Para Camila, que aún no aprende a manejar, pero ya pronto…
Si no fallan las cuentas, faltan escasos siete días para que el gobierno de Juan Manuel Gastélum Buenrostro empiece a multar a quienes infringen el Reglamento de Tránsito. Quién sabe por qué desde el inicio del XXII Ayuntamiento se rehusaron a esa medida que es su facultad y obligación para ponderar la seguridad vial, y que hasta hace una semana alertara que ahora sí lo harán, pero es algo que a Tijuana le urge.
Aparte que seguramente será un buen ingreso para el Ayuntamiento (o para los policías, si lo que impera es la transa y la mordida), ese dinero podría utilizarse para arreglar las maltrechas calles de la ciudad. En todas las delegaciones, en todas sin excepción, las calles están llenas de baches, hoyos, hoyancos, zanjas y pequeños desfiladeros que no solo afectan las cuestiones mecánicas de los vehículos, sino que hacen perder tiempo a la población y provocan accidentes al momento de esquivarlos.
En anteriores administraciones hubo recursos importantes para comprar, por ejemplo, un asfalto que se colocaba en frío; con una máquina especial y de rápido trabajo, se tapaban los baches que la falta de mantenimiento a las vialidades, las lluvias y los escurrimientos de aguas oficiales, dejan a su paso. Otros echaban una mezcla de asfalto y tierra en lo que llegaba el recurso para pavimentar o reencarpetar.
Pero lo que es en el incipiente trienio de Gastélum, nada más no se ve nada.
Lo de consentir que no se multe a la población que maneja un vehículo (entendemos que es así e incluso se dio un plazo para empezar a infraccionar) viene a trastornar más los conflictos viales de por sí agravados por el mal estado de calles y avenidas, y por las muchas obras que sin planeación y por toda la ciudad, tienen cerradas vialidades, haciendo aún más tardado, engorroso y peligroso cualquier traslado.
Ojalá que la Policía de Tránsito al servicio de la ciudad, pero comandada por el alcalde, empiece por multar a quienes, es evidente, más transgreden el Reglamento de Tránsito: los principales aliados del presidente municipal, los transportistas públicos.
Usted se habrá dado cuenta si maneja un vehículo, de cómo taxis, calafias y camiones se detienen a bajar o subir pasaje en zonas cuyas banquetas están pintadas de rojo como indicativo de no estacionarse, de no detenerse en esa área bajo ninguna circunstancia. O de cómo hacen hasta doble carril para descender su pasaje, apoderándose ya no solo del cordón de banquetas prohibidas, sino de las calles de todos.
Es común también que den vuelta donde no deben. La falta de una supervisión de la Dirección de Tránsito y Transporte y de la Policía de Tránsito sobre quienes ofrecen el servicio de transporte masivo, ha creado un caos de rutas oficiales, extraoficiales, cortas e ilícitas. En cualquier bulevar, paseo o avenida, se ven unidades de todos los colores. Mayormente los taxis libres, clonados o legales, hacen sitio en las principales calles de la ciudad a la espera de pasajeros e infringiendo el Reglamento de Tránsito.
Ciertamente hay conductores que no deberían tener ni licencia ante el desconocimiento de las reglas viales, pero los transportistas públicos se llevan de calle el trofeo a los prepotentes de la ciudad.
El problema, y ya se ha visto con las arengas de los taxis amarillos para acabar con el Sistema Integral de Transporte de Tijuana o con los ataques que han realizado contra conductores del servicio privado Uber, los transportistas siempre quedan impunes. Particularmente en esta administración, pues desde la campaña por la alcaldía, Juan Manuel Gastélum hizo un pacto con ellos (tan así que un dirigente de Transportes Azul y Blanco es hoy día, director del Sistema Municipal de Parques Temáticos de Tijuana), y permanecen intocados. Prácticamente son los dueños de las calles y los cordones de banqueta, sean rojos, verdes o blancos.
La impunidad que tienen al volante los choferes del transporte público en Tijuana es impresionante. Cambian de carril de lado a lado, incrementan la velocidad, le echan encima la unidad a los conductores que no les permiten el paso, se estacionan en doble fila… un caos total.
Si el compromiso del alcalde es verdadero, si quiere contribuir a la cultura vial en la ciudad y a la tranquilidad en calles y avenidas, ordenará a los agentes de Tránsito que no haya intocables, que también infraccionen a los transportistas por hacer sitios donde no los hay, por bajar pasaje donde no está permitido, por detenerse en un semáforo rojo a subir clientes, o por vulnerar la seguridad de los usuarios, dejándolos donde les conviene por la celeridad del viaje, en lugar de las zonas específicas por la seguridad del pasajero.
Puede resultar imposible que un policía de Tránsito multe a un policía en activo, pero también deberían. Las patrullas de la Policía Municipal infringen el Reglamento de Tránsito a su soberano antojo. Y no se trata precisamente de acudir a emergencias o a cumplir con su deber, sino de la manera en que conducen los policías, también estacionándose en doble fila, también cambiando de carril abruptamente o pasándose los altos con el pretexto de acudir a alguna imaginaria emergencia.
¿Quiere más? Los cambiones de valores. Con el pretexto que transportan valores y recogen dinero de empresas y negocios por toda la ciudad, se estacionan donde les da la gana y no donde está permitido, además, manejan con prepotencia por encima del automovilista que cumple con los preceptos municipales.
Efectivamente, ya va siendo hora que en la ciudad haya un orden vial. Que se multe a quienes infringen el reglamento, a quienes no respetan las señales de tránsito, a quienes manejan de manera peligrosa e irresponsable, sean transportistas, conductores, choferes, policías, funcionarios (otros que creen que son inmunes al reglamento. Ejemplo: el secretario de Salud cuyo chofer lo transportó por una cuadra en pleno Bulevar Agua Caliente en sentido contrario), o autoridades diversas.
A ver qué ordena el presidente municipal, a ver si va contra sus aliados los transportistas, y los obliga a ser respetuosos -a fuerza de multas- de los espacios, los señalamientos, los autos y la vida del resto de quienes aquí residen o transitan.
A ver si es cierto, alcalde.