La muerte del PRI está resultando costosísima en términos económicos, sociales y políticos. Letal para la subsistencia de sus aliados, quienes por servirle, pierden sus registros estatales. Peligrosa para la viabilidad de nuestras precarias instituciones democráticas. La necrosis moral del régimen ha generado una crisis de crecimiento que tiene a más de la mitad de la población en condiciones de pobreza. Esta circunstancia ha provocado que hayamos sucumbido a una espiral de violencia e inseguridad, sin precedentes en la historia de México.
El tricolor, en sus estertores, hundido en las encuestas, desprestigiado en exceso, con menos de un tercio de los electores dispuestos a votar por él, se ha visto obligado a competir aliado con el partido Verde, Nueva Alianza y PES, sin ellos, hubiese perdido las pocas elecciones de gobernador que ha ganado en este sexenio. Lo ocurrido en 2017 en Edomex y Coahuila, son los ejemplos más recientes de esta circunstancia, pero con el vergonzoso agregado de que, aun con esos aliados, su triunfo se fincó en desesperadas acciones fraudulentas que involucraron al presupuesto público como herramienta de coacción del votante y en la utilización de las autoridades electorales como instrumentadoras de la trampa.
Seguir tolerando o alcahueteando los excesos, el neo autoritarismo y la corrupción priista, puede devenir en la ruptura social y el colapso de las instituciones democráticas de nuestra república, pues el desprestigio de las practicas priistas ha alcanzado a la clase política de los partidos que le han disputado el poder, principalmente a la panista, con quien ha cogobernado y, en menor medida, a la perredista con quien, tras lustros de enfrentamiento, se asoció para legislar reformas económicas impopulares y draconianas.
Por eso, creo que el tiempo que vivimos es harto peligroso. Si el PAN sucumbe a la tentación priista que le ofrece dar marcha atrás en la perpetración del fraude en Coahuila, a cambio del reconocimiento y legitimación de un fraudulento triunfo de Del Mazo en Edomex, estaría condenando al país a retroceder en el tiempo, para ubicarnos de nuevo en los noventas, cuando Acción Nacional rescató al PRI, reconociendo al gobierno espurio de Salinas de Gortari a cambio de que se les reconocieran sus triunfos electorales; esto, mediante una concerta-cesión ignominiosa que implicaba también hacerse de la vista gorda, o de plano, validar los fraudes reiterados al PRD en estados como Michoacán, Guerrero, Tabasco, Campeche y Oaxaca.
Andrés Manuel les ha tendido la mano sin condicionamiento alguno, para respaldarlos por el atropello del que fueron víctimas en Coahuila, pero el partido de Gómez Morín sigue guardando silencio por lo que ocurrió en Edomex. ¿Preferirá reeditar las concerta-cesiones de los 90’s? ¿Traicionará nuevamente su historia? Lo sabremos muy pronto.
En el lado amarillo celebran con cohetes, bombos y platillos que MORENA no los desapareció en Edomex, que no los redujo a un dígito, pero también, en los hechos y discurso, asumen con toda claridad que no son más que un partido disputando el poder. Más bien, se proponen como bisagra a cambio de que se les permita seguir existiendo y probando las mieles del poder, por lo menos regionalmente. Frente a sí tienen la oportunidad de lograr el objetivo para el que se fundaron, aliándose con MORENA, o apostar a convertirse en el Partido Verde del PAN. En cualquier caso, dejaron de ser protagonistas.
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El PAN y el PRD tienen parcialmente en sus manos el futuro de México, o se suman a cortarle la cabeza a la bestia, o le sirven de alimento. Si el PAN saca el cuchillo ahora, la disputa en 2018 será entre ellos y MORENA, si decide lo contrario, la disputa será entre tres. Ya vieron lo que les pasó en Coahuila, ojalá entiendan.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe es Doctor en Derecho Constitucional, ex diputado local, rector del Centro Universitario de Tijuana en el estado de Sonora y coordinador estatal de Ciudadanos Construyendo el Cambio, A.C. Correo: [email protected]