En “Casquillos negros” (Tusquets, 2017) el narrador entrega una obra de ficción que se desarrolla entre Guadalajara y Tijuana. “¿Se puede leer esto como la verdadera historia de lo que pasó el 24 de mayo de 1993? Para nada; se puede leer como lo que estaba pasando, cuál es el contexto, cuáles son las relaciones que había con la sociedad y el narcotráfico que permitieron que esto pasara”, dice el autor a ZETA
A través de la novela negra “Casquillos negros” (Tusquets, 2017), donde es posible encontrar personajes reales y de ficción, hechos posiblemente verificables por un agudo lector entre sucesos hipotéticos, el escritor tapatío Diego Petersen Farah recrea el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, sucedido el 24 de mayo de 1993, justo en la recta final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Quiénes y por qué acribillaron al Cardenal han sido las interrogantes incluso después del carpetazo dado por el entonces procurador general de la República, Jorge Carpizo, sosteniendo la tesis de la “confusión” de los pistoleros del Cártel Arellano Félix que dispararon al purpurado cuando el aparente blanco era Joaquín “El Chapo” Guzmán.
En ese caldo fértil para las especulaciones, Diego Petersen Farah escribe “Casquillos negros”, una novela negra con personajes que pululan entre Guadalajara y Tijuana, aunque advierte en entrevista con Semanario ZETA:
“Todo es ficción, hay que leerla como una novela negra que tiene muchos datos sueltos que son realidad y que lo que le aportan esos datos es verosimilitud a la historia”.
Desde Guadalajara
Petersen Farah (Guadalajara, 1964) recordó que el “Caso Posadas” llegó a sus manos cuando era subdirector de un periódico local.
Transcurría 1992 cuando los jóvenes Diego Petersen Farah y Jorge Zepeda Patterson dirigían Siglo 21 en Guadalajara, periódico desde donde les tocó informar sobre el asesinato del Cardenal Posadas.
“Justamente el periódico Siglo 21 nació en 1992, tenía año y medio de haber salido a la calle, arrancaba ya con más o menos fuerza; Siglo 21 ya había pasado el 22 de abril de 1992, el momento de la explosión de Guadalajara donde el periódico se da a conocer nacional e internacionalmente. El periódico ya estaba en un período de maduración por decirlo de alguna manera, éramos una bola de chavos, yo era el subdirector y tenía en ese momento 28 años”.
— Siendo subdirector de “Siglo 21”, ¿cómo viviste periodísticamente el asesinato del Cardenal Posadas?
“Yo me enteré en el radio camino a la redacción. Era poquito antes de las 4:00 de la tarde, me acuerdo que era un día calurosísimo, mayo en Guadalajara es muy caluroso, pero ese día era particularmente sofocante el calor; y bueno, me entero por Notisistema, llegué al periódico y ahí vimos, junto con Jorge Zepeda, cómo abordar el tema.
“Y también, como había sucedido un año antes con la explosión en Guadalajara (22 de abril de 1992), pues muchos corresponsales extranjeros llegaron directamente al periódico y hacían base; la mesa de redacción prácticamente se convertía en una especie de sala de prensa internacional, y esto también te lo menciono porque permitió discutir con gente que tenía mucha experiencia sobre lo que estaba pasando en Guadalajara y cómo interpretar lo que estaba pasando”.
Actualmente coordinador de edición del diario El Informador de Guadalajara, luego de incursionar en la ficción con “Los que habitan el abismo” (Planeta, 2014), Diego Petersen Farah regresa al “Caso Posadas” dos décadas después.
De la realidad a la ficción
“Casquillos negros” tiene como protagonista a Adalberto Zaragoza, “Beto”, reportero y al mismo tiempo director del tabloide semanal Sangre de Guadalajara, quien investiga la muerte de una monja quien supuestamente se había suicidado.
Ya habían transcurrido dos décadas del asesinato del Cardenal Posadas y mientras “Beto” hurgaba en la muerte de la religiosa, un día recibió por debajo de la puerta de la oficina de Sangre un misterioso sobre blanco tamaño carta donde, al abrirlo muy intrigado, encontró dos fotografías sobre el crimen del prelado.
La curiosidad por saber la procedencia del sobre conduce, al reportero y al lector, a los embrollos de la política, la Iglesia, la corrupción y el narcotráfico en México.
— ¿Por qué decidiste escribir una obra de ficción y no un libro de investigación?
