocido el hecho de que en la década de los 60’s y anteriores, con una población siempre flotante de unos 300 mil habitantes en promedio, podías dejar tu carro abierto, estacionado en la calle, con las llaves en el encendido y nadie te lo robaba. Asimismo, tu casa sin rejas en las ventanas, sin cámaras de video ni alarmas porque casi no había robos y por lo mismo, los seguros contra robo eran más baratos que al día de hoy.
La delincuencia claro que existía, pero menos que en la actualidad. Por ejemplo, cuando ocurría un asesinato, la prensa lo publicaba en primera plana a ocho columnas y letra grande color rojo, por el gran impacto y preocupación que causaba en la sociedad.
Por otro lado, las empresas y el comercio gozaron de grandes beneficios de la Zona Libre. La economía se manejaba en dólares y muchos visitantes, un poco despistados, preguntaban si Tijuana pertenecía a Estados Unidos. Y así se siguió manejando hasta 1976, por la devaluación del peso mexicano y entonces empezó a circular la moneda nacional.
Muchísimos negocios de la Av. Revolución estaban abiertas las 24 horas, como cantinas, licorerías, curiosidades, centros nocturnos y restaurantes, por mencionar algunos. Todos ellos con una gran afluencia turística, en especial los fines de semana y días festivos. Fue bien llamada “La época de oro en Tijuana”. Quién no recuerda la cantina “La Ballena”, la discoteca “Mike’s”, restaurantes “La Especial” y “Chiki jai” y el frontón del Jai Alai, el Toreo de Tijuana, así como el Hipódromo de Agua Caliente.
Entonces, ya de tiempo atrás, muchas personas muy conservadoras y puritanas empezaron a criticar mucho a Tijuana, la consideraron una ciudad de “pecado y perdición”, la Sodoma y Gomorra de los tiempos bíblicos. Y todavía tenemos ese estigma, principalmente de personas del interior de la República, aunque poco a poco se ha ido erradicando.
Los casos de adicción a las drogas y el alcohol no eran alarmantes como lo son hoy. Contábamos con mayor respeto a las personas mayores, éramos más caballerosos con las mujeres, así como también se cedía el paso al peatón y se respetaba el reglamento de tránsito.
Bonitos recuerdos de los bailes, las tardeadas de escuelas secundarias, preparatorias o de clubes sociales en elegantes salones y con música en vivo para después, asistir a comer tacos o tortas en “El Turco”, “El Pulpo” o “El Rey” y llegar tranquilamente de madrugada a nuestros hogares. Por otro lado, ¡qué gran ambiente deportivo! con los equipos de beisbol en sus diferentes ligas, en los campos Benito Juárez, de la Zona Norte; Ángel Camarena y Romero Manzo, en lo que es hoy el canal del Río. Mucha afición también en el basquetbol, con el equipo Dragones de Tijuana y sus emocionantes partidos en el Auditorio de Tijuana. El futbol soccer se empezó a popularizar en esta ciudad más o menos a mediados de los 80’s.
Jamás olvidaré la gran cantidad de juegos en la calle que amigos y vecinos realizábamos, las canicas, el trompo, el yo-yo; volar papalote, andar en bicicleta o a patín del diablo y muchísimas idas a las playas de Tijuana y Rosarito, sin faltar paseos en el campo y los parques.
Nuestros símbolos patrios eran más respetados y se cantaba con mucho entusiasmo el himno nacional. Tanto los negocios, como los hogares, lucían más adornados en los festejos nacionales.
Ahora bien, no todo era vida y dulzura. La enorme falta de servicios, como el hacer llegar el agua a nuestros hogares y negocios, nos obligaba a comprarla a los “piperos” para llenar de agua nuestros tambos o pilas. El rezago urbanístico nos causaba ya muchísimas inundaciones y derrumbes en la ciudad, por las fuertes lluvias con sus graves consecuencias, incluso la pérdida de vidas humanas.
Querido lector: Se dice que mientras haya vida, hay esperanza. Todavía podemos poner nuestro granito de arena para corregir nuestros errores, para mejorar nuestra conducta, nuestra actitud, para beneficio personal y por el bien común. No pretendo tomar estas añoranzas de mi pasado para quedarme ahí, sin ningún beneficio para mí o para las demás personas. Este es el tiempo que Gracias a Dios nos ha tocado vivir, entonces, adelante, que hay muchísimo por hacer.
Eduardo Velarde Vázquez
Tijuana, B.C.
Correo: eduardovpresencia@gmail.com