Hasta el último día de la anterior administración en la ciudad se veían barredoras de calles, camiones levantando la basura, pipas regando los espacios verdes públicos, y patrullas supervisando las principales y más céntricas avenidas. Como por arte de magia, eso dejó de suceder cuando Juan Manuel Gastélum Buenrostro tomó posesión como Alcalde. Dijo que no tenía dinero, que no tenía barredoras, que lo habían dejado sin parque vehicular en el servicio de recolección de basura y otros pretextos para sugerir que dichos servicios debían concesionarse o rentarse. Hoy día las calles de la zona río Tijuana se ven sucias y huelen mal, las plantas secas y llenas de basura, y lo que es lo peor: la canalización del río, área conocida como el bordo, se ha llenado otra vez de indigentes, narcomenudistas, adictos y, en menor medida, migrantes deportados. Estas personas que deambulan por esa zona provocando accidentes y convirtiendo el lugar en una zona de hacinamiento, habían sido retiradas en un operativo en la administración de Jorge Astiazarán, no solo con el objetivo de despejar el área, también de salvaguardar la integridad de los ocupantes, e intentando proveer seguridad a la zona. Muchos de los ex invasores del bordo fueron enviados a centros de rehabilitación, otros a su lugar de origen, a casas de asistencia y algunos se quedaron a deambular por las calles aledañas. Hasta hoy, cuando de nueva cuenta y ante la omisión de la Presidencia Municipal, regresaron los picaderos al bordo. ¿Hasta cuándo, Alcalde?