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miércoles, febrero 21, 2024
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Trump, ¿la oportunidad de México? 

Cuando en 1986 surgió la corriente democrática del PRI, pocos analistas estaban conscientes de que la principal apuesta política de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, no era la democratización del PRI, sino evitar que el país adoptara la política económica neoliberal que se nos proponía desde el banco mundial. Se trataba de impedir la privatización de las empresas estatales; defender el salario, los derechos laborales y el fortalecimiento del mercado interno; insistir en la industrialización del país mediante la política económica de sustitución de importaciones. Eran los tiempos de la entrada al Gatt, tiempos de crisis económica por las dificultades para pagar, en medio del desplome mundial del precio del petróleo, una deuda externa contraída para desarrollar precisamente nuestra industria de exportación petrolera (el peor negocio de nuestra historia), tiempos del pacto nacional entre las centrales obreras y los empresarios para frenar la inflación a costa de que los trabajadores renunciaran a cualquier aumento salarial. Era el tiempo del arranque de la globalización neoliberal.

La sucesión presidencial definiría el rumbo de la economía mexicana por las próximas décadas, y los democratizadores lo tenían muy claro, por eso exigían una elección interna para definir candidato, que en los hechos, sería un plebiscito nacional respecto del futuro económico del país. Cuando cerró la posibilidad de la elección interna, la candidatura de Carlos Salinas estaba decidida. A Cuauhtémoc y Porfirio no les quedó otra que  abandonar el PRI, para desde la oposición, seguir disputando la nación.


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Cuauhtémoc y Porfirio ganaron el plebiscito, pero fueron, paradójicamente, víctimas de la caída del sistema, pero victimarios de un sistema político anquilosado que de tajo se transformó en una democracia electoral pluripartidista. El neoliberalismo se impuso con Salinas, pero nunca pudo completar su implementación, pues la formación del PRD, y su presión opositora de cada paso que hacia el neoliberalismo daba el Salinismo, evitó la privatización de Pemex o la comisión federal de electricidad.

Con Salinas llegó las privatizaciones de la banca, teléfonos de México, las televisoras, llego triunfante el TLC. Con los gobiernos subsecuentes se fortaleció la idea de que el neoliberalismo había llegado para quedarse, solo el PRD y sus nuevas figuras lograron, mantuvieron la disputa, pero un infarto y la traición de la burocracia chucha en el PRD, permitió la venta de tan preciada y simbólica riqueza. La disputa parecía haber terminado, la extracción de petróleo se privatizara. El Neoliberalismo había triunfado.

Pero la rebelión a la globalización neoliberal surgió en la sociedad de los países promotores y beneficiarios de esa globalización. Hartos de la desigualdad y el empobrecimiento sus ciudadanos  impusieron el Brexit y después a Trump. No quieren más tratado de libre comercio ni más globalización. Ante estos hechos, nuestros neoliberales no saben qué hacer, pues sus argumentos se regresan como piedras y fortalecen la percepción de su fracaso, al construir en estos treinta años, un México dependiente, con multimillonarios gracias a que recibieron a precio de ganga las riqueza nacional y más de la mitad de la población mexicana hundida en la pobreza. Hoy no es opción el neoliberalismo, más bien es un problema, que tendrá que resolver el heredero incómodo de la disputa por la nación que inicio hace 30 años. AMLO.


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Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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