¡Qué tristeza me das pueblo dormido!,
que has permitido que cualquier extraño,
que con abrazo y beso has recibido,
sigues deseando que te haga tanto daño.
Fue llamada Lucha de Independencia
la primera rebelión en que unos hombres
te liberaron, Patria, con vehemencia,
hoy ni el gobierno se acuerda de sus nombres.
Hombres valientes de muchos linajes,
que al mirar que su tierra era saqueada
por barbudos y crueles personajes,
ofrendaron su vida por la nada.
Pensando que algún día sus descendientes
tendrían una nación rica y segura,
ya sin esclavitud, independientes,
sin grilletes, ni cárcel, ni tortura.
Cuanta desilusión e incertidumbre
por tanta sangre entonces derramada,
hoy se vive la misma podredumbre,
vemos la gran nación ensangrentada.
En cierta fecha del gobierno impuesta,
con faramalla y falsa algarabía,
rememoran con salvas esta gesta,
pero sus rostros no muestran alegría.
Vivas al por mayor gritan al aire,
con gran falacia y burdos reflectores,
sin emociones, sintiendo el desaire
por mancillar a estos grandes señores.
Obtusa realidad vive tu gente,
sumida en su pobreza y su ignorancia,
añorando tal vez que un presidente
les cumpla la promesa de abundancia.
Jamás sucederá, triste memoria,
de la gran mayoría que sin escuela,
no sabe que quien olvida su historia,
la vuelve a repetir como en secuela.
Hubo dos agresiones posteriores
de dos países contra los mexicanos,
franceses y sajones invasores
saqueando más la Patria cual gusanos.
Un indiecillo humilde e inteligente
que estudió y trabajó como una norma,
llegando a ser el mejor presidente,
legó también las Leyes de Reforma.
En Oaxaca nació el prócer garante,
que al país galo combatió con gloria,
su ejército inferior salió triunfante,
aún hoy el mundo canta su victoria.
Un vende-patrias de negro corazón
en contubernio con el viejo clero,
a los sajones cedió la media nación,
dejando herido a México entero.
Así emergió la primera dictadura,
que encumbró empoderado a un general,
con aires de grandeza y de cultura
que a la peonada le hiciera tanto mal.
Con desesperación del pueblo fiero
a dos caudillos clamó devoción,
levantándose en armas con esmero,
entusiasmados por la Revolución.
En la cual se perdieron muchas vidas
y no salió triunfante ni un partido,
a México aún le sangran las heridas,
pues no hubo vencedor, ¡hubo vencido!
Erradicar pobreza donde hubiera,
llegó un gran general con esos sueños,
le dio al país riqueza petrolera,
pero los que gobiernan son los dueños.
Ellos han explotado esta belleza
que pertenece a todo ciudadano,
despilfarrando en lujos cual realeza,
lanzando las migajas de su mano.
Como príncipes viven y presumen
robando cuan más en abundancia,
toda ciudad y estado lo consumen
con cinismo y llenos de arrogancia.
El vaso se derrama a borbotones
por tanta gota que ya no se contiene,
en todos lados hay manifestaciones,
multitud harta, ¡a ver quién la detiene!
Hacen pacíficos plantones motivados
por lo que está aconteciendo en la nación,
marchando juntos, enfermos o cansados,
con armas justas, la paz y la razón.
Habrá revolución de pensamientos
donde no haya peleas ni sinsabores
que predominen los buenos sentimientos,
e hijos y nietos serán los ganadores.
¡Despierta México! Ya basta de agacharse
ante el tirano gobernante infame,
no lo dejes ya nunca levantarse,
¡Y que jamás tu sangre se derrame!
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Tijuana, B. C.