El escritor entrega a Penguin Random House y Ediciones Proceso su novela autobiográfica “El deshabitado”, a presentarse en la FILEY de Mérida el domingo 12 de marzo. “Es una novela que no debió haberse escrito nunca”, refiere el autor a ZETA
Tras el asesinato de su hijo Juan Francisco el 28 de marzo de 2011 junto con seis de sus amigos, Javier Sicilia quedó “deshabitado”.
Sicilia se encontraba en Filipinas participando en diversas actividades literarias, invitado por el entonces embajador de México en aquel país, Tomás Calvillo. “Mataron a Juan”, le soltó a rajatabla el diplomático cuando fue a avisarle a su habitación mientras descansaba junto con su compañera Isolda Osorio.
“En realidad quedé deshabitado, el asesinato de mi hijo me desalojó absolutamente de mis certezas, de mi estar en el mundo, de lo que había sido mi vida, y pues en esa deshabitación surgió el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, mi esclarecimiento de mí mismo, mi mirada sobre la religión; es casi un rehacer en esa deshabitación, la experiencia de alguien deshabitado por la ausencia, deshabitado por la violencia y el desmoronamiento de un país, deshabitado incluso de la palabra porque dejé de escribir”, refiere a ZETA.
Conocida es también su sentencia luego de la tragedia familiar: “Ya no hay más que decir / el mundo ya no es digno de la palabra…”.
Afortunadamente, la pluma de Javier Sicilia ha continuado. Entregó el libro de ensayo “Estamos hasta la madre” (Planeta/Proceso, 2011); después “El fondo de la noche” (Literatura Mondadori, 2012), novela de la que dejó una penúltima versión antes de su viaje a Filipinas en 2011 y revisó a su regreso; “Vestigios” (Era, 2013), cuyos poemas también ya los había reunido previo a su advertencia; y “El movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad” (Era, 2016) en coautoría con Eduardo Vázquez Martín, este último a presentarse el lunes 13 de marzo durante la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY).
Ahora Javier Sicilia propone “El deshabitado” (Penguin Random House, Ediciones, Proceso, 2016), cuyo título también se dará a conocer en la FILEY el domingo 12 de marzo en Mérida.
“Una novela que no debió haberse escrito”
En “El deshabitado” Javier Sicilia entrega una novela autobiográfica fundamental de este tiempo aciago donde recrea con lucidez poética las secuelas de la guerra contra el narcotráfico, emprendida por el gobierno de Felipe Calderón.
— ¿Por qué quisiste escribir esta novela autobiográfica?, preguntó ZETA.
“Son varios niveles: una, porque me la debía, tenía que pasar a través de la forma del lenguaje mi experiencia interior del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, entender qué sucedió, qué me sucedió, cómo afronto eso, cómo vivimos eso, porque el lenguaje, la palabra es el mundo de los seres humanos, y con la palabra resignificamos un mundo que quiere ser negado en su significación; porque la violencia no es más que negación de la significación, negación del lenguaje, negación de la vida, negación de la vida de los seres humanos.
“En segundo lugar porque soy un hombre de palabra, y esta experiencia de las víctimas que son experiencias indecibles, pues tratar de aproximarla para que otras víctimas puedan tener un universo humano donde recargar su propio sufrimiento, entenderlo a través de palabras, ser nombrado, hasta donde se pudo, en esa novela.
“En tercer lugar porque creo que se la debo al país, cómo viví y a partir de mí cómo vive una víctima en todas sus dimensiones una tragedia de esta naturaleza, y cómo vi ese Movimiento que creo que es uno de los movimientos más importantes de los últimos 30 años porque visibilizó a las víctimas, porque puso en el centro del país la voz de las víctimas; esos tres niveles son los que me llevaron precisamente a escribir esa novela”.
— ¿Podrías desarrollar un poco más esta idea que compartes en la nota preliminar donde adviertes que “la novela es siempre más verdadera que la “objetividad” histórica”?