“Primero, porque desde que escribí la novela anterior hay la intención de incursionar en la ficción como una forma distinta de narrar la realidad. Cuando se habla de ficción normalmente pensamos en aquello que es mentira, pero en realidad la ficción lo que te permite es recrear a partir de elementos de la realidad y hacer un retrato distinto el cual el periodismo ya no te permite; es decir, los propios cánones del periodismo tienen límite en este retrato de la realidad y la ficción tiene otro papel no menos importante, no menos verosímil del retrato de la realidad.
“Finalmente, tanto el periodismo como la ficción lo que buscan es tratar de entender lo que nos está pasando y yo pensé que en la ficción podríamos dar un paso más en este oficio que yo considero que sigue siendo el mismo, que es el de narrar la realidad.
“¿Por qué no un libro de investigación? Porque yo creo que como la parte de la investigación ya había muy poco que aportar, es decir, justamente lo que lograron con el Caso Posadas fue que no hubiera elementos de credibilidad porque, desde que se empezó la investigación y eso es un poco la hipótesis que manejo, se buscó que nunca supiéramos qué había pasado.
“En la novela vendo un personaje que tiene como oficio limpiar las escenas del crimen; y ya publicado el libro aparecieron algunos testimonios que habían dicho que ellos llegaban a la escena del crimen y lo primero que les sorprendió es que ya rápido levantaron todo; los mismos agentes de la PGR que llegaron de la Ciudad de México ya no tuvieron acceso a la escena completa; sí había como este elemento de que no se supiera qué había pasado.
“Carpizo hablaba de una confusión perfectamente planeada, él lo decía en un sentido, yo creo que es absolutamente verdad pero en otro sentido; es decir, se planeó perfectamente que aquello nunca supiéramos qué había pasado.
“Entonces, me parecía que no podía ya aportar nada tampoco por el lado de la investigación periodística, a lo que ya se ha escrito, a lo que ya se ha discutido, y que además, si me preguntan, no tengo absolutamente ninguna claridad de exactamente qué pasó, tengo algunos elementos para pensar qué pudo haber pasado; cómo fueron las relaciones, es lo que me importaba más, que permitieron que esto sucediera”.
“No se podía administrar el narcotráfico”
Trenzada por capítulos fugaces, Diego Petersen Farah recrea en todo caso no solo del Cardenal Posadas, sino más bien el contexto y las relaciones peligrosas entre el narcotráfico y la sociedad.
— Tu novela recrea el involucramiento de la diócesis de Tijuana en lavado de dinero del Cártel Arellano Félix. ¿Podrías abundar en esta teoría en tu obra de ficción?
“Evidentemente que ahí está planteado como una ficción, pero yo sí tuve testimonios de sacerdotes que estuvieron en la diócesis de Tijuana y que me hablaban justamente de esta opulencia que había en esos mo8mentos en la diócesis, e incluso que los llevaban de vacaciones a Rosarito a casas de narcos, sí había este vínculo, este hecho que por supuesto la Iglesia inmediatamente le da la vuelta al asunto.
“No es, en el caso de la arquidiócesis de Tijuana, la única donde hay sospecha de lavado de dinero, acuérdate de aquella declaración del obispo de Aguascalientes que decía que ‘las limosnas de los narcos se purificaban por la Iglesia’; sí, yo creo que es un tema que se ha hablado un poco, no hay tampoco elementos como para construir periodísticamente pero, insisto, la ficción lo que nos permite es como crear el ambiente en que se desarrollaban estas relaciones para explicarnos cómo son estas relaciones entre narco y la sociedad”.
— Háblanos de la razón por la que incluyes en tu novela a personajes reales: El Cardenal Posadas, el nuncio Prigione, el procurador Carpizo, los hermanos Ramón y Benjamín Arellano…
“Son personajes que así actuaron directamente en ese caso; por ejemplo, en el caso de Prigione, creo que es un personaje que tuvo un papel muy claro en todo lo que fue la negociación de qué se investigaba del ‘Caso Posadas’; entonces, me parecía que en ese caso era muy importante que algunos personajes, no todos, mantuvieran sus nombres; los que ya requerían de recrear un personaje con más profundidad les cambié el nombre. Pero los que están simplemente interactuando de una manera más directa preferí dejarles el nombre para que tuvieran esta claridad en su vinculación”.
