Si de algo se quejan los ciudadanos en Tijuana, es de cómo de manera grave, preocupante y alarmante, los índices de inseguridad están subiendo. Más robos de vehículos, más asaltos, más violencia, más asesinatos. En lo que va del año, 646 personas han sido ejecutadas en la ciudad. Tan solo en los primeros nueve días de junio, van 33 homicidios dolosos, a razón de 3.6 por día. En ese contexto, y considerando que el alcalde Juan Manuel Gastélum no tiene el interés ni el deseo, ni el arrojo para hablar y enfrentar el tema de la inseguridad, es de suponer que el secretario de Seguridad Pública de Tijuana, en este caso Marco Sotomayor, esté concentrado en capacitar a la Policía, administrar los recursos para ser eficiente, haciendo convenios con otras corporaciones, armando grupos especiales o de inteligencia; todo para prevenir de manera efectiva, perseguir de manera ágil, aprehender a los delincuentes y llevar tranquilidad a los tijuanenses. Pero no, afines al alcalde Gastélum y al secretario del Ayuntamiento, Raúl Luevano, se la pasan chirriando al secretario de Seguridad para dejarlo fuera del gabinete. Al grupo que alienta al director de Transporte, Javier Salas, para que sea él y no Sotomayor el secretario de Seguridad, ahora se le ha unido uno que aspira a que tal posición la ocupe Carlos Besné Irigoyen, que dicho sea de paso, labora en el Gobierno del Estado, en la Secretaría de Educación y Bienestar Social. Estas grillas han llegado a la tropa municipal, y entre ellos, ya no saben qué hacer o a quién irle. Si obedecer y acuerpar a Sotomayor, o esperarse a que lo cambien. Lo increíble es que el alcalde, que no quiere tocar el tema de la seguridad, permita que no dejen trabajar a su secretario de Seguridad.