“Generalmente la novela es mucho más veraz en el sentido de que habla desde la profundidad del drama humano que se juega en los hechos históricos, y en ese sentido le da una dimensión mucho más trascendente de lo que puedan dar estas prosas del historiador que pretenden ser muy objetivas, donde lo humano generalmente no está; están los hechos, los fenómenos políticos, sociales, y sin el drama humano, la historia no tiene sentido”.
— Habías advertido que no volverías a escribir poesía, afortunadamente tu novela es una obra poética en sí misma, además de que contiene abundantes recursos poéticos…
“El poeta no muere, el que uno haya dejado de ejercer el oficio de escribir, el oficio natural del poeta que es el poema, pues la poesía no es un oficio, es un don, es gracia o una desgracia, como digo, sigue sintiendo, percibiendo como poeta, dónde esté, donde tenga que ejercer un lenguaje aparecerá el poeta”.
— ¿Por qué optaste por escribir “El deshabitado” en tercera persona del singular?
“Como el personaje principal de esta novela soy yo, necesitaba tomar distancia, para poder juzgar bien, poder mirar cómo veo a los otros, y la tercera persona, justamente el narrador omnisciente, me permite ese distanciamiento que me permitió emitir juicios, valoraciones, sobre mi propia persona, y no hacer un tipo de novela justificatoria, ¿no? Estas novelas testimoniales donde el autor es el personaje terminan por ser justificatorias; yo trataba de hacer una confesión, y la tercera persona me lo permitió”.
— ¿Por qué preferiste conservar nombres reales en tu obra?
“Mira, siempre me ha repugnado en la literatura una tradición de Francia, la ‘roman à clef’, la novela en clave; se ha escrito mucho, quizá la más famosa de las novelas en clave sea ‘Los mandarines’ de Simone de Beauvoir, que habla de su propia vida, la relación de Camus con Sartre; y me repugna que si son novelas que nacen de la realidad, disfrazar lo que no se puede disfrazar, pues sabemos quiénes están en esas novelas en clave, creo que no es honesto.
“Yo creo que cuando se hace una novela de orden autobiográfico uno tiene que tener el valor no solo de desnudarse y de presentarse tal como es, sino de que pues los actores que se hicieron parte de esa vida, pues ser vistos desde el punto de vista del otro, ¿no? Y yo creo que disfrazarlo de un nombre no es honesto en una novela que quiere ser testimonial; entonces, ‘El deshabitado’ es un testimonio de sucesos que acontecieron en este país, con personas y personajes que viven en este país y que hicieron parte de ese Movimiento y de mi vida”.
— ¿Qué referencias tenías de novelas autobiográficas escritas en tercera persona?
“En tercera persona las conozco poco, fuera de las novelas de ‘roman à clef’, las novelas en clave, como ‘Los mandarines’ de Simone de Beauvoir, que está en tercera persona, pero los nombres son ficticios, aunque los personajes son reales, tienen nombre y apellido; pero generalmente este tipo de novelas se escriben en primera persona. Pienso en una gran novela reciente de Amos Oz, que es autobiográfica, que se llama ‘Una historia de amor y oscuridad’, es una novela autobiográfica escrita en primera persona.
“No conozco un antecedente donde el autor, el narrador y el protagonista principal sea, como en mi novela, la misma persona, no conozco una novela así, quizá la haya, ¿no? Las hay con nombres ficticios o las hay con el narrador en primera persona”.
— ¿Qué es realidad y qué es ficción en tu novela autobiográfica?
“Este relato es real y a la vez ficticio; es decir, hay elementos de ficción, evidentemente, por ejemplo, sucesos, conversaciones, que tuvieron en diferentes momentos, había que concentrarlas en un momento ficticio, ¿no? Pienso en uno de los capítulos donde voy dialogando con Emilio Álvarez Icaza, sí sucedió, pero lo que hablamos allí en la novela es la suma de muchos diálogos en muchas partes. Hay varios pasajes donde están ficcionados, donde el suceso no es así, pero es la sustancia del suceso”.
