Bien rasuradito. A veces encorbatado. Pelo bien recortado. Pecho inflado. Palabras remarcadas. Pronunciadas en tono muy audible. Como si fuera un niño recitando en la escuela o contestando una pregunta del profesor, luego de intenso “macheteo”. Así, Miguel Díaz Lerma, Secretario de Seguridad Pública. A veces durante entrevistas banqueteras. Otras frente a Fernando del Monte, conductor de Notivisa. La respuesta la tiene bien hecha cuando le preguntan “¿Y cuándo se acabará la inseguridad en Tijuana?”. Entonces suelta el vozarrón: “Quien piense que la violencia se va a terminar de un día para otro, está equivocado”. Y luego le agrega. No lo veremos el fin de este sexenio. Ni el siguiente. Asegurando que es una tarea muy difícil. Aparte, sale con que los mafiosos tienen mejor armamento. Total. Le da vuelta al problema. Olvida sus palabras a inicios del gobierno estatal: “Vamos a combatir de frente a los delincuentes. Vamos por ellos. Vamos a acabar con todos. No bajaremos la guardia”. Pero los hechos demuestran que tiene razón: “Quien piense que la violencia se va a terminar de un día para otro está equivocado”. Y debemos creerle. Nadie como él lo vive en carne propia.
El Licenciado Eugenio Elorduy se llevaba la mano a la boca. Índice sobre el bigote. Luego reordenaba su peinado y mirando a los reporteros con una sonrisa, afirmaba, como candidato en 2001: “Desde el primer día de nuestro gobierno vamos a combatir la inseguridad. Acabaremos con la violencia” advirtiendo “…eso sí, no vamos a bajar la guardia”. Cuatro años después, los crímenes aumentaron. Se perdió la cuenta de los secuestros. El narcotráfico aumentó. Entonces ya no habla con promesa de candidato. Atosigado por la violencia. Seguramente con la boca amarga por conocer tanto crimen, encontró otra salida: “Corresponde a los ciudadanos cooperar denunciando a los maleantes”. Además, la violencia debe combatirse desde el hogar, educando bien a los hijos. “Por allí es donde debemos empezar”.
Del Presidente Municipal de Tijuana, ni hablar. Dijo como candidato y en cantaleta prácticamente, dirigiéndose a los delincuentes y advirtiéndoles, irse cuanto antes de Tijuana, “porque a mí no me va temblar la mano”. Lo ha incumplido absolutamente. Así como aquello de mostrar un platón de huevos, diciendo: “No me van a faltar de éstos”. Pero en un año ha dado tantos pasos atrás, como ninguno de los 17 ayuntamientos y un Concejo, desde hace 54 años, cuando Tijuana fue declarada constitucionalmente Municipio. Los ciudadanos se han pitorreados de Jorge Hank como nunca de otro alcalde en la historia.
Su Secretario de Seguridad Pública, importado de las cenizas del hankismo, también llegó muy valiente: “En tres meses acabaré con todo esto”. Ya pasó un año y nada. Al contrario: sus policías se convirtieron en ladrones y secuestradores. También les dio por asesinar bajo encargo. Los casos del joven Escobosa y Carnitas Quiroga son harto ilustrativos. Formaron los famosos “Comandos Negros” y todavía es hora cuando siguen en activo. Hace días, Santillana anunció “limpiar” a la policía y despedir a más de 50 cuando, al entrar, aseguró que todos eran súper honrados. Y su advertencia de que “en tres meses acabaré con todo”, se derrumbó. Hace días aseguró en la televisión, con cara de impotencia: “Esto va a seguir”.
Claro. Todos los bajacalifornianos ya saben de esto. Pero lo tomó como referencia, por el plazo que los señores empresarios pusieron a Procurador de Justicia y demás jefes policíacos: En 30 días deben verse los resultados en la reducción de violencia. Esta advertencia tiene indudablemente todas las buenas intenciones. Pero en la realidad, no cuadra. En un mes no se puede corregir el mal hecho en 4 años de Gobierno. Ya lo dijo Díaz Lerma: “Quien piense que la violencia se va a terminar de un día para otro está equivocado”. Y en un año, el Presidente Municipal y sus incapaces, está visto: Tendrá más tiempo para banquetes y desfiles, pero menos para darle seguridad a Tijuana. Y la Procuraduría General de la República, Delegación Tijuana, seguirá sin hacer mucho aunque sus agentes de vez en cuando anden por allí secuestrando.
