El autor entregó “El monarca de las sombras” (Literatura Random House, 2017), novela que recrea la vida y muerte de Manuel Mena, adolescente que dio la vida por el franquismo. “Uno de los protagonistas de este libro es el silencio; y la gente que ha vivido la violencia, el horror, tiene derecho a callarse, porque son experiencias atroces, espantosas, de las que la gente no quiere hablar y hay que respetar ese silencio”, dice el narrador a ZETA
Cuando Manuel Mena se enlistó en las filas del General Francisco Franco en la Guerra Civil española, en octubre de 1936, apenas tenía 17 años. Dos años después, el 21 de septiembre de 1938, murió en combate en Bot, tras ser malherido durante la célebre batalla del Río Ebro, cerca de Zaragoza, a poco más de 300 kilómetros de Barcelona.
Casi 80 años después, Javier Cercas recrea en “El monarca de las sombras” (Literatura Random House, 2017) la vida y muerte del joven alférez, Manuel Mena, su tío abuelo que peleó hasta dar la vida por lo que, al terminar la Guerra Civil, después sería el franquismo, la dictadura que mantuvo Francisco Franco en España hasta su muerte en 1975.
Javier Cercas, como tantos españoles con familiares que pelearon del “lado equivocado”, reconoce que se trata de “la peor herencia de mi familia” que tarde o temprano tenía que narrar desde la novela histórica:
“Esta historia siempre la había tenido en la cabeza. Yo creí que no iba a ser capaz de escribirla, pero finalmente fui capaz de hacerlo; siempre quise escribir esta historia, siempre quise resolver o formular el enigma que Manuel Mena representaba para mí, Manuel Mena, que es un símbolo de acción de mi familia al franquismo, que es el símbolo de la peor herencia de mi familia, que es la herencia de violencia”, refirió a ZETA Javier Cercas, también autor de “Soldados de Salamina” (2001).
En “El monarca de las sombras”, Cercas narra en tercera y primera persona la búsqueda del alférez Manuel Mena, por qué el joven decidió enlistarse al lado del General Francisco Franco, cuáles fueron sus motivaciones ideológicas y quiénes lo conocieron, hasta descubrir con detalle dónde y cómo murió.
Para encontrar al joven Manuel Mena, Javier Cercas rastrea fotografías y partes médicos de la Guerra Civil, viaja a Ibahernando, donde nació tanto el narrador como el alférez y a otros lugares como Bot, donde fue la batalla decisiva entre franquistas y republicanos, además de entrevistar a los últimos sobrevivientes o testigos mayores de 80 años que por aquellos años de hostilidades vivieron el horror, aunque a veces algunos prefieren no confesar sobre la violencia.
La guerra o las muertes inútiles
Apoyado por Hitler y Mussolini, Franco ganaría la Guerra Civil española para instalar la dictadura fascista hasta 1975, aunque los jóvenes franquistas como Manuel Mena creyeron que dieron su vida “por Dios y por la Patria”.
“No hubo, desde el principio hasta el final de la batalla, menos de ciento diez mil bajas: sesenta mil republicanas y cincuenta mil franquistas; no hubo menos de veinticinco mil muertos: quince mil republicanos y diez mil franquistas. Entre esas veinticinco mil víctimas -una gota minúscula en un mar inmenso de muertos, muchos de ellos anónimos- figura Manuel Mena”, se lee en alguna parte de la novela.
— Queda la sensación de que se trata de una muerte inútil de un adolescente ingenuo, suerte universal aplicable a muchos soldados de diversas guerras de la historia que son usados como carne de cañón, pero que ni siquiera defienden sus propias causas sino las de otros…
“Claro, ésa es la sensación de Manuel Mena, primero la ingenuidad de un chaval, los niños hacen las guerras y somos los adultos los que los mandamos a ellas, ésa es la clave de todo; Manuel era un niño, tenía 17 años cuando fue a la guerra, y como todos los niños, creyó que iba a salvar a su familia, iba a salvar a los grandes valores y que iba a defender sus intereses reales; Manuel Mena fue un chico engañado como tantos otros, engañado por los adultos, que somos los que mandamos a los chavales a las guerras. Los chicos van a la guerra como se las hemos pintado, como la pinta Velázquez, algo ideal, algo noble.
