Hoy recuerdo aquellas tardes
en el pueblo de mi abuela,
empedradas callejuelas
y portadas de cantera.
En la plaza las muchachas
y muchachos en pareja,
del brazo juntos caminan
y muy felices se besan.
En el quiosco una rondalla
brinda serenata bella,
que alegran los corazones
sumidos en la tristeza.
El naranjo tiene flores
con aroma que embelesa,
a nada se le compara
y en el recuerdo se queda.
Las hermosas golondrinas
al pueblo siempre regresan,
en parvadas por el cielo
cual collar de perlas negras.
Ya han pasado muchos años
de yo no estar en mi tierra,
le han quitado el empedrado
poco después que me fuera.
El naranjo sigue vivo
y su aroma no se aleja,
pues se ha quedado impregnado
del recuerdo de mi abuela.
De su libro “Confesiones de Amor en Secreto”.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California