Yo nunca he sido marxista, siempre he sido partidario del régimen humanista de economía mixta que emergió de la Constitución de 1917. Creo en el estado de bienestar y en las bondades del keiynesianismo. En el contexto que se instaló después de la caída del muro de Berlín, me considero de izquierda o progresista y liberal en el terreno moral; sin embargo, no requiero ser marxista para reconocer los avances que en materia de derechos sociales, económicos y culturales se han dado en la Cuba de los Castro, tampoco requiero odiar a Fidel para observar los costos en materia de derechos humanos de primera generación que a los cubanos les ha tocado pagar.
Mi falta de alineamiento con las posturas tradicionales en torno a Fidel, me permite asumir el hecho de que esos costos son menores a los que se pagan en la mayor parte de Latinoamérica, espacio en donde, además, el retraso en materia de derechos humanos de segunda generación es muy elevado. Fidel fue un dictador humanista pero represor como todo dictador. Un hombre gigante pero no un redentor de la humanidad.
Dictador sí, pero no uno más. Pinochet, Videla y los demás orangutanes latinoamericanos eran protectores de los intereses rancios de una elite mediocre, racista y abusiva. Castro, en cambio, utilizó su poder absoluto e inapelable para convertirse en el paladín de los pobres, y en un David hispano capaz de enfrentarse exitosamente con el gigante opresor de Latinoamérica. Los otros, se asumían como sátrapas del imperio gringo, mientras Castro, aunque alineado al imperio soviético, siempre tuvo su propia agenda revolucionaria y actuaba más como socio que como sátrapa. Todos, represores implacables.
Cuando se echa a andar la narrativa épica, cuando se unifica a una población en torno a una amenaza o a un enemigo, el bienestar del pueblo se reduce a dimensiones secundarias. Eso lo sabía muy bien Fidel, por eso su régimen, aun durante el inhumano bloqueo comercial que los Estados Unidos le ordenaron al mundo “LIBRE”, tuvo márgenes impresionantes de respaldo social.
La de Fidel era una dictadura implacable pero humanista; represora pero carismática en su búsqueda de igualdad; que reclamaba un lugar preponderante en la historia de la humanidad pregonando en su discurso anti yanqui, la preponderancia de los derechos de la humanidad sobre los derechos humanos.
Ha muerto un gigante, el patriarca de la izquierda latinoamericana, que la seducía e hipnotizaba al grado de hacerla voltear hacia otro lado cuando su héroe viviente declaró un día de luto nacional tras la muerte de Franco, o cuando su paladín de la igualdad le daba casi trato de judío en tierra de Hitler a los homosexuales cubanos.
De luto yo solo me pongo por mis parientes o amigos cercanos, pero para la izquierda sesentera y setentera mexicana, para esa que no identifica más héroes que Fidel y el “Che”, para la que no hay Morelos, ni Juárez, ni Zapata, Fidel era su génesis, y hoy están de luto por la muerte de su padre. Vamos respetando su luto.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com