— A propósito de las conversaciones que incluyes en tu obra, ¿cómo recreaste los diálogos de personajes reales? (Georges, Estefanía, embajador Tomás, Margalida…)
“Los traía en mi corazón, justamente las partes medulares estaban conmigo, en mi memoria, en mi ADN, pues lo pude reproducir; además, son amigos con los que tengo desde hace muchos años una intimidad, bueno, está mi hija, el embajador Tomás, Georges, Emilio Álvarez Icaza, pues es gente muy cercana, los conozco muy bien, por eso en los diálogos que tuve fueron los que mejor se quedaron conmigo”.
— ¿Cómo escribir cuando quedas deshabitado luego de una tragedia?
“Con los fragmentos de una vida. Y esos fragmentos contenían algo de verdad y de ahí rehacer el rompecabezas; es un juego paradójico que habría que decirlo con el lenguaje de la mística, de hecho hay un pasaje, el de Juárez, donde cito a uno de los grandes místicos de la tradición cristiana que es el maestro Eckhart, donde dice: ‘para que realmente Dios piense y actúe en la vida de uno, uno debe estar tan vacío y tan pobre que no pueda caber ni siquiera una idea de Dios’, de tal forma que si Dios actúa en esa alma, es Dios actuando sobre sí mismo, es una reflexión mística compleja.
“Y lo que yo concluyo es que en el momento de una deshabitación tan brutal donde colapsa todo, tu ideológica, tus ideas, todo aquel bagaje con el que un ser humano enfrenta la vida y se va construyendo, bueno, todo eso queda colapsado, queda uno deshabitado, pero mi experiencia como hombre de fe, es que allí, como dice Eckhart, está la impronta de Dios y es lo que emana; creo que si algo salió de esa deshabitación es la experiencia del amor, que es el fundamento del Movimiento, la irracionalidad de la violencia o la irracionalidad de la misma magnitud, pero en sentido contrario que es la del amor; y eso fue, la indignación que acompaña al amor, o el amor que acompaña a la indignación”.
— ¿Cómo fue el proceso de escritura mientras encabezabas el Movimiento por la Paz?
“En mis ratos libres, robándole tiempo a mi familia, a mi mujer, en las noches, siempre hay un hueco en el día, una o dos horas en el día que uno puede robarse a sí mismo para poder escribir, yo creo que un artista debe de mantener su libertad hasta donde pueda y ganarse su vida como todos y dar ese plus, ¿no? Y pues uno tiene que robarle el tiempo a otros y a uno mismo para poder servir a las palabras.
“Fueron cuatro años de mucho trabajo, hice una primera versión con mucho dolor, la dejé descansar, me volví a acercar, quité cerca de 100 páginas, volví a releerla, la volví a pulir, o sea, la novela estaba en su totalidad de lo que tenía que decir; ahora, ¿cómo refinarla? para que eso que estaba ahí dicho pues fue mucho tiempo de trabajo, quité páginas, y Alejandro Pérez, a quien le hago un homenaje, me ayudó mucho al final como editor, me ayudó mucho a pulir, porque ya uno pierde la distancia, está tan metido, tan harto; fueron muchos procesos, pero la novela desde que la concebí estaba acabada de alguna manera, en dos planos, y poco a poco como se escribe una novela, es decir, sí sabes a dónde vas, qué es, pero se va creando en el camino, hasta que pones el punto final y dices ‘ya está’. Ahora falta el trabajo más duro, pulirla, quitarle, afinarla”.
— ¿Qué fue lo más difícil al recrear el horror familiar y del país en esta novela?
