Hoy recordé el aforismo aristotélico, “uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”, mientras escuchaba una entrevista de hace unos meses que Monreal le hacía a Ricardo Raphael de la Madrid, donde, el delegado en la Cuauhtémoc y hoy emberrinchado aspirante a jefe de gobierno de la Capital, aseguraba reiteradamente y con todas sus letras, que si Andrés Manuel decidía que la candidata de Morena a la jefatura de gobierno fuese Claudia Sheinbaum, él se disciplinaría, pues él no era un ambicioso vulgar y que no se prestaría a reventar el proyecto de Nación que encabeza AMLO.
En todos los partidos políticos del mundo y de cualquier sistema político, las candidaturas se obtienen por una diversidad de factores, no solo por el favor de una persona más poderosa del mismo, ya que afirmar lo contrario es malicia o desconocimiento del funcionamiento del poder.
Monreal perdió la postulación cuando contrarió al mandato de su partido. Utilizó a cinco diputados morenistas, afines a su proyecto personal, para negociar la aprobación del presupuesto de la CDMX, aumentando los recursos de su delegación y de las delegaciones amarillas, al tiempo que disminuía el del resto de las delegaciones Morenas, ¿que creía? ¿Qué lo iban a premiar?
AMLO, en 1998, desde la presidencia nacional del PRD, cuando el PRI lo desechó como candidato a gobernador y apenas, para el 2004, el zacatecano, ya como gobernador perredista, intentaba tontamente disputar al tabasqueño la candidatura presidencial del 2006. Para ello intrigaba, filtraba y hacia todo lo posible para descalificar, lo cual me consta, pues me tocó recibirlo, venía a hacer grilla en avión del gobierno del Estado, como le gusta a él, aquí pasamos un largo día.
Hablaba compulsivamente. Perdí mi domingo escuchando su perorata anti AMLO, que si era un ignorante, que si corrupto, etc., etc. Al tiempo se dio cuenta que no tenía oportunidad y se le cuadró a cambio de que lo hicieran presidente nacional del PRD. Andrés Manuel lo bateó e impulsó a Leonel Cota, su otra hechura. Después se le pegó como lapa para sobrevivir, pues al PRI no podía regresar y en el PRD, Amalia lo tenía proscrito.
Fue senador y después diputado gracias a la influencia de AMLO en el PT y MC, donde lo puso a salvo y lo hizo coordinador parlamentario. Es un hombre culto, inteligente, pero también un oportunista con un liderazgo muy inferior a sus ambiciones políticas y sentido de grandeza, lo suyo es la operación, la ambición pura, el egoísmo absoluto. Ha acompañado al “Peje”, más por conveniencia que por convicción; más por oportunidad que por compartir proyecto. Ha sido un colaborador muy bien pagado, eficiente sí, pero solo eso.
Hoy quieren endiosarlo quienes apenas ayer lo acusaban de ser un personaje siniestro y corrupto al servicio de López Obrador, lo hacen porque después de no haber sido seleccionado, se ofrece como bomba de implosión que destruya el tercer intento presidencial obradorista. Él es un político con intereses particulares muy claros que no se subordinan, está bien, se vale, pero luego es normal que si depende de otro proyecto para crecer, quien encabeza ese proyecto, no lo tengan como prioridad. ¿Bajo qué lógica de poder sucede eso?
Nadie le dio una patada en ningún lado, no le concedieron su ambición, le han concedido otras muy importantes, pero esa no y quien lo venció fue alguien con más compromiso con el proyecto que encabeza AMLO. Ahora resulta que nadie como él merecía el respaldo. Pero no es un ambicioso vulgar ni un traidor, él dice que es una víctima de la nomenclatura, ¿será la misma que en 1988 lo impuso como diputado federal priista y miembro muy activo del colegio electoral que perpetró el fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas? Que con su PAN se lo coma.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe es Doctor en Derecho Constitucional, ex diputado local, rector del Centro Universitario de Tijuana en el estado de Sonora y coordinador estatal de Ciudadanos Construyendo el Cambio, A.C. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com