“Somos pobres pero no mugrosos”, expresa Yoli a su esposo “El Negro”, una pareja de mexicanos que viven en la miseria pero, que a base de un trabajo poco remunerado, han podido sobrevivir los embates de una economía frágil.
Ellos, que desde jóvenes se conocieron y se casaron, deciden quedarse en la Ciudad de México, no así Osvaldo y Marisela, quienes después de 30 años de ir a buscar el sueño americano, establecerse y formar una familia en Estados Unidos, deciden regresar con el objetivo de llevarse a ese país a su cuñada y hermano, cuyo oficio es mecánico.
La historia abre un abanico de añoranza, envuelta de nostalgia, donde el nacionalismo se sella con la negativa de Yoli de abandonar su país a pesar de la adversidad: “Aquí somos alguien, allá (EU) no somos nadie”.
Esa es una de las varias reflexiones que deja la puesta en escena “Made in México”, trabajo que se presentó en Tijuana en la sala de espectáculos del CECUT con las actuaciones de María Rojo (Yoli), Alejandro Suárez (El Negro), Juan Ferrara (Osvaldo) y Laura Flores (Marisela).
Cabe destacar que el personaje de Alejandro Suárez, es el que lleva el peso central de la historia, en un excelente trabajo que conduce al espectador de la risa al enojo por la manera de tratar a Yoli, su esposa, entrelazando sentimientos.
“La reflexión que deja es amar nuestras raíces, amar nuestro patrimonio, nuestros usos y nuestras costumbres, nuestra cultura, nuestro olor y nuestra comida… es amar a México”, expresaría en reciente entrevista con ZETA María Rojo.
Bajo la dirección de Manuel González Gil y escrita por Nelly Fernández Tiscorina, la historia es aderezada con temas que reflejan identidad nacional: “México Lindo y Querido”, “Cruz de Olvido” y “México en la Piel”, por citar algunos.
En “Made in México” hablan de arraigo, de política, de la difícil situación económica, del sueño americano, del olvido, de las raíces, de la comida y de los amigos.
“A mí me duele mucho que estén allá, yo no quisiera que ninguno de nuestros hijos estuviera allá. Yo quisiera que todos pudiéramos vivir en su país si quieren y que nadie se tuviera que ir. Yo quisiera que nunca nadie los humillara”, expresa Yoli cuando ésta y Marisela hablan de cómo le cambió la vida a una, y de lo feliz que vive la otra pese a la falta de dinero.
Así, el reencuentro entre las dos parejas pasa de la alegría al enojo, que se funde en una sentida reflexión pronunciada por Yoli: “Amo a mi tierra, que tiene cosas que siempre van a estar aquí, que no te puedes llevar en la maleta, como el olor de la comida, el olor de la tierra, nuestras tradiciones, nuestra identidad”.
Ciertamente María Rojo recalcó que la puesta en escena “exhorta a que volteemos nuestra cabeza para otro lado, a ver todo lo que tiene el pueblo de México, que hay que sacar la casta, aprender a amar a su país y conformarnos con lo que tenemos, que tenemos mucho”.