Producto de la imaginación y el genio político de Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, es que surge el PRI, nacimiento providencial para que nuestro país pudiera pacificarse y constituirse sólidamente en una República. Lo habíamos intentado desde que emergimos a la vida independiente tropezando siempre con el fracaso y sus consecuencias desastrosas. Por ello perdimos más de la mitad de nuestro territorio; sufrimos tantas guerras civiles e invasiones extranjeras, que engendraron una sociedad dividida ideológica y socialmente.
El PRI unió a los mexicanos en torno a un proyecto nacional pactado y legitimado por un constituyente. El viento de la historia sopló a nuestro favor, pues la Segunda Guerra Mundial nos permitió el espacio de libertad e independencia respecto de los Estados Unidos y sus intereses, que requeríamos para poder tomar nuestras propias decisiones. Gracias a ello nos convertimos en un ejemplo de estabilidad y crecimiento económico. El costo que hubo que pagar fue el autoritarismo y la democracia simulada de un partido hegemónico, una dictablanda perfecta, pero nunca sufrimos una dictadura militar como las acostumbradas en las naciones comunistas o las ultraderechistas que sufrieron nuestros hermanos latinoamericanos, sin embargo, la tara autoritaria fue suficiente para incubar el declive del régimen y el consenso priista, pues la antidemocracia se hizo insostenible cuando la crisis económica se presentó, y cuando después de 40 años de impartir educación pública masiva de calidad, se proveyó de otras ambiciones civilizatorias a las nuevas generaciones. La debacle se precipitó cuando para salir de los problemas económicos se abandonó el proyecto nacional y se adoptaron las políticas públicas que el fondo monetario internacional indicó, pues el partido se dividió con todo y sus raíces sociales entre quienes proponían re-configurar el proyecto nacional, y quienes optaron por abandonarlo.
En 1988 el PRI fue tocado de muerte, se sostuvo en el poder gracias a que la nueva política económica que impusieron quienes se quedaron con él, coincidía con la que desde el PAN se promovía desde hace años, y a que el tricolor pactó compartir el poder con el blanquiazul, pero la entrega del poder estaba cantada, solo que ni el PRI ni el PAN se quisieron arriesgar corriendo prisas, a que los nacionalistas recuperaran el poder. Así es como se engendró el Prian, con un respaldo mayoritario de una sociedad dividida.
Gracias al Prian el PRI no desapareció cuando entregó el poder y gracias al Prian lo recuperó, solo que esta vez en forma de caricatura de lo que alguna vez fue, potenciándose y maximizándose todos los defectos del viejo partidote. Su regreso fue tan escandaloso, y el legado de 28 años de Prian tan desastroso en términos de seguridad nacional y economía, que el monstruo de dos cabezas parece estar infartado de muerte y los nacionalistas de regreso, a punto de retomar el poder.
La comprobación de esta hipótesis la veremos en tres semanas cuando conozcamos el resultado de la elección del Estado de México, verdadero corazón del priismo. ¿Por qué? Pues porque si pierde el PRI solo habría sido posible si miles de electores panistas hubieran ejercido su voto útil a favor de morena y no, como ha venido sucediendo desde hace décadas, a favor del PRI. Esto significaría el preludio de la muerte del Prian y el encajamiento de una estaca fulminante en el corazón del longevo monstruo que como un vampiro se resiste a morir, el PRI.
Si los nacionalistas ganan en el 18, ya solo quedará espacio para que dos fuerzas políticas se disputen el poder: morena y el PAN. Veremos, dijo el ciego.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe es Doctor en Derecho Constitucional, ex diputado local, rector del Centro Universitario de Tijuana en el estado de Sonora y coordinador estatal de Ciudadanos Construyendo el Cambio, A.C. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com