Sucedió en Madrid. Oficialmente, se autorizó el matrimonio entre homosexuales. Nada más lo anunció el Gobierno y la reacción fue estremecedora. No llegó a la tremolina. Tampoco hubo pintas o turbas en las calles lanzando bombas molotov. No siquiera mofa contra los favorecidos por tal decisión oficial. Eso sí, abundó el enojo. Sobraron las incomodidades y subieron de tono. Muchos ofendidos. Por eso el sábado 18 se realizó una marcha. El “Foro Español de la Familia” en Madrid la hizo con la consigna: “Todos contra la ley que permite matrimoniarse a homosexuales o lesbianas”. Leí y vi la foto de tal manifestación en El País. Miles de personas retacaron una avenida más o menos el doble de ancho que la Revolución de Tijuana. Desde el legendario Hotel Nelson hasta donde termina al norte para entroncar con bulevar Agua Caliente.
El problema brotó cuando se calculó la asistencia. Para los organizadores fue un millón y medio de personas. La comunidad de Madrid calculó 700 mil. El parte oficial policiaco: 166 mil. El País estimó 180 mil. Pero en el diario no se hizo al tanteo. Tienen un redactor en jefe de infografía. Tomó como base los mapas oficiales. Restó espacios de fuentes o maceteros y cubicó la superficie ocupada por los manifestantes. Se auxilió en foto aérea. Determinó que son 45 mil metros cuadrados y los técnicos del diario calcularon: cuatro personas por cada metro cuadrado, suman 180 mil. De todas formas la cifra publicada inconformó a los organizadores. Escribieron a El País: “Yo estuve allí y los vi con mis propios ojos”, comentó una. “Vigilen a quien firmó la noticia porque no estuvo allí. Es imposible”. Por eso en su última edición, el periódico dedicó una plana explicando cómo calculó la asistencia. Y para respaldar hasta la validez, publicó una foto aérea facilitada por la Dirección General de la Policía. Aparte, El País detalló que el cubicaje en las manifestaciones no es nuevo. Recordó la política del diario establecida desde hace muchos años. Transcribió el Artículo 2.51 de su Libro de Estilo: “En las manifestaciones de asistencia fácil de calcular (centenares, algunos millares), hay que incluir directamente el número de participantes, al margen de dar a conocer también las cifras facilitadas por la Policía o los organizadores. En las grandes manifestaciones, el periódico ofrecerá un cálculo propio, pero siempre explicará el mecanismo utilizado, preferentemente el espacio ocupado por una media de personas por metro cuadrado”.
No es la primera ocasión de reclamos por asistencias. Madrid se significa por sus grandes manifestaciones. Tal sucedió con la concentración rechazando la guerra de Irak en febrero de 2003. Los organizadores proclamaron dos millones. El País, 991 mil personas. Una semana después se realizó otra organizada por Nunca Más: Según el diario, 240 mil personas contra un millón anunciado por los promotores.
El domingo pasado invitaron a exigir públicamente mayor combate mundial a la pobreza. Convocó la “Alianza Española contra la Pobreza”. Su informe: 50 mil asistentes. La Delegación de Gobierno y la Policía Municipal prefirieron no reportar. El País calculó 35 mil.
Terminando los ochentas y empezando los noventas, ZETA creó el “Gentómetro”. Con la participación de arquitectos e ingenieros, se tomó como base medir a lo ancho la Avenida Constitución, incluidas banquetas. Luego lo largo. Desde la calle Primera hasta la Segunda. Y así cuadra por cuadra. Luego cubicularon: cada 10 por 24 metros cuadrados, cupo de 480 personas. Todo esto se hizo por la diferencia sobre cifras publicadas. No tanto en respuesta a reclamo a lectores. Es que El Mexicano, por ejemplo, publicaba que solo estuvieron 500 personas en un mitin de apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas, cuando fueron aproximadamente 5 mil. Y achicaba engañosamente la asistencia a los actos políticos de partidos opositores al PRI. Naturalmente, exageraba cuando se trataba de eventos promovidos por este partido. Entonces los candidatos tenían eso que antes le decían arrastre y ahora poder de convocatoria. La diferencia era notable. Semanalmente, en tiempo electoral se publicó con croquis apoyado por fotografías, determinando la asistencia.
En aquellos años estaba recién derrotado el PRI. Pero todavía le “sobraba cuerda” con las trapacerías clásicas del “acarreo” mientras los panistas se atenían a la buena voluntad de sus simpatizantes. Desgraciadamente y con el tiempo, en Acción Nacional perdieron esa calidad. También le entraron al transporte de los popularmente llamados “borregos”. Hasta el punto cuando PRI y PAN se volvieron tramposos y desencantaron a los ciudadanos. Tanto así, que se vio en la última campaña municipal. No hubo grandes concentraciones en el tradicional crucero de Avenida Constitución y Calle Segunda. Lo más que logró el PRI, fue llenar el Salón Alba Roja, y eso “acarreando” y ofreciendo regalos. Así, ya no fue necesario utilizar el “Gentómetro”.
Recuerdo todo esto porque el domingo 26 de junio se realizó una manifestación contra la violencia. Convocó “Tijuana en Marcha” desde el Parque Teniente Guerrero y terminó en la plaza de Palacio Municipal. Los organizadores justificaron: “El objetivo es recordar a nuestros mandatarios, la obligación constitucional que tienen frente a nosotros, como sus mandantes, de dar solución efectiva al problema de inseguridad pública”. Y anunciaron exigir: “Coordinación de las policías para erradicar el crimen. Planes de seguridad pública. Ley de Transparencia. Que los poderes Legislativo y Judicial cumplan con su tarea. Mayor presencia policiaca y mejores sueldos a guardianes. Más prevención sobre el consumo de drogas entre jóvenes”.
El periódico Frontera reportó 800 asistentes “según la Policía Municipal”. Lo mismo dijo Karina Muñoz en “Notivisa”: 800. Los organizadores, mil 500. El Mexicano, simplemente “… cerca de mil almas”. Un fotógrafo de ZETA calculó: “Bajita la mano, 500”. En fin, apreciaciones diferentes. Pero en este caso, no es motivo para discutir como en Madrid. Lo grave es la pobre asistencia ante un problema tan delicado. Y en esto cabe uno de dos motivos: cero poder de convocatoria o indiferencia de los habitantes. La gente no fue porque estaba viendo el partido de futbol entre las selecciones de México y Argentina. De ser así, a los pobladores de Tijuana les interesó más el partido y no protestar por algo tan preocupante. Nos afecta a todos.
Aparte, bajo el supuesto no concedido de que Tijuana tiene dos millones de habitantes o tres, ni siquiera acudió el uno por ciento de la población que sería, mínimo, 20 mil. O el 10 por ciento, 200 mil. En 1960, cuando la población era notablemente menor, había más participación en estos reclamos populares. Un sociólogo me comentó: “Ya son más los habitantes recién llegados de otros estados y no les interesa Tijuana. Lo único que quieren es ganar dinero o pasarse al otro lado”. Me recordó esa exigencia para tener un lote gratis o la dejadez mostrada tirando basura en los pluviales. Piensan que todo es obligación del Gobierno y abundan los que ni pagan impuestos. A los migrantes del pasado les costó mucho trabajo comprar un lotecito y construir su casa. Los recientes reclaman gratis. Muchos votan a cambio de regalos o asisten a eventos públicos solo si les obsequian algo. Y me sorprendió: los tijuanenses por adopción o nacimiento, ya no creen en su gobierno. Al oírle, me quedé con la impresión de ciudadanos “me-importa-poco”… y Tijuana quedándose sin el cariño de sus habitantes.
Tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicado el 1 de julio de 2005.