“Vi a los huérfanos y deseé que su vida fuera distinta, que a pesar de nuestra estupidez humana, del deterioro de nuestras instituciones y la indiferencia de nuestros políticos y dirigentes, algo surgiera en nuestra sociedad para acercarse a ellos y aliviar un poco su dolor”. Javier Valdez Cárdenas (1967-2017), Huérfanos del Narco
Ya lo había expresado Viktor E. Frankl, médico sobreviviente del genocidio nazi en Auschwitz, Polonia. La enfermedad del siglo es la falta de sentido de la vida, expresada en las neurosis de nuestro tiempo, “los demonios modernos”: las drogas, la violencia, y el suicidio y falta de sentido de la vida.
Y la indiferencia es, a decir del padre Bernard Hearing, el origen de la Alemania nazi, la causa de millones de crímenes en el holocausto es la falta de conciencia y participación de las personas “normales”, ciudadanos indiferentes a la vida de los demás. Indiferencia que terminó por devorar a los mismos indiferentes, apáticos.
Varios jóvenes ya no quieren pensar ni vivir en México a causa de la impunidad, la corrupción, el cinismo de los adultos, de los políticos, de los jueces, de las autoridades. Están pensando en vivir en países como Estados Unidos, donde sí se pueda vivir un poco, donde hay cierto respeto por las autoridades y la ley. Son jóvenes universitarios, preparados, conscientes de las dificultades que vivirán en México ante tanta competencia injusta, corrupción, impunidad, cinismo.
Javier Valdez, periodista originario de Culiacán, Sinaloa, asesinado recientemente este 2017, nunca fue indiferente ante la situación de su Estado, Sinaloa. Ejemplar, Valdez, corresponsal de La Jornada y fundador de RíoDoce, dirá que nadie quiere comprometerse, porque nadie quiere sufrir. Comprometerse es sufrir. “Los gobernantes y presidentes municipales le dan otro sentido a la queja, a la amargura, y hablar de un dolor lejano, como el paradero de los desaparecidos. El presidente del país dice que le duelen los torturados y los muertos, pero su dolor es inacción para las víctimas, es herida fresca y llaga, es nada para la salvación. Mientras los desaparecidos, que no son 43 ni cien, sino miles, se ahogan en sus fosas de pánico y desmemoria; las organizaciones civiles exigen, y los niños… ¿Y los niños? ¿Dónde están los niños? ¿Qué les duele, qué rabia incuban, qué chingazos saldrán de su resentimiento? ¿Cuánto dolor hace falta para pensar en los niños? En los desamparados que quedaron sin amor ni esperanza, ¿quién arrullará a esos niños? ¿A quién le duelen, de verdad, los huérfanos?”
Javier Valdez, asesinado en Culiacán cuando se dirigía a recoger a su hijo, cerca de la redacción de RíoDoce, su semanario, escribe en el prólogo, “Estar vivos con los muertos”, que le gustaría que las historia de “Huérfanos del Narco” (2015), moviera levemente una conciencia, aunque sea una sola conciencia que dijera ¡Ya basta a la impunidad!, al abuso y a la violencia contra quienes no pueden defenderse, contra inocentes y desamparados. Apuestan por reflexionar sobre el presente de estos niños cuyo pedazo de existencia es una lesión profunda en sus caritas apenas sonrientes, un clavo podrido en su alma que de por sí carga un dolor perdurable.
Aquí llega 2018, viene otro sexenio; casi siete mil millones de pesos para muchos partidos inútiles, innecesarios, fútiles; siete mil millones que costó el avión presidencial del Lic. Enrique Peña Nieto, en un país donde el salario mínimo diario es de 75 pesos moneda mexicana; muchos partidos (voto por dinero, el grito social), pues a votar solo por dos, máximo tres de todos.
Muertos en cuerpo y alma, sería abstenerse, no participar, dejar que ganen los tramposos, los gandallas, los zopilotes y hienas que están esperando la muerte ciudadana, de los indiferentes, de los que no quieren participar. No vivimos en un país perfecto; pero la indiferencia, la tibieza, la vomita Dios.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali. Correo: saeta87@gmail.com