Para tocarte fui como perfume
que disipó sutil en tu conciencia.
Para encenderte, luz de incandescencia
que percibida apenas, se consume.
En declararme, humo que se esfume
con elocuencia muda en tu presencia,
y al evocarte abro la vivencia
de lo que nunca fue, pero presume.
Que para amarte basta con lo poco
que se coló a tus rasgos y evidencio
que se ha quedado ahí, donde lo toco,
donde lo huelo en mí y lo presencio,
en el espacio inmenso que convoco
para que quepa todo tu silencio.
(a MALC, mayo 2000)
Rosa Campay