Política Breve y de Emergencia
La XXII Asamblea Nacional del Partido Revolucionario Institucional que inició preliminarmente con los trabajos de mesas temáticas y que mañana 12 de agosto celebrará su sesión plenaria, es la última posibilidad y gran apuesta del partido para convertirse en un verdadero contendiente en 2018, de modo que inicie su debacle desde el gobierno hasta la tercera posición electoral, pero también es un gran problema.
Al presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, es a quien ha correspondido hacer los “llamamientos públicos” sobre los principales intereses del partido y del Presidente de la República, emanado de sus filas, de cara a la oportunidad de transformar sus esquemas de organización, proyecto de gobierno y organización interna. No es ningún secreto que su pretensión haya sido la reforma estatutaria que elimine los candados de las candidaturas del partido, de manera que ciudadanos ajenos a la militancia puedan abanderar al instituto político; como tampoco es un secreto la seria oposición que la propuesta registra.
Ochoa Reza sigue puntualmente el camino de sus antecesores, al encaminar la sucesión presidencial; se considera el operador oficial del sistema y quiere provocar condiciones políticas para la designación que debe hacer el presidente Peña Nieto, práctica y ritual histórico del partido tricolor. Pero, el menos político de todos los presidentes que el partido ha tenido, se topó con que la base no quiere reformas y además, exige democracia.
Esto que pudiera parecer una vuelta al inicio de la alternancia en 2000 y sus años previos, cuando, en un acto de patrimonialismo partidario, el estatuto se reformó para impedir candidaturas no militantes, más como una reacción sectaria en contra de los resultados políticos de Ernesto Zedillo. En realidad, es de nuevo una reacción sí, pero de fuerza para impedir por la vía orgánica que el presidente Peña Nieto, un priista por todos los costados, ejerza sus facultades “meta estatutarias” y designe a su sucesor.
Porque nadie contradice la seria necesidad del PRI, de modificar su código de ética partidista, mucho menos la necesidad que tienen de presentar en la candidatura, a alguien de honestidad probada para la candidatura y mucho menos, habrá quien se oponga a su condición fundamental para el triunfo que se llama unidad; el problema es que no les gustan los posibles candidatos de Peña, aunque sean peñistas.
Las encuestas de los posibles candidatos del PRI para la Presidencia de la República, ponen en primer lugar, hoy por hoy, al secretario de Hacienda José Antonio Meade, seguido del secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio y del secretario de Salud José Narro. Solo que existe un detalle, en todos los casos el PRI está en tercer lugar, después de López Obrador de Morena, que tiene el primero y Margarita Zavala del PAN, en segundo. Y de todos ellos, el único candidato seguro es López Obrador. De ahí la fundamental necesidad del PRI de ampliar sus posibilidades y abrir perspectivas, pero no hay confianza en el presidente Peña Nieto y su equipo cercano.
Mañana, en su asamblea, el PRI resolverá paradójicamente si le corta el dedo al presidente, si apuesta por sí mismo o si, en una nueva visión de la práctica política, dejan a un lado los acuerdos y las negociaciones, en algo que podría ser su apuesta para conservar el partido, pero considerando perder el poder.
Que la historia lo registre.- El equipo de análisis de presidencia, ya solo trabaja cuatro posibles candidaturas: Meade, De la Madrid, Narro y Nuño son ahora los objetivos de promoción y cuidado político. Ya no habrá tapado, será el mejor posicionado.
Botón rojo.- Mañana se sabe si la de 2018 será una pelea Morena vs PRI o Morena vs PAN.
Salvador Morales Riubí, político tijuanense, ha sido funcionario municipal y estatal. Actualmente es empresario y consultor en temas de salud y relaciones públicas. Correo: smriubi@yahoo.com