Ciudades del mundo que crecen,
que sufren, lloran y ríen;
hacinamientos humanos;
la gente una explosión.
Casitas de cartón donde nació Arón,
con su guitarra en la mano.
María era su madre y Fermín su padre,
ella ama de casa, él trovador.
—Arón, Arón, le decían en el barrio
¡Toca otra canción!
Tenía cinco años, dominaba
la guitarra y rascaba el acordeón.
El cuarto de seis hermanos fue Arón,
heredero de la tocada.
Arón le siguió los pasos
en el mundo malvado de corrupción.
Casitas de cartón donde nació Arón
y como hierba silvestre creció.
—Arón, Arón, le gritaba la gente
¡Tócate otra canción!
Arón tocaba y tocaba bien,
por herencia de Fermín fue aquel don.
Hoy camina cabizbajo, medio mal de la razón,
el veneno en sus venas lo limita;
ha perdido la vergüenza, las virtudes y ese don.
Arón, Arón de las casitas de cartón.
Maldito veneno y cuántos Arones
por esas ciudades que crecen y crecen,
las urbes repletas de gente y necesidad.
¡Alto al vicio y a la corrupción!
¡Alto a la guerra, abajo el cañón!
¡Alto en la tierra a la contaminación!
José Palma Herrera
Tijuana, B. C.
