En México vivimos tiempos convulsos. Nos altera la inseguridad y la violencia de los cárteles y del crimen organizado intocados por la justicia. Nos indigna el 94 por ciento de impunidad que las procuradurías, la General de la República y las de los estados, tienen en la solución de las ejecuciones. Ese porcentaje es una licencia apócrifa para matar en México. En este país no hay cárcel para los asesinos.
La corrupción es otro tema que nos sobresalta. Transacciones deshonestas en el primer círculo de la Presidencia de la República, obras sobrevaluadas e inservibles, un manejo excesivo y abusivo del gasto público, más para el interés y provecho de los que reparten que en beneficio de la sociedad. La impunidad nos deja ver una clase política que vive de manera holgada con una riqueza ilícita, inmune a investigación alguna, a menos que se trate de gobernadores depuestos.
Mientras los mexicanos vivimos en una recesión económica no reconocida por la autoridad, producto de devaluaciones sistemáticas que tampoco se nombran pese a que desde diciembre de 2012, el peso perdió más del 50 por ciento de su valor frente al dólar. Si a esto le agregamos incrementos en los servicios y los productos que ofrece el gobierno y un salario mínimo rezagado, la subsistencia de quienes vivimos en el México real es un milagro.
En los estados de la República la situación no es distinta. Crimen organizado, narcotráfico, narcopolítica. Gobernadores y alcaldes abusivos que creen que el dinero público es suyo. Que rentan la prestación de los servicios que están obligados a proveer, solo porque son malos administradores, o porque llevan su negocio en el convenio.
En este contexto de inseguridad y de una administración pública opaca y oscura, los periodistas seguimos estando a dos fuegos: entre las balas de la delincuencia y las presiones de los gobiernos. En cinco años que van del gobierno de Enrique Peña Nieto, 36 periodistas han sido asesinados. Nosotros, en 37 años de trabajo, contamos por tres las cruces del luto. Todos sus casos en la impunidad.
En ZETA seguimos ejerciendo el periodismo de investigación y nos esforzamos por mantener el legado de quienes nos antecedieron, porque ese fue nuestro compromiso con los lectores, y porque no perdemos la esperanza de aportar, desde nuestra trinchera, a una sociedad más madura que exija y elija gobiernos a su altura. No todo está perdido. Nos concentramos en estar cerca de la gente y lejos del gobierno, en investigar y reportar aquello que lacera a los más y beneficia a los menos. En hacer un periodismo de análisis, crítico y contestatario.
No lo hacemos solos. Contamos con el apoyo primeramente de los bajacalifornianos, de nuestros lectores en distintas latitudes y de otros medios independientes afines. Buscamos los liderazgos sociales, intelectuales, ante la ausencia de los políticos y gubernamentales, procuramos las causas de nuestra sociedad, y damos voz y espacio a quienes son víctimas de gobiernos arbitrarios y de criminales solapados.
Ante una autoridad espía, nos unimos con nuestros pares y con nuestros aliados. Ante un gobierno que presiona para censurar, nos acompañamos con las voces independientes, con los intelectuales que tenemos en este país que no se resigna a ver todo perdido.
Pensamos que la voz de los creadores del arte y las ideas, son el último resquicio de libertad en un país oprimido por sus malos gobernantes, censurado a mansalva, testigo mudo de la manipulación de la información desde Los Pinos hasta el Palacio de Gobierno, de tantos estados y municipios en manos de rufianes con fuero.
Tenemos poetas que se han convertido en activistas, escritores siempre críticos del sistema, actores y actrices que encabezan movimientos, columnistas certeros, artistas plásticos que hasta en lo abstracto recrean la nueva tragicomedia mexicana.
Entre los narradores, sin duda, destaca la pluma de Juan Villoro. Novelista, dramaturgo, cuentista, analista, periodista, columnista, Villoro está atento al peligro de ejercer el periodismo en México. Por eso, en la presentación de su novela “Arrecife” dijo: “Es muy difícil ser ajeno a la violencia en un país en donde esto nos toca cada vez más de cerca, en donde cualquiera de nosotros puede ser un daño colateral. Hace unos 10 años cuando el Presidente Felipe Calderón declaró la absurda guerra contra el narcotráfico, mucha gente pensaba que si alguien moría era porque estaba involucrado directamente en el crimen. Es algo inmoral porque criminaliza a las víctimas. Pero esto ha cambiado, ahora tenemos muertes constantes en todas partes, tiroteos, secuestros de conocidos, de amigos y familiares. Cualquiera de nosotros podemos ser víctimas. Es el tejido social el que está roto y esto es lo que es muy grave”.
Autor de “El Disparo de Argón”, su primera obra, Villoro conoce el sistema mexicano, lo ha analizado para describirlo, lo exhibe al recrearlo con una prosa certera, con la palabra precisa nos pone de frente a la terrible realidad que nos aqueja.
Protagonista del Homenaje Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” por la FIL Guadalajara, Juan Villoro actualmente es una de las voces intelectuales que más resonancia tiene en casa y en el extranjero. Su palabra es sumamente necesaria, vital, en un país cuyo gobierno pretende volverlo ciego y sordo, y sobre todo, intimidarlo hasta enmudecer.
* Palabras emitidas el miércoles 9 de agosto de 2017, en la celebración del 37 Aniversario de ZETA (aunque en realidad es el año del 37, porque fuimos fundados un 11 de abril de 1980), posterior a las palabras de René Blanco Villalón, codirector del Semanario, y previo a la presentación de nuestro invitado especial, el maestrazo Juan Villoro.