Cada santo alaba su bordón
y les cuelgan sus milagros
ofreciendo mil halagos,
penitencias y oración.
Al norteño le apostaban
toda la raza grupera,
pero fue pura carrera,
carrera que no esperaban.
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De cuerda en cuerda botaba
cual si fuera brincolín,
quedó mal el chicuelín
con los golpes tambaleaba.
Y el del apodo del té
que con alcohol es sabrosa
fue su actuación exitosa,
gracias, Dios no les falle.
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Si quieren doy la revancha,
a ver quién vuelve a perder,
ventaja doy a escoger,
otro pueblo, o misma cancha.
Su mánager le propone
se inscriba en la maratón,
ahí sí será un campeón
si la suerte lo dispone.
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Alberto Torres Barragán
Tijuana, B.C.
