Era la década de los setenta. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantenía la hegemonía política. Gobernaba el País Luis Echeverría Álvarez, en tiempos en que el “Sí señor Presidente” imperaba. No había más. Era eso o la represión. Con una oposición débil, impasible y limitada a reuniones privadas en ciudades, poco se podía hacer. El presidencialismo a ultranza ejercido en aquella época, sometía al resto de los poderes del Estado. El Legislativo servía a los intereses del Federal, lo mismo que el Judicial.
Entonces se creó la Comisión Nacional Tripartita: Empresarios, líderes sindicales y funcionarios federales unidos para emprender acciones que dieran solución a los problemas que afectaban a las familias mexicanas. Echeverría los convocó y ellos acudieron gustosos, dijeron sí, se vieron unidos, firmaron juntos, se vanagloriaron unos a otros, se abrazaron, y el más destacado tangible que salió de aquella cumbre provocada por la supremacía política priísta, fue el Infonavit. Fue más espectáculo mediático que generación de políticas públicas.
Luis Echeverría Álvarez, quien por cierto cumplirá en unos días 95 años y sigue cobrando su pensión como ex Presidente, mal gobernó México de 1970 a 1976. Encabezó un gobierno populista, con políticas asistencialistas que en poco ayudaron al crecimiento y el desarrollo de las familias, y no abatieron los índices de pobreza. Construyó eso sí carreteras, puertos, aeropuertos. Pero su gobierno, que antecedería al de José López Portillo, ni con sus comisiones tripartitas, sacó a los mexicanos de la marginación, al tiempo que la corrupción se consolidó, y la política populista se consumaría como la panacea de este País.
Hace unos días el Presidente Enrique Peña Nieto nos hizo evocar – en el ánimo social y del análisis- la política echeverrista. Cargada la sociedad mexicana con un hartazgo ante la mala administración de los gobiernos, particularmente el Federal, acción que ha redundado en una serie de incrementos a los costos de servicios y productos en México, ante un débil incremento del salario mínimo, el aumento a las gasolinas y la promesa de registrar más alzas, hecho que significó fue el gas que hacía falta para encender la fuego del estallido social.
Por todos los rincones del país, las manifestaciones ante lo que se ha llamado “el gasolinazo”, han acaparado la atención local, nacional y en el extranjero. Padres de familia, madres, trabajadores, estudiantes, chóferes, todos los afectados por el aumento de las gasolinas han salido a las calles. Las han tomado. Han rodeado estaciones de gasolina, instalaciones de Petróleos Mexicanos, paralizado la venta del combustible, y fustigado a los gobiernos por la injusticia de ver cómo desde la Presidencia de la República se pretende que sean los ciudadanos quienes absorban el costo de una mala administración, y permanece intocado el presupuesto con el que se dan una vida de realeza política, con onerosos sueldos, superiores prestaciones, abusivos bonos, aguinaldos excedidos y pago de servicios personales.
Para quienes vivieron en la época echeverrista, habrá sido muy fácil, hasta de manera natural, asociar el acto al que convocó a los tres sectores, empresarios, líderes sindicales y funcionarios, el Presidente de la República el lunes 9 de enero de 2017 para firmar el “Acuerdo para el fortalecimiento económico y la protección de la economía familiar”, mismo que fue firmado por empresarios dirigentes de cúpulas coordinados en el CCE (no todos), sindicalistas de la CTM, la CNC, y funcionarios, secretarios de estado del Gabinete de Peña Nieto.
Fue igualito al pasado. El PRI que encarna el Presidente Peña es ese del pasado. El mismo que pretende salir del brete social en que se metió debido a la deficiente administración de los recursos públicos y a la toma de decisiones impositivas, con un acto para medios de comunicación, para la foto de “la unidad”, con propuestas vacías, sin sustento, sin medición ni objetivos reales con resultados medibles. Retórica presidencial para contener en lo mediático lo que no ha podido ocultar en lo público: el descontento social ante un gobierno que se ve insensible, corrupto, obeso, oneroso.
Ver en la mesa a los que sí aplauden al Presidente, el dirigente del CCE, el de la CTM, el de la CNC, la Secretaria de Desarrollo Social, el de Economía, el de Hacienda, y particularmente al del Trabajo, Alfonso Navarrete Priva, fue patético. Hacer odas al Presidente, llamarlo estadista, resaltar su liderazgo por el simple hecho de tenerlos ahí reunidos en un intento por sofocar el repudio nacional que las acciones que tomaron el Presidente y su Secretario de Hacienda sin consultar a esos sectores o a la sociedad, provocaron, fue la evocación al pasado. Los “sectores vivos” de la sociedad al servicio del Presidente.
Todos asintiendo con la cabeza cuando habló el Presidente y cuando desde su burbuja privilegiada cada uno de ellos disertaron para coordinarse con el “esfuerzo” del gobierno federal, de, a base de promesas e intenciones, sacar adelante a una nación.
En efecto la Comisión Nacional Tripartita de Enrique Peña Nieto, es la misma que la de Echeverría. Los sindicatos rendidos al poder federal, el líder empresarial entregado al gobierno, los funcionarios brincando al son del Ejecutivo. Con el ingrediente de que ahora, la sociedad se manifiesta y lo hace en grande, y público.
La máxima de “el que no está conmigo está contra mí”, es premisa en este sexenio, donde el Presidente Peña ha arrastrado a todos con él, con sus decisiones erradas y populistas. Porque antes que reconocer el error de un incremento en los precios de las gasolinas a pesar de haber prometido lo contrario, antes de llamar la atención a sus funcionarios que decidieron llevar la medida a cabo un 28 de diciembre, antes de hacer un acto de contrición gubernamental y disminuir programas asistencialistas, nóminas, privilegios, excesos en el ejercicio del presupuesto, antes de cualquier medida sensata por parte del Gobierno Federal, la Presidencia de la República prefiere llevarse a los actores que lo apoyan por intereses en su vorágine ignominiosa, y culpar a otros de los desaguisados propios.
No es culpa de la oposición, de los activistas, de los inconformes y los independientes que la sociedad esté harta y salga y se manifieste. Pero el Gobierno de Enrique Peña Nieto, orquesta campañas contra aquellos actores políticos, sociales, empresariales que no están en su juego o en su acuerdo. Antes de la arremetida que han tomado su equipo y sus alfiles contra los líderes de Coparmex por no haber firmado el “Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la economía familiar”, la Comisión Nacional de Seguridad a cargo de la Secretaría de Gobernación que dirige Miguel Ángel Osorio Chong, realizó un “análisis” donde encuentra “culpables” al encono social contra el gobierno de Peña, o como ellos los llaman, “Promotores de actividades en contra del gasolinazo”. La lista de “los culpables” la redactaron así:
“José Gerardo Rodolfo Fernández Noroña, mexicano, fecha de nacimiento 19 de marzo de 1960, y acompañan CURP y RFC, además de afiliación independiente, y ligas a sus redes sociales. Blanca Amelia Gamez Gutiérrez, mexicana, nacida el 25 de agosto de 1950, CURP y FRC, de afiliación panista. Óscar González Yáñez, mexicano nacido el 6 de octubre de 1964, CURP y RFC, afiliación PT, Mario Delgado Carrillo, del 17 de junio de 1972, de afiliación MORENA. Alfredo Lozoya Santillán, mexicano, independiente, y, Andrés Manuel López Obrador, mexicano, de afiliación a Morena”.
En la serie de desafortunadas decisiones que ha tomado el Presidente de la República a partir que, estando de vacaciones, su Secretario de Hacienda incrementó los precios de las gasolinas (y prometió más aumentos), lleva cuatro discursos. Uno cuando regresó de vacaciones, realizó cambios en el gabinete y aprovechó para decir que otros justificarían el por qué el aumento a las gasolinas. Otro cuando días después quiso desear un feliz año 2017 y continuar argumentando sin convencer de los razonamientos para su decisión. Uno más al inicio de la firma del acuerdo, otro al final de la firma del acuerdo.
Entre tanto discurso, entre tanta justificación, el Presidente se ha perdido, y no logra explicando, reprimiendo o buscando culpables, que los mexicanos le crean, con solo su palabra y sin acciones concretas de su parte, pues a estas alturas quién le cree a un Presidente que de plano les dice a los ciudadanos que los jodió para no joderlos.