Muchos mexicanos vimos una y otra vez cómo murieron Walter María Sandoval y José Antonio Ramírez Méndez. Pocos olvidaremos cuando los canales de televisión transmitieron ese momento. 8 de junio en el Río Bravo. A pocos metros del puente internacional que une a las ciudades mexicana Matamoros y estadounidense Brownsville. El testimonio del camarógrafo fue obra de una de esas grandes casualidades. He sido informado que originalmente fue a las oficinas de Migración y no estaba la persona a la que buscaba. Mientras esperaba salió y se acercó a las orillas del río, cercano. Así captó el dramático episodio.
Como Walter y José Antonio murieron y siguen muriendo muchos mexicanos en su empeño por cruzar la línea internacional. Todos quieren adentrarse a suelo estadounidense. Trabajar y enviar dinero para su familia, ante la falta de un empleo en México. Pero nadie como este par de jóvenes recibió tanta atención precisamente porque fueron captados al momento de ahogarse. La transmisión causó irritación, indignación y tristeza. Provocó también una inmediata acción de la Subsecretaría de Población y Servicios Migratorios de la Secretaría de Gobernación. Primero, una muy detallada investigación que, en lo general, causó cambios en los sistemas de operación del Grupo Beta. Se trata de un conjunto policíaco integrado por agentes municipales, estatales y federales. Su misión básica es proteger a los mexicanos cuando intentan cruzar a Estados Unidos. Normalmente son atacados por delincuentes o explotados por policías de baja categoría. Indudablemente si el camarógrafo de Televisa no hubiera videofilmado aquel 8 de junio, a estas alturas el Grupo Beta seguiría igual. Originalmente no son sus funciones, pero ahora tienen hasta lanchas y suficiente material para salvamento. Recibieron entrenamiento especial de rescate.
Indudablemente ha servido, pero jamás será suficiente mientras no se ataque el origen de todo este problema: Los “polleros”, “coyotes” o “enganchadores”. Walter y José Antonio viajaron pagando a uno de ellos y no es secreto que operan en todo el país. El tráfico de las drogas es un negocio millonario que sigue la misma ruta que los aspirantes a indocumentados: Desde las Américas del Centro y el Sur, cruzando nuestro país hasta Estados Unidos. A ésas se suman las pequeñas redes mexicanas que funcionan en cada pueblo, en cada ciudad, en cada Estado. A diario transportan cientos de hombres y mujeres. Sus cobros varían según el destino. Y los hay hasta de cinco mil dólares por llevar a una persona desde cualquier ciudad central mexicana a otras norteñas del este o el oeste estadounidenses. Sin problemas. A veces hasta en avión.
Con los humanos pasa igual que la droga. Serán detenidos si los sorprenden en la línea internacional o sus proximidades. Pero ya adentrados en territorio estadounidense es muy difícil su captura a menos de dos motivos básicos: La denuncia de sus propios paisanos o cometer una falta a las leyes. Pero hay datos muy reveladores para medir el enorme negocio de estas pequeñas redes de “polleros”, “enganchadores” o “coyotes”: Es indudable según los estudios de los expertos, que más logran escapar a la vigilancia y menos son deportados. Las cifras se elevan y reportan grandes utilidades a las pequeñas redes que se han convertido en mafias poderosas. Comparados con el narcotráfico sus ventajas son notables: Primero, menos riesgos y si son descubiertos, penalidad más baja. Luego, inversiones insignificantes: Un vehículo, rentar autobuses, comprar boletos de avión y contratar un guía.
Mexicano que cruza la frontera sin problemas y se establece en Estados Unidos, no pierde contacto con los “enganchadores”. Al empezar a ganar lo nunca logrado en México, les pagan para transportar a sus familiares o amigos. Que abandonen el pueblo y vayan a compartir con ellos las mejoras de vida alcanzadas. Un experto en este tema refirió que “el fenómeno de la migración es como una pelota de goma. Si uno presiona por un lado se hincha por el otro y así sucesivamente”. Por eso la tradicional zona para los cruces ilegales que era básicamente Tijuana, dejó de ser utilizada por los “enganchadores”. Abrieron rutas por las montañas o el desierto, donde es más difícil y por eso se registran más fallecimientos.
Pero hay algo muy curioso: Los diarios y la televisión informan continuamente de este, aquel o varios mexicanos encontrados muertos por el frío o deshidratados, al perderse en las áreas despobladas estadounidenses. Los mexicanos también siguen ahogándose en el Río Bravo al este de la frontera. Pero pocas veces se sabe de algún extranjero que corra la misma, fatal suerte.
Parece increíble pero es cierto. Ucranianos y chinos están utilizando silenciosa pero efectivamente el territorio mexicano para cruzar ilegalmente a los Estados Unidos. Y nunca mueren cuando lo hacen. Ni siendo su viaje más largo, comparado con el de los centro, sudamericanos o mexicanos. Hace pocas semanas en la Colonia Popular, al este de Ensenada, fue descubierta una casa repleta de ucranianos. Otros, capturados cuando el conductor que los transportaba cometió una falta a las reglas de tránsito. Y un mes atrás, una mujer china estaba en despoblado, desorientada, tal vez rezagada de un enorme grupo en su ruta a Estados Unidos. Esto es solamente un signo de que el tráfico de indocumentados extranjeros a través de nuestro país y rumbo a Estados Unidos, está funcionando con más efectividad. No se han registrado fallecimientos.
Obligadamente este asunto se relaciona con alguna autoridad menor mexicana. Permite la internación de los extranjeros a nuestro país y les facilita el libre tráfico hasta la frontera para que lleguen a su destino. Una versión es que los “enganchadores” internacionales ya se asociaron con las redes pequeñas mexicanas. Pero debido al elevado pago, los extranjeros son tratados y conducidos con tanto cuidado para evitar la fatalidad que acompaña normalmente a muchos mexicanos.
Sinceramente no creo que algún o varios altos funcionarios mexicanos estén enredados en este sucio negocio, pero sí sospecho de los empleados menores asignados a lejanos puntos donde el control superior no es tan efectivo. Y simultáneamente, creo que el negocio ha llegado a los niveles de las grandes ganancias que genera el narcotráfico.
Lo más dramático: He recibido informes de que muchos desesperados por cruzar a Estados Unidos, aceptan llevar regulares cantidades de droga. Con eso pagan su cuota para ser conducidos a territorio norteño. Los guías de los “enganchadores”, me dicen, nunca la tocan. Saben que si la Policía Fronteriza logra capturarlos, la penalidad será más alta y sus posibilidades de obtener la libertad en un juicio se reducirían. Por eso cargan a otros. Todo este panorama nos explica por qué –y no lo quiera Dios– nunca veremos en la televisión a un extranjero ahogándose en el río Bravo o muerto en los desiertos y montañas californianas.
Tomado de la colección “Dobleplana” y publicada por última vez el 12 de marzo de 2012, propiedad de Jesús Blancornelas.