Hay la propuesta empresarial de retenes: ya se ha visto. Son una molestia. Asustan a los buenos ciudadanos. Advertencia a los delincuentes “aquí estamos” y captura de destanteados con infracciones pendientes. También solicitan presencia policíaca. El Secretario de Seguridad Pública dijo, hace un año: Todas las patrullas circularán con las torretas encendidas para inhibir a los delincuentes. Y no hubo tal. Los ministeriales sólo se aparecen después de, y preguntando “¿Qué paso?”. Aparte los empresarios exigen coordinación de Estado, Federación y Municipio. Pero en los últimos doce meses está más claro el capricho del júnior Hank. Siendo priísta, no quiere nada con el panista Elorduy. Por eso, sus comandos negros asaltaron la Procuraduría General de Justicia para rescatar a dos policías municipales sospechosos de asesinato.
El gobierno en general y los malosos se aprovechan de la indiferencia y temor de la sociedad. Nadie quiere protestar públicamente por miedo. Le escabullen asistir a una manifestación. Creen que si los ven después, serán secuestrados o muertos. Aparte, son tantos los residentes de esta Ciudad recién llegados de otros Estados, que poco les importa cuánto pase. Las grandes manifestaciones ajenas a la política, desaparecieron. Cuando en los años sesenta, Tijuana era más pequeña, existía mayor unidad. La desaparecida Unión de Contribuyentes y Usuarios de Tijuana realizaba protestas como para hacer temblar. Un día decidieron descolgar todos los teléfonos. Era la forma de rechazar el aumento a las tarifas. Pero sabían: si hacían eso, desconchinflaban toda la maquinaria. Por eso, ganaron. Igual, otra vez anunciaron desconectar la electricidad a tal momento y la compañía dio para atrás en su pretensión de cobros. Nunca una manifestación como aquella contra Inmuebles Californianos, S.A. Esta empresa pretendía apoderarse de Tijuana. Fueron tantos asistentes que retacaron desde la Calle Segunda y Constitución hasta la Sexta o Séptima. En Mexicali, miles y miles se plantaron en la Avenida Madero hasta obligar la presencia del entonces Gobernador y Licenciado Milton Castellanos. Reclamaban tarifas eléctricas justas. Imagínese desde hace 40 años.
Pero ahora no. Matan a un periodista y sólo sus compañeros protestan. Asesinan a cierto universitario y únicamente los estudiantes reclaman. Ejecutan a un sacerdote y ni siquiera hubo protesta pública. Acaban con la vida de una jovencita estudiante y sólo sus compañeros de aula piden justicia. Bueno. Ni siquiera los policías alzan la voz cuando algún uniformado es muerto. Ahora, los empresarios están emplazando al Gobierno porque mataron a uno de los suyos. Todo esto nos demuestra la falta de liderazgo en Tijuana. No hay nadie capaz de convocar a una protesta con la participación sin distinciones y ajena a los vaivenes políticos. La propia reunión de los empresarios lo demuestra. Solo fue con ellos y para ellos. Hubiera tenido un peso más serio con la presencia de rectores, representantes de las iglesias, presidentes de clubes sociales, periodistas, líderes estudiantiles y muchos más de importancia en la Ciudad. Pero no. La sociedad, y no toda, se enteró de lo emplazado al Gobierno por los diarios locales o la televisión. Pero no todos. Muchos sentirán esto como un reclamo empresarial y no de la sociedad. Imagínese una manifestación donde todos formáramos un frente. Sería muy distinto. No como hasta hoy. Pobres manifestaciones.
Está como tanto foro. Recuerdo desde cuando los tiempos del desaparecido Héctor Terán. Luego, las impresionantes reuniones durante el Gobierno Sustituto. Hasta con enviados presidenciales. Y de allí para acá son incontables. Desde la famosa “Cultura de la Legalidad” tan publicitada, pero inefectiva, hasta muchas protestas en la mesa. Poca acción cívica. Se ha vuelto una costumbre. En los foros protestan. En el gobierno escuchan y como si nada. Siempre igual. Los reclamantes se sienten satisfechos por sus exigencias y el funcionario se zafa haciendo la misma promesa, al fin y al cabo, son diferentes y tantos grupos.
Aparte, los hechos nos están demostrando la poca valía de nuestra autoridad. Hasta después de cuatro años y casi dos mil personas asesinadas en Tijuana, se deciden por hacer cambios en la Procuraduría. Pero todos estos han sido ajustándolos a la vieja conseja popular “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. A los incapaces no se les retira. Les inventan otro puesto. No los dejan fuera de la nómina. Así la engordan.
Es un cambio para que todo siga igual.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas y publicado por última vez el 20 enero 2005.