— ¿Qué puedes decirnos del personaje de ficción Everardo Montes, ecónomo de la diócesis de Tijuana, enlace directo con los Arellano? ¿Cómo lo reconstruyes?
“Hay un personaje que sí tuvo este papel en la vida real, pero Everardo Montes está reconstruido a partir de ese ecónomo de aquellos años, pero también de muchos otros sacerdotes, es una historia de muchos la que está ahí puesta, está reconstruida como un personaje distinto.
“El reto, en términos narrativos, era explicar por qué un personaje como ése llega a hacer lo que hace; cómo alguien se involucra de esa manera y cae aparentemente en una trampa del dinero fácil, ¿por qué?, pensé que tenía una historia detrás que se explicara, ahí sí lo que me planteé fue construir un personaje basado en la historia de grupos, no de uno, que explicara socialmente cómo funciona la relación, y cómo alguien puede llegar a hacer lo que hace”.
— Llama la atención en tu novela el día antes del asesinato, 23 de mayo de 1993, se iba a llevar a cabo la reunión entre el Cardenal Posadas y Ramón Arellano allá en un hotel de Plaza del Sol de Guadalajara o el hecho de que haya sido supuestamente la mamá de los Arellano quien había solicitado la reunión con el Cardenal. ¿Qué es realidad y qué es ficción en tu historia?
“Sí hubo un carteo entre la madre de los Arellano y el Cardenal Posadas, esto de voz de algunos miembros de la curia; dos, ‘El Chapo’ estaba escondido en ese hotel, ese día cenó ahí el Cardenal Posadas, en ese mismo hotel; entonces, yo lo que hice, en esa parte absolutamente ficcionada, fue decir: ‘A ver, ¿qué pudo haber pasado?’, porque la reunión iba a ser ahí, en el lugar donde estaba ‘El Chapo’, el lugar donde estuvo el Cardenal, y que finalmente por algún motivo haya fracasado la reunión, todo eso es absolutamente ficcionado, es digamos amarrar los cabos sueltos para crear la ficción”.
“Lo que sí es cierto es que estaba el Cardenal y ‘El Chapo’ el mismo día, esa misma noche, en el hotel, sí, eso está probadísimo, la noche del 23 ahí estaban los dos. Que se vieron o no, no hay ningún elemento, y si se iban a ver con los Arellano eso sí ya es ficcionado”.
— Finalmente, algo que quisieras destacar 24 años después sobre el asesinato que “cimbró al país”…
“Repensando el ‘Caso Posadas’ tantos años después, en realidad lo podemos interpretar como el punto de quiebre de un pretendido modelo de administración del narcotráfico, por supuesto, es un modelo que no logró funcionar, pero que en ese momento no lo veíamos, ése fue como el primer síntoma de que el modelo no iba a funcionar, que no se podía pactar con el narcotráfico, que no se podía administrar el narcotráfico.
“El ‘Caso Posadas’, como le llamamos nosotros al asesinato del Cardenal, es un caso que discutimos muchísimo porque se reabrió tres veces, había versiones como muy encontradas y pensé que podía ser un buen caso para abordar desde el punto de vista de la ficción, no solo porque había muchos elementos que se podían reinterpretar a casi 25 años del acontecimiento, sino porque permite un retrato de cómo se dio esta vinculación del narcotráfico no solo con el Estado sino con la sociedad en general.
“Evidentemente, como digo yo al final, el elemento de los casquillos negros (‘los casquillos negros son la huella digital del gobierno’) sí es un elemento que a mí me lo dijo un policía que estuvo en la escena del crimen: ‘no te lo podría decir jamás en grabadora, pero yo estuve ahí y pasó esto’; curiosamente, después apareció alguien y dijo ‘el primer día se dijo eso en la radio porque el reportero que fue había sido policía’, y a mí me llamó la atención lo mismo; nunca más se volvió a hablar de eso, pero ese elemento ahí está, lo digo hacia el final.
“¿Se puede leer esto como la verdadera historia de lo que pasó el 24 de mayo de 1993? Para nada; se puede leer como lo que estaba pasando, cuál es el contexto, cuáles son las relaciones que había con la sociedad y el narcotráfico que permitieron que esto pasara”.
A continuación, Planeta en coordinación con Semanario ZETA ofrecen un “extracto del libro ‘Casquillos negros’, de Diego Petersen Farah, publicado en el sello Tusquets, 2017. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México”.