Las tan ansiadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos de Norteamérica dieron un giro totalmente inesperado. Pues todo el mundo apostábamos a que la razón y el juicio representados por la Candidata demócrata Hillary Clinton, experta en política internacional y en problemas internos del país, se impusieran contra la sinrazón y la intolerancia de Donald Trump. Ganando éste las elecciones presidenciales en una elección que resultó cardíaca de principio a fin.
Elecciones. En las que solo concursó para ganar el certamen del egocentrismo, ya que está acostumbrado a los reflectores y las pasarelas. Pero no tiene la experiencia necesaria y no sabe nada. Absolutamente nada de la delicada y compleja política internacional.
Que solo será un presidente honorario y de escaparate. Sin capacidad, experiencia ni mérito alguno para dirigir los destinos del país más poderoso del mundo.
Ahora. La pregunta está en el aire.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué orilló a los votantes a darle el triunfo a Donald Trump, aun a sabiendas de sus amenazas racistas, xenófobas, misóginas, sexistas y amenazando con la deportación de más de 11 millones de indocumentados?
Al igual que Adolf Hitler. Los discursos de Trump siempre se enfocaron en despertar odio y resentimiento en la sociedad más dolida y marginada del país. Envolviéndolo con sus falacias demagogas. Prometiéndoles lo que todos ellos querían y deseaban escuchar.
Que de nueva cuenta haría grande a los Estados Unido de Norteamérica. Transformando y reactivando la economía a niveles nunca vistos. Con sueldos mejor pagados, para que sus ciudadanos lograran un alto nivel de vida, etcétera. Vieron en él al Rey Midas esperanzados de que todo lo que él tocara se convirtiera en oro.
Lo que nunca dijo Trump ni dio a conocer es cómo eran esos mecanismos, ni sus propuestas para lograrlo. Ni por qué no es perseguido por el Gobierno por no pagar sus impuestos fiscales como ciudadano que es. Pero exige el pago de los mismos a los indocumentados.
Ahora. Independientemente del triunfo de Donald Trump lo que me resulta realmente aterrador e incomprensible es que estas elecciones pusieron al descubierto la falta de valores y principios éticos de casi la mitad de la población civil estadounidense que le otorgó con su voto el triunfo a la Presidencia al republicano Donald Trump.
Sin razonamiento alguno, a los votantes no les importó si Trump era racista, xenófobo, si insultaba a las mujeres o si separaba a las familias de los más de 11 millones de indocumentados. Tampoco les importó poner en riesgo la paz mundial bajo el mandato de esta persona intolerante y sin cordura.
Pero el daño ya está hecho. Sin empezar aún su mandato. Ahora vemos a un país dividido y fragmentado por esa política de odio recalcitrante, en lo que debió