De tosco a sublime,
mis ojos lloran por tu frío,
mis pensamientos no construyen frases de aliento.
Mi boca se rehúsa a pronunciar infamias,
mi paladar se hiere por el bruto ácido de la oscuridad,
mis labios esperan la encarnación de tu dulzura.
Mi ternura se expande a tu alrededor,
mis ideas se convierten en utopías,
aquí mismo, donde juntos besamos la flor del amor.
Lo duro se convierte en suave,
tu ira la convierto en amor,
tu amargura en felicidad.
La sangre en miel y la leche en vino,
el dolor en felicidad y la tristeza en esperanza.
Besémonos pues –siempre en la colina del encanto-,
pactemos sin delirios, firmemos en las copas y volemos sin agonía
hasta allá, en la luz que emana el crepúsculo;
allí donde amanecer y anochecer se juntan,
donde las trincheras serán la paz
y donde la felicidad será la eternidad.
Jaime Amador Aparicio Ramírez
Tijuana, B. C.