“Lo más difícil fue enfrentarme con mi propia vida, revivir una historia muy dolorosa y tratar de pasarla a través de una narrativa; por ejemplo, un pasaje que me costó mucho trabajo, lloré mucho, fue cuando me avisan de la muerte de mi hijo, pasajes cuando tengo que hablar cómo me siento con Georges, cuando tengo que decirle cuál es la imagen que tengo, en las noches cómo miro la muerte de mi hijo, esos pasajes donde tengo que enfrentarme a ese momento del que no sé nada más que los relatos de los criminales, vivirlo en la experiencia propia de qué sintió un hijo en ese momento, fueron los pasajes más dolorosos, ¡no quiero volverlos a leer!”.
— ¿Quedaste satisfecho con “El deshabitado”?
“Pues satisfecho no; creo que es lo que tenía que decir, es difícil hablar de satisfacción, es una novela que no debió haberse escrito nunca, es una historia que no debió haberse escrito; era una obligación como una respuesta al asesinato de mi hijo, lo que se ha hecho y lo que he hecho no me satisface porque estoy deshabitado, no debió haber sucedido, era una obligación humana responder y escribir esta novela; era un deber, el deber cumplido, la fidelidad al deber o a lo que se es, la fidelidad a mi hijo, la fidelidad a mi país, la fidelidad a las víctimas desde la perspectiva del deber, tenía y debía hacer”.
— Tras una tragedia personal producto de la violencia en México muchos han sido desplazados hacia diversos países, como tu hija Estefanía junto con su hijo Diego. ¿Por qué decidiste quedarte?
“Porque México es mi país, es mi madre, es una madre malvada, es una madre torcida, es una madre degenerada, pero es mi madre y creo que tiene posibilidades, si hay hijos como yo o como toda la reserva moral de este país, pues podemos reformarla; eso casi significa volver a fundar, volver a ser madre; pues ése es mi compromiso, aquí asesinaron a mi hijo, aquí han asesinado y desaparecido a cientos de miles de personas; yo no puedo tener mi conciencia en paz porque en mi país se permiten crímenes, si no sigo luchando para dignificar y encontrar la justicia para las víctimas y la paz para que ya no pueda haber más”.
— ¿Qué desenlace adviertes del sexenio de Enrique Peña Nieto?
“El sexenio de Peña Nieto es lo mismo que Calderón, pero con un sesgo hipócrita, eso ha acumulado más víctimas, más sufrimiento, más dolor, no está encarando la problemática como debe encararse, haciendo una transformación de orden social, sino queriendo seguir combatiendo el crimen con el Ejército, con las fuerzas armadas; no querer hacer esta Ley de Seguridad Interior para darle un marco legal al Ejército es legalizar el Estado de excepción y vamos a ver más desapariciones, más sufrimiento y más muerte; Enrique Peña Nieto no ha sido un buen presidente, es un Presidente igual que Calderón, que ha decidido estar del lado del crimen”.
— Finalmente, ¿qué quisieras expresar a propósito de que siguen apareciendo fosas con muchos cadáveres o incluso huesos irreconocibles?
“Es una de las cosas terribles; por eso el personaje regresa, como dice la novela, al infierno que es este país; a seguir peleando, porque pese a lo que hizo el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, pese a la Ley de Víctimas, la actitud del gobierno, la actitud del Estado y las partidocracias con respecto a esta tragedia humanitaria que estamos viviendo, a esta emergencia nacional, pues ha sido la negligencia, el desprecio y el silencio.
“De hecho, las fosas las hemos tenido que abrir la sociedad civil, las víctimas en particular; abrimos incluso fosas aquí en Morelos, las de Tepetzingo, que no son fosas de los criminales, son fosas del Estado que se comporta igual que los criminales.
“Al igual que en Tepetzingo, en Jojutla vamos a exhumar cadáveres de las procuradurías que pues han estado enterrando igual que los criminales y desapareciendo gente igual que los criminales; y no hay consecuencias, hay una gran impunidad, pues la tragedia sigue”.