Sembrador de saber, va mi saludo.
Infatigable estudioso de la ciencia;
tú educas del hombre la conciencia
y promueves su sostén y escudo.
No dejes de laborar, sigue sereno.
Por fértil surco que has trazado,
mantente generoso y esforzado,
y para el educando: amante y bueno
No esperes recompensas ilusorias,
ni el oropel del halago fementido.
Tu destino es vivir desconocido,
sin opulencia, ni pompa, ni glorias.
El maestro es el héroe más sublime.
Si haciendo el bien consume su existencia,
a todos brinda la luz de la experiencia,
y de ignorancia, con amor, redime.
Pero el profesor mirase olvidado…
hay pocos que valoran sus favores;
recoge puyas donde siembra flores.
Frecuentemente parece abandonado,
consumido en su deber cuando sucumba
por impartir a la niñez su enseñanza;
quizá ni lleve siquiera la esperanza
de recibir una flor sobre su tumba.
Jamás el interés manche tu alma,
enarbola intacta, del amor, la palma
con toda su riqueza y su fragancia.
Apóstol de la Patria, marcha ufano,
tu artística labor, tal vez un día
verá con gratitud la Patria mía.
Tu gran labor, concluida por la mano,
ensanchada de entusiasmo y de cariño,
imprimirá un recuerdo a tu memoria,
un recuerdo cincelado…no en la historia,
sino, en el corazón de cada niño.
Arturo López Delgado
Tijuana, B. C.