“Sacrificarse es comprometerse, por eso nadie quiere comprometerse,
porque nadie quiere sacrificarse”. Javier Valdez, Ríodo.
Dos corresponsales del diario La Jornada han sido sacrificados: Miroslava Breach en Chihuahua, y Javier Valdez en Culiacán.
Padres de familia dedicados al trabajo para vivir dignamente. Su trabajo era delicado como el de cientos de colegas en el mundo.
Sabedores del riesgo, con dignidad y valentía realizaron una labor social desde el periodismo.
Si La Jornada y Proceso, entre otros medios, han perdido en menos de tres meses a valientes compañeros, debe destacarse que son un ejemplo, un faro de luz en la oscuridad por la que atraviesa la nación.
La llamada deontología periodística, abundante en América Latina y en todo el mundo a través de los códigos de ética, no es letra muerte, de ninguna manera no lo es. Estos jóvenes reporteros sacrificados en todo el país, son héroes, mártires del periodismo, con su sangre riegan la tierra de las nuevas generaciones de la comunicación social.
La Jornada, Proceso, Ríodoce, han sido premiados en vida a través de instituciones como el Comité para la Protección de Periodistas. Y como puede verse en el caso del fundador del Semanario Ríodoce de Culiacán, Sinaloa, el mismo Javier Valdez sabía que su vida estaba en las manos de Dios y en peligro, pero los títulos de sus libros nos ilustran sobre el sentido social y profundo de sus investigaciones: “Los Huérfanos del Narco”, “Narcopolíticos”, etcétera.
Los reporteros, directores de medios, corresponsales, que abordan el tema del crimen organizado, saben que su vida está en riesgo constante. Hace unos años bombardearon El Siglo de Torreón, asesinaron a colegas de El Dictamen de Veracruz, en una nación tan extensa. No se trata de hechos aislados sino de una dinámica entre el crimen organizado y la vida diaria de familias, trabajadores, educadores que se empeñan en vivir con dignidad.
No solo son los narcopolíticos, son los narcoabogados, los narcoperiodistas, los narcopolicías, los narcodoctores, narcoempresarios; el secreto está en lo que el fundador de Ríodoce asumió como misión en su vida: sacrificarse es comprometerse.
Quien no se sacrifica no se compromete. La mística de Valdez es admirable. Sobre todo, viviéndolo en el propio Sinaloa, en el propio Culiacán. Y no es ficción, es la realidad de un periodista comprometido con su pueblo, con los niños, con las familias, con la gente de buena voluntad.
Javier Valdez, fundador de Ríodoce, no dio consejos. Fue un periodista comprometido con su comunidad y de paso con el país y el mundo entero.
Y si algunos se alegran de su desgracia, al tiempo, porque no conozco ningún narco y sus familias que sean verdaderamente felices, a no ser entre la simulación, la hipocresía, la superficialidad. Sus vidas serán efímeras y se borrarán de la faz de la tierra.
Inolvidables los que entregan su vida por sus familias, trabajo y comunidades. Memorables entre la oscuridad social. No han sacrificado sus vidas en vano.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali. Correo: saeta87@gmail.com