Las flores asemejaban una tropa retozando
la tregua de una intrépida batalla.
Las aves picoteaban su sustento,
brincaban, y mi alma sollozaba.
Los cuervos en lo alto de la enramada,
los vientos los movían con entereza.
Un pájaro cenzontle musitaba
y mi alma suspiraba con tristeza.
Un águila cruzaba el firmamento,
volando diestramente a gran altura
y en mí revoloteaba el sufrimiento,
con mi alma llena de amargura.
Cuando sentimos que el amor es puro
y lo entregamos con ansiado anhelo,
quisiéramos por él ganar el cielo,
mas nuestro corazón lo hacemos duro.
Ignorantes lo hacemos que convenga,
con nuestras diligencias y maltratos,
le damos lo que sea que lo entretenga,
para pasar nosotros buenos ratos.
Pero el alma que es la que siente todo,
tolera los agravios y desdenes,
cuántas veces la cubrimos de lodo,
creyendo que con ello hacemos bienes.
Por eso, cuando miro aquellas flores
alegres, me recuerdan a tanta gente.
Con mi alma quiero restaurar errores
de ayer, hoy, mañana…eternamente.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Tijuana, B. C.