Política Breve y de Emergencia
El lunes pasado concluyó el plazo (ampliado) para la reafiliación de los militantes del Partido Acción Nacional en Baja California, proceso coordinado por el propio Comité Ejecutivo Nacional. Los miembros del partido debieron haber acudido personalmente para ratificar nuevamente su voluntad de seguir perteneciendo. Sin cifras oficiales al cierre, la expectativa era superar el 70% de ratificados, nunca un momento tan riesgoso para conocer fidelidad al partido. Gobiernos cuestionados, decisiones impopulares, las más bajas calificaciones de la era PAN, pertenecer a lo que hoy se practica. Nuevamente es una seria decisión.
Como diría alguno de los coordinadores operativos de la reafiliación, “este es un proceso que se hace cada cinco años aproximadamente” y es correcto, porque casi ha sido ese el periodo en el que, desde 1989 en B. C., el PAN ha depurado su padrón de militantes, siempre como respuesta a una fuerte demanda de la militancia que denuncia padrón inflado y que demanda depuración. Ésta de 2017 no fue la excepción.
Antes de 1989, el padrón estatal del PAN bajacaliforniano no llegaba a los mil integrantes, eran muy pocos los ciudadanos decididos a reconocer públicamente su militancia, pero con la llegada del poder público, las actitudes cambiaron y los militantes se multiplicaron tanto como para llegar a cifras superiores a 30 mil, en alguna época. El partido siempre fue de ciudadanos formando ciudadanos; adoctrinamiento y convicción del trabajo por el bien común; militancia testimonial activa, orgullosa de caminar por el lado recto de la vida; valor civil siempre dispuesto a confrontar las injusticias donde quiera que estuvieran; respetuoso de la dignidad de toda persona, del valor de la palabra y del estado de derecho; comprometido con lograr para todos la oportunidad de desarrollo individual y con la idea muy clara de que la participación política a través de la democracia era la máxima oportunidad de hacer el bien y lo mismo en caso de llegar a ser gobernante, ganando honestamente una elección.
Ya serán 30 años ininterrumpidos de autoridades estatales emanadas del partido, tiempo suficiente para probar el decir, el hacer y poner en práctica principios e ideas. Sin embargo, una combinación perniciosa está poniendo en crisis la autenticidad original de aquella práctica política, porque a los pobres y cuestionables resultados actuales se empató la desaparición de la democrática interna. El equilibrio de ideas y de fuerzas sucumbió ante la autoridad de facto; ahora el PAN-gobierno concentra unipersonalmente decisiones de gobierno y vida interna, con todos los vicios que eso pueda significar.
Muchos se consideran panistas, pues para la identificación no es necesario la credencial; son más los de afuera que los afiliados, de otra manera no se explicaría ni la representación en las casillas y menos los triunfos, pero históricamente la condición de militante se ha utilizado para exigir respeto a un estatus, tanto dentro como fuera del gobierno y aunque el único estatus siempre legítimo es el decidir democráticamente candidaturas y vida interna, hoy, ni qué decidir, ya no es un derecho. La militancia pierde sentido, cuando no sea el justificar posiciones y favores del poder.
En mi caso, me afilié al PAN en 1978, aprendí que ser panista era una forma de vivir, que se me respetará y apoyará para desarrollarme y poder servir a los demás. Me pareció admirable poder participar en las primeras decisiones y descubrir que era uno como los demás y que esa precisa y sencilla capacidad hacia que mi valor como parte del todo me diera sentido. Eso trajo en mí, compromiso. Siempre dije que nunca dejaría al PAN a menos que dejara de ser democrático, sin embargo, sí me reafilié.
Es claro que los años en el ejercicio del gobierno deben traer desgaste y deterioro en la relación ciudadano–gobernante. Para un partido que tiene como propósito la formación democrática de la ciudadanía, eso debiera ser una seria preocupación, sin embargo, sin conciencia crítica porque la autoridad partidista está nulificada y supeditada a la autoridad de gobierno; se sirve a intereses distintos, a los del bien común, y se hacen gobiernos sin valores, esencia, respeto, proyecto y sin responsabilidad.
Soy un convencido de que los cambios se deben dar desde adentro. La reafiliación fue hoy, como en otras ocasiones, un pretexto perfecto para salir en completo silencio, con plena discreción; pero me formaron a la antigua y me quedo en mi partido. En mi refrendo partidista va mi compromiso por hacer que todos los panistas creamos nuevamente que con honradez se hace más, que se debe castigar el robo y la tranza. En la política se va a servir y no a servirse del poder, el fin no justifica los medios. La política es la más grande responsabilidad y oportunidad de servir y de engrandecer el bien común, que se debe respetar ante todo ese gran valor de la persona que se llama dignidad y que todos tenemos, aunque a algunos no les guste. Palabra de panista.
Que la historia lo registre.- En una de las épocas de campaña electoral en B. C., al evaluar y justificar acciones para el triunfo, el candidato dijo: “Si Don Manuel (Gómez Morín) viviera, seguramente se volvería a morir, y tú Salvador, tápate los oídos”.
Botón rojo.- “Primero hay que ganar, para ganar hay que hacer todo; después vemos”; arenga motivacional de un aspirante a la Presidencia de la República.
Salvador Morales Riubí, político tijuanense, ha sido funcionario municipal y estatal. Actualmente es empresario y consultor en temas de salud y relaciones públicas. Correo: smriubi@yahoo.com