“‘Dulce et decorum est pro patria mori’, dice Horacio (Es dulce y honorable morir por la patria), ésa es la idea por la que los niños han ido a la guerra durante toda la historia y por la que siguen yendo a la guerra, y van a la guerra porque los intoxicamos con ideologías redentoristas como el fascismo, que prometen el paraíso y que acaban quedando en el infierno, como el fascismo u otras ideologías de ese tipo; por eso fue Manuel Mena a la guerra, engañado como tantos, y cuando fue a la guerra descubrió que todo eso era mentira, descubrió la verdad de la guerra, o sea, descubrió la guerra de Goya, el horror de la guerra, la violencia sin sentido, la intimidad completa.
“Manuel Mena es un soldado perdido en una guerra ajena; la tragedia de Manuel Mena como la de tantos y tantos Manuel Mena, es que son perdedores disfrazados de vencedores; Manuel Mena es un perdedor disfrazado de vencedor, luchó en el bando de los vencedores pero es un perdedor; primero, porque luchó por unos intereses que no eran los suyos, quien defendía sus intereses no era el franquismo, el franquismo defendía los intereses de la oligarquía, sus intereses los defendía la República, los de una familia humilde, pequeños propietarios rurales; y fue un perdedor sobre todo porque lo perdió todo en la guerra, incluida la vida, como tantos y tantos chamaquitos que van a la guerra engañados.
“Manuel Mena es símbolo de millones de Manuel Mena, millones de chamaquitos que han ido a la guerra creyendo que la guerra era verdad, algo que no era, creyendo que era un instrumento para solucionar problemas, creyendo que iban a salvar el mundo y a sus familias, y a sus patrias y a sus cosas, y que se encontraron con el horror de la guerra total”.
Literatura y memoria
“El monarca de las sombras” es una obra abundante en referencias literarias, sobre todo hace alusión a personajes como “Aquiles” de “La Ilíada” y “La Odisea”, de Homero, o el teniente “Drogo” de “El desierto de los tártaros”, de Dino Buzzati.
— ¿Qué papel juegan las referencias literarias al momento de la creación presentes en tu obra?
“Esto es muy habitual en mis libros, porque yo no hago una diferencia esencial entre la literatura y la vida, es decir, la literatura es un instrumento para entender la vida; si no es eso, es nada; la literatura no es solo un entretenimiento, no es solo un ornamento; la literatura sirve para entender la vida.
“`La Odisea’ y `La Ilíada’ nos importan porque sirven para entender la vida; ‘El desierto de los tártaros’ nos importa porque sirve para entender a Manuel Mena, sirve para entenderme a mí mismo; entonces, mis novelas están empedradas de alusiones literarias no porque sean un adorno, sino porque nos sirven para entender; en este caso, sirve para entender el destino de Manuel Mena y todo lo que lo rodea; la literatura no es un ornamento, no es solo un juego, o es un juego en el que uno se lo juega todo, el autor y el lector también”.
— ¿Qué relación encuentras entre la creación literaria y la memoria?, considerando a las personas de avanzada edad que entrevistaste pare recrear esta historia.
“Claro, sin memoria no hay literatura, ni hay identidad, estamos fabricados de memoria, esto es un hecho; y claro, la memoria de mi madre es fundamental, ése es quizá otro motivo secreto por el que he escrito este libro; la memoria de mi madre está desapareciendo, una persona muy mayor pierde sus recuerdos o se acuerda mejor de lo que ocurrió hace 70 años, que lo que ocurrió anteayer o esta mañana. La memoria de mi madre es fundamental porque sin ella Manuel Mena no existiría, sin ella Manuel Mena estaría definitivamente muerto.
“La memoria es el cielo de los que no creemos en el cielo. Manuel Mena, hasta este libro, vivía en la memoria de mi madre y la veía casi nadie más, quizá por eso he escrito este libro, para que de algún modo siga viviendo en la memoria de más gente”.
Una muerte prematura pero gloriosa, o larga vida sin heroicidad
Evidentemente, “El monarca de las sombras” hace alusión al pasaje aquel en el que “Aquiles”, el héroe que muere joven en “La Ilíada”, pero con gloria, aparece en “La Odisea” y le revela a “Ulises” desde las penumbras: “qué más querría yo ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa que reinar sobre todos los muertos que allá fenecieron”.
— ¿Podrías abundar un poco más sobre cómo descubriste y te convenciste de que el título de tu novela debía ser “El monarca de las sombras”, a propósito de “Aquiles” en “La Odisea”?
“Yo siempre había creído que mi mamá me proponía a Manuel Mena como ejemplo que para ella era una especie de ‘Aquiles’, el hombre joven y valiente que lucha en primera línea, que combate por valores que lo superan o que cree que lo superan, que muere en combate y que sobrevive a la memoria de los hombres; ése era el ideal ético de los griegos, yo creía que era el ideal ético de mi madre, y que mi madre me hablaba de él porque para ella era el modelo.
