Un sonido arrebató mi psiquis;
mucha tristeza siento en mis ojos.
Mis pestañas son frágiles;
mi mejilla está débil.
Mi corazón llora;
mis labios no pueden besar.
Mis pies pierden fuerza;
mis pensamientos han dormido
y mis piernas tienen mal de ojo ajeno.
El agudo sonido desordenó mis oídos,
no escucho esos ruegos;
las campanas de las iglesias no han sonado.
El grillo ya no canta;
los amigos perros no aúllan.
Los niños ya no gritan;
las flores ya no ríen;
las ranas han dejado de croar.
Ese sonido extraño
que de tu voz se ha alterado.
El funcionario se ha devaluado;
el noviazgo se ha mercantilizado;
el padre se ha falseado
y el religioso se ha desvanecido.
Qué irritante resulta enfrentarte.
Mínimo decibel para el niño, por favor.
No querrás amigo del sonido
que muestre mis músculos ocultos,
porque seré el Krakatoa del mundo.
No afectes mi psicología,
tú, sonido irritante.
Jaime Aparicio R.
Tijuana, B. C.