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lunes, septiembre 30, 2024
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1985, 2017 ¿Y las consecuencias?

Política Breve y de Emergencia

 

 

 

Nuestro país está a prueba; parafraseando las primeras declaraciones del presidente Peña Nieto al conocer el estatus del territorio nacional, debido a los daños ocasionados por el terremoto del 19 de septiembre, ahora de 2017. Después de 32 años, en la misma fecha fatal, de nuevo se evalúa nuestra capacidad.

No cabe la menor duda de que los años de formación en la cultura de la prevención surtieron efectos. Los miles de simulacros de evacuación y la concientización del papel que cada quien debe jugar en un siniestro, dieron buenos frutos. Las modificaciones legales e institucionales, la aparición de la Protección Civil, coordinadora de esfuerzos y atención, gobiernos con protocolos específicos de acción, todo suma para bien. El saldo fatal desafortunadamente cobra muchas vidas humanas, por centenares y aún contando, pero en nada se parece a las cifras de miles y miles fallecidos en 1985.

En esta ocasión, la intensidad y duración del sismo fue menor (7.1 grados en la escala de Richter y un minuto de duración, en 2017. A diferencia de los 8.1 grados Richter y los dos minutos que duró en 1985), pero el epicentro del movimiento fue demasiado cerca de las zonas densamente pobladas del centro del país. “No sonaron las alarmas. Acabábamos de terminar el simulacro”, explicaban profesoras de la escuela Enrique Rébsamen, convertidas en brigadistas, según las disposiciones de su Plan Escolar de Protección Civil, frustradas por no haber puesto a salvo a 30 de sus alumnos, hasta ese momento “desaparecidos”. Pero la cultura de la prevención no falló, falló una estructura de concreto de cuatro pisos que colapsó hasta el mismo cimiento, sepultando a unas personas y evidenciando a otras.

La información preliminar de daños materiales en las entidades de Morelos, Puebla, Estado de México, Oaxaca, Guerrero y la Ciudad de México es cuantiosa y alarmante. Muy contrastante con las cifras de fallecimientos y heridos que, aunque grave por tratarse de seres humanos, por la magnitud de los daños es evidente que pudo haber sido muchas veces mayor si la población no hubiera actuado adecuadamente.

Lo que ha venido después de la emergencia y aún en ella, es la demostración tangible de la gran capacidad que tenemos los mexicanos para unirnos, cuidarnos y hacer cosas por y para los demás, a pesar de que en ello se arriesgue la propia vida. La solidaridad nuevamente se hace evidente al acudir al auxilio físico directo y al apoyo material indirecto de los compatriotas en desgracia. Ésta es la muestra de la mayor riqueza que esta nación sigue teniendo, a pesar de todo, su gente.

Sin embargo y sin importar el esfuerzo desplegado posterior al terremoto, poniendo a un lado los muchos y extraordinarios actos de heroísmo de autoridades y de ciudadanos comunes, a pesar de la urgente necesidad de consuelo para los que sufren la pena de perder a un ser querido, de lo acontecido se debe investigar la causa de cada una de las muertes y se debe investigar también, la razón material del daño físico de los inmuebles.

Porque si la sociedad volcada a las calles en abierta voluntad de auxilio, encontró un cause con la mínima conducción, lo que definitivamente no puede hacer es organizarse masivamente y con anticipación para prevenir derrumbes y colapsos de edificaciones y estructuras, ya que sencillamente no corresponde a actos de espontaneidad y el sentido común para prevenir eso son necesarios conocimientos, códigos y conductas profesionalmente éticas, mezcla reservada tan solo para una parte de la sociedad, las instituciones y las autoridades.

Después de tres décadas de preparación, concientización y experiencias, hoy que nuestro país está sometido a prueba, lo que es un hecho es que la sociedad civil de nuevo aprueba destacadamente y que nadie se tiente el corazón, porque lo que ahora hace falta es saber si las instituciones y las autoridades han cumplido su papel y responsabilidad. Y quien repruebe, que pague las consecuencias.

Que la historia lo registre.- Las catástrofes son las mayores oportunidades de hacer bien las cosas. La sensibilidad abona voluntades y orienta el deber ser; pero solo en los prudentes. Para los mal intencionados también es una oportunidad.

Botón rojo.- Donald Trump ante Naciones Unidas amenazó con destruir totalmente a Corea del Norte. ¿Será el discurso real de Norte América o el discurso brabucón del empresario y su manual de negociador? Digo, para hacer planes a mediano plazo.

 

Salvador Morales Riubí, político tijuanense, ha sido funcionario municipal y estatal. Actualmente es empresario y consultor en temas de salud y relaciones públicas. Correo: smriubi@yahoo.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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