“Y he tenido que escribir este libro para darme cuenta de que era falso, de que en realidad mi madre me proponía a Manuel Mena como contraejemplo, no era el ejemplo que debía seguir, sino el ejemplo que no debía seguir; y el ejemplo que debía seguir era no ‘Aquiles’, el protagonista de ‘La Ilíada’, sino ‘Ulises’, el protagonista de ‘La Odisea’, o sea, el hombre astuto que gracias a su astucia regresa a casa y recupera a su mujer y vive muchos años; eso es lo que me decía mi madre: no seas como ‘Aquiles’, o sea, como Manuel Mena, sino como ‘Ulises’; eso es lo que quieren las madres, que vivamos muchos años.
“Entonces, cuando leí ese pasaje, que he leído mil veces, de ‘La Odisea’, el único pasaje en el que vemos que ‘Aquiles’ se arrepiente de lo que ha hecho de jugarse la vida y de perderla por esos valores y que dice ‘yo preferiría ser un siervo del último siervo y estar vivo antes que estar muerto y ser el monarca de las sombras, el hombre admirado, querido y estar muerto’; en ese momento decidí que el título era ése porque a Manuel Mena en la muerte me lo imaginé como un ‘Aquiles’ arrepentido, un ‘Aquiles’ que lamenta su destino y su muerte prematura y que hubiera preferido, como el ‘Aquiles’ de ‘La Odisea’, vivir muchos años”.
La disyuntiva es también para el Lector: “Pero para la pregunta esencial del libro no hay respuesta, cada uno tiene que dar respuesta a su pregunta: si merece la pena jugarse la vida por esos valores, en los que cree o es mejor no hacerlo, no hay una sola respuesta”.
“Quien ha vivido la violencia de verdad, no lo cuenta”
Los testimonios juegan un papel fundamental en “El monarca de las sombras”, mismos que Javier Cercas, el historiador, busca en las personas de avanzada edad, de más de 80 años, que vivieron el horror de la Guerra Civil española cuando eran niños o adolescentes; algunos cuentan lo que quieren o apenas recuerdan; otros, contrario a lo que pudiera esperarse, prefieren misteriosamente el silencio:
“Uno de los protagonistas de este libro es el silencio; y la gente que ha vivido la violencia, el horror, tiene derecho a callarse, porque son experiencias atroces, espantosas, de las que la gente no quiere hablar y hay que respetar ese silencio; ellos tienen el derecho de callarse pero nosotros tenemos la obligación de saber porque nosotros cargamos con esa herencia; y si sabes en qué consiste esa herencia y si la entiendes puedes manejarla, si no sabes en qué consiste ni la entiendes, ella te maneja a ti, ella te gobierna a ti, porque no podemos prescindir de esa herencia, porque nosotros somos nuestros antepasados.
“Yo soy mis antepasados, yo soy mi padre y mi abuelo, y seré mis descendientes, mi hijo será lo que yo soy, yo le daré esta herencia; tenemos que saber en qué consiste esa herencia para poder manejarla, tenemos que saber de dónde venimos para saber a dónde vamos; entonces, si no sabes de dónde vienes, no sabes a dónde vas.
“Es imprescindible saber esa herencia, sobre todo la peor herencia y entenderla, porque lo que pretende la literatura es entender, no justificar; por eso yo soy un poco ingenuo y creo en la utilidad de la literatura, siempre y cuando no pretenda ser útil. En cuanto la literatura pretende ser útil deja de ser útil, ésta es la paradoja fundacional de la literatura: cuando la literatura pretende ser útil se convierte en propaganda, o en pedagogía, y entonces deja de ser útil; Shakespeare, Dostoievski, Cervantes, no pretenden ser útiles pero lo son, porque nos permiten entender la infinita complejidad de la que estamos hechos”.
Concluyó el multi-premiado narrador español: “Este libro habla de la herencia de violencia con la cual todos cargamos y ¿sabes lo que nos ocurre?, que esa herencia nosotros no sabemos cuál es, tú no sabes cuál es la herencia con la que cargas; yo no lo sabía, hay que saberlo, y no lo sabemos porque nuestras familias no hablan de eso, porque quien ha vivido la guerra, quien ha vivido la violencia de verdad, no lo cuenta; y menos lo cuenta a sus hijos, a sus nietos, se callan. Quien ha vivido el horror, no lo cuenta”.