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lunes, octubre 14, 2024
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Templo cívico México. Su pasado, presente y futuro (Treceava parte)

Morelos le había dado un año de respiro a su lucha contra Calleja y gracias a esto el realista pudo aumentar las levas y formar un ejército de 88,000 individuos bien armados y adiestrados, entre ellos varios miles que habían llegado de España como refuerzo, y además, organizaron la colaboración de los sacerdotes realistas, quienes iniciaban las confesiones preguntando a las mujeres, si sus maridos o sus hijos tenían armas ocultas; gran número de sublevaciones abortaron. Los oficiales realistas tenían instrucciones en no reparar en los medios empleados para la represión, y todo aquel que era señalado de poseerlas, para sembrar el terror, era desorejado o degollado, principalmente los cabecillas insurgentes.

Tras el agobio de los realistas el Congreso sale de Tehuacán, custodiado bajo la jefatura que le fue conferida a Morelos. La salida tuvo lugar a fines de septiembre de 1815. Iniciaron una penosa marcha por Tierra Caliente, el 3 de noviembre la caravana llegó al pueblo de Temelaca, cercano a Iguala. Allí los sorprendió una fuerza realista. Los diputados lograron escapar gracias a que Morelos distrajo el enemigo con los 500 maltrechos soldados que llevaba. Los insurgentes se desbandaron a la primera cometida de los realistas. Morelos cayó prisionero y sometido a torturantes interrogatorios por la Inquisición, el arzobispado y el gobierno. El 22 de diciembre de 1815 a temprana hora, fue fusilado por la espalda, en San Cristóbal Ecatepec, hoy estado de México.

Hidalgo y Morelos murieron creyendo que habían fracasado en su intento por conseguir la independencia de México y conscientes de que la guerra había dejado un saldo de miles de muertos y heridos y gente sumida en la miseria, y muchos pueblos y ciudades en ruinas. En los interrogatorios a que fueron sometidos, ambos curas aceptaron valientemente que se les castigara con el fusilamiento. Ni uno ni otro parecía creer que la lucha iniciada por ellos llegaría a tener un resultado útil para la nación que estaba en formación. Murieron ignorando y sin imaginar que en el futuro serían reconocidos como héroes y autores de la Independencia de México; como padres de la Patria.

Desde 1815 Félix María Calleja -el segundo Hernán Cortés- se ufanaba de haber extinguido la causa insurgente en Guanajuato, cuna del movimiento revolucionario por la independencia, y en España privaba la convicción de que los insurgentes habían sido escarmentados con la muerte de los principales caudillos y que jamás volverían a sublevarse. Pero nunca tomaron en cuenta a Vicente Guerrero, y muchos otros como él, que tomó el lugar del líder de la insurgencia y victorias sobre jefes realistas.

La lucha siguió bajo la jefatura de Guerrero al igual que otros líderes de la insurgencia en el sur. Equiparon, entrenaron y uniformaron a sus hombres. Ante todo esto, los realistas, conscientes de que la guerra sería difícil ganarla, el virrey Juan Ruiz de Apodaca decide ofrecer el indulto a aquellos que dejen la lucha, por lo que muchos de los independentistas comienzan a rendirse. La oferta del indulto contemplaba especialmente a Vicente Guerrero, quien sin embargo no aceptó, por lo que el virrey envió directamente a su padre, Pedro Guerrero, partidario del realismo español, para que intentara convencerlo de deponer las armas. Nada hizo cambiar las ideas del general insurgente, ni siquiera en ruego de su padre que, de rodillas y con lágrimas en los ojos se lo pedía, a lo que Guerrero repuso: “Señores, éste es mi padre, ha venido a ofrecerme el perdón de los españoles y un trabajo como general español. Yo siempre he respetado a mi padre, pero la patria es primero”.

En 1818, Guerrero es nombrado general en jefe de los ejércitos del sur por el remanente del Congreso de Chilpancingo. Esto sería ratificado en 1820 dándole “toda la autoridad y el mando” de los milicianos insurgentes. Guerrero enfrenta al ejército realista al mando de Agustín de Iturbide. Éste, al igual que sus antecesores, no puede derrotar a Guerrero, perdiendo la mayoría de las batallas, contra los insurgentes surianos. El 27 de enero de 1821, Guerrero propina otra fuerte derrota a los realistas cerca de la “Cueva del Diablo”, tras una dura batalla que se prolongó todo el día. Estos combates fueron los últimos de la guerra de Independencia. Iturbide, que había sido durante nueve años un azote contra los insurgentes, al darse cuenta de que no podía derrotar a Guerrero, le propone entrevistarse.

Continuará…

 

Guillermo Zavala Guerrero

Tijuana, B.C.

Autor(a)

Redacción Zeta
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Francisco Navarro Fausto Francisco Navarro Fausto francisco 9 francisco@zeta.com
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