Desde que llegaste mi mundo cambiaste, mis tristezas y llantos en alegría transformaste.
La vida sin ti era sufrir, había nubarrones, soledad, mentira y traición, promesas y rencores.
Tu llegada fue imprevista, mi alma sentía que nunca llegarías, pero llegaste, con esos ojos tan grandes y profundos.
Tan grandes y profundos como la inmensidad del mar, de alegría quise cantar y llorar y nunca poder parar.
Las caricias de tus santas manos en hermoso vergel mi vida transformaste.
Con gran amor, tu mamá Rosita.
Oropel.