La mujer, de 71 años de edad y sobreviviente del cáncer dice que, aunque la tecnología vaya desplazando a los textos impresos, no será igual leer a través de un dispositivo que en papel
A Tijuana, Baja California llegó con engaños en los 80´s, una conocida en la Ciudad de México la convenció que se viniera a vivir a esta frontera. Le prometió techo y comida, pero recibió un trato cruel que prefirió tomar su rumbo, en un estado desconocido.
Concepción Ávila, arribó a estas tierras en compañía de su menor hijo, al poco tiempo se independizó, y hasta la fecha el trabajo no le ha faltado.
Venía por un año y ya han pasado varias décadas, y doña Conchita, como la conocen, no ha dejado de trabajar por el área del Hipódromo. Inició como empleada doméstica de reconocidas familias tijuanenses, luego fue conserje en un colegio, también se desempeñó en un hotel, pero al llegar a una “edad madura”, los trabajos fueron escaseando, dice.
“Las puertas se cerraron, pues las contrataciones solo eran para jovencitas. Al ser madre soltera tenía que sacar adelante a mi hijo Enrique. Así que un día pasando por la avenida Tapachula frente al Hipódromo, vi un anuncio sobre el traspaso o renta de un puesto de periódicos y revistas. Con mucho esfuerzo y gracias a mis ahorros, porque siempre he sido una persona ahorrativa, adquirí el puesto a la señora Rafaela García Salinas en marzo de 1990 desde ese entonces sigo en la zona y en la venta de periódicos”.
Primero vendía en un kiosco muy viejo, relata, que después unos vagos le incendiaron, “aunque lo mandé reparar, a los días me lo robaron”.
Con el paso de los años, el puesto de diarios y revistas se ha ido transformado a lo que es hoy día. Sobre la avenida Hipódromo y Tapachula, se instaló un local de aluminio con servicio de electricidad, el cual le fue regalado a la mujer por la familia Castro Munguía, propietarios de Farmacias Roma, ya que a un costado del puesto edificaría una sucursal más de sus establecimientos.
Cuenta doña Conchita que el “pedacito de terreno” en donde se ubica actualmente el local se lo donó el dueño de la propiedad. “Dicen que en las escrituras del inmueble está asentado mi nombre para que me prestaran ese espacio”.
Doña Conchita, de 71 años de edad, y sobreviviente de cáncer de mama, desde muy temprano sale de su humilde casa en la colonia Cañada Verde. Llega al puesto, recibe los periódicos y comienza a repartir a pie el material a sus clientes frecuentes de la zona. Las cortinas metálicas del local, las baja a más tardar a las 7:30 pm. “Ya nada más me falta dormir aquí, pero ya sería mucho”, se ríe.
“Yo me siento fuerte, con ánimos de trabajar. Quizá tenga mucho que ver mi alimentación, como muchas verduras, fruta; tomo agua. Me cuido mucho y mis pastillas no me fallan, pues al haber tenido cáncer hace tres años, motivo por el que me quitaron un seno, tengo que tomar mis medicinas. Gracias a que soy pensionada puedo pasar al Seguro Social por ellas cada mes, pues comprarlas en la farmacia me cuestan más de 2 mil pesos”, manifiesta la comerciante.
La vendedora de periódicos y revistas, relata que las ventas han bajado mucho, por lo que ha incluido nuevos productos en el puesto, como la venta de dulces y quizá próximamente de frituras.
“Las malas ventas se debe a que los mexicanos no les gusta leer. Mis clientes la mayoría son personas grandes, los jóvenes no compran periódicos. Mucho tiene que ver la tecnología, eso nos ha pegado y bastante”.
Tengo que seguir haciéndole la lucha, porque hay recibos que pagar; el agua, la luz, los alimentos no pueden esperar, agrega.
“Antes para surtir mi puesto compraba muchas revistas, pero ahora selecciono bien las que más se venden. Desgraciadamente me ha tocado ver que algunos medios impresos ya no existen, por eso de años para acá he incluido la venta de libros de diferentes editoriales. Pero ya estoy pensando vender otras cosas, además de los dulces, chocolates que ya vendo”.
Doña Conchita no se da por vencida pues dice que, aunque la tecnología vaya desplazando a los textos impresos, no será igual leer a través de un dispositivo que en papel.
“Seguiré vendiendo periódicos por siempre”.