Después del fraude del 88, el ungido presidente Salinas, apresurado por la nueva e inevitable realidad, fundó el IFE y el TRIFE como instituciones que hicieran posible la alternancia, pero instauró también la simiente de la simulación democrática. Las concerta-cesiones entre el salinismo y el PAN fueron más allá de abrir la alternancia con la derecha y obstaculizarla ilegalmente con la izquierda. Durante estos 30 años, la unión entre estos dos partidos ha perpetuado. Un sistema económico neoliberal que hoy tiene a México hundido en la violencia, la inseguridad, la corrupción y la desigualdad; gasolina que le ha permitido a la oposición de izquierda, aún en condiciones de escandaloso hostigamiento, disputarle palmo a palmo el poder al prianismo.
A la izquierda, cada punto porcentual reconocido le ha costado sangre y desgaste por cada plaza tomada, cada marcha organizada, cada reclamo de fraude minimizado o ridiculizado por la trituradora mediática del prianismo. Ha sido tan dura la batalla que muchos dirigentes de la izquierda nacionalista, cansados y desmoralizados por los fraudes encajados; mimetizados y conquistados culturalmente por sus enemigos políticos o, corrompidos por las mieles del poder que les ha tocado probar, desertaron de la oposición, para sumarse a la ventajosa simulación democrática del Prian. Los hemos visto tomar una rosa con la mano izquierda y tomarse una foto para fundar otro partido de “izquierda”; irse o regresarse al PRI, según sea el caso, con la cola entre las patas; sumarse al gobierno panista como si éste no fuera neoliberal, y, lo más grave, tomar, con la ayuda del Prian, por asalto al PRD para echar de sus filas a Cárdenas, AMLO y todo aquel que pretenda oponerse a la sumatoria de este partido al sistema neoliberal, y a la simulación democrática construida para perpetuarlo.
Desde el 2009, el PRD fue asaltado por los traidores, pero ambiciosos, juzgaron para el 2012, que AMLO todavía les podía ayudar a incrementar sus cotos de poder, y así fue con la segunda candidatura presidencial del tabasqueño, lograron hacerse de los gobiernos estatales de Morelos, Tabasco y el refrendo en el Distrito Federal, pero una vez pasada la elección, terminaron por quitarse un disfraz que ya casi no ocultaba nada, y firmaron con el Prian, el neoliberal pacto por México. El sueño democrático parecía haber sido, por fin, sepultado; la perpetuación del neoliberalismo parecía ser un hecho, se fundaba un nuevo sistema basado en antidemocrático consenso, operado por una nueva casta de políticos corruptos, unidos para exfoliar de recursos al país y su población. El cambio y la democratización habían sido conjurados con la conformación de un nuevo partido de estado, integrado por PRI, PAN, PRD, PVM, NA, PES, seis sub lemas electorales de una gigantesca organización política. En calidad de asociados satelitales, quedaban MC y PT, irrelevantes en la disputa del poder, pero voces discordantes necesarias para legitimar el “debate democrático”. El tiempo había regresado a 1985, de forma perversamente sofisticada y moderna.
Andrés Manuel López Obrador parecía ser el último de los mohicanos, aislado políticamente, sin partido que le diera viabilidad electoral a la oposición al neoliberalismo. Para colmo de males, como guion de tragedia griega, la disputa por la nación que, entre neoliberales y nacionalistas, se había iniciado en los 80`s, parecía haber llegado a su fin cuando AMLO se infartó en la víspera de la aprobación de la reforma energética que regresó nuestro petróleo a manos extranjeras. Infarto cargado de un poderosísimo simbolismo, pero no fulminante. De su recuperación, de la reorganización nacionalista y del dilema estratégico que la elección de Edomex le representa, hablaremos en la segunda parte de esta zaga.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe es Doctor en Derecho Constitucional, ex diputado local, rector del Centro Universitario de Tijuana en el estado de Sonora y coordinador estatal de Ciudadanos Construyendo el Cambio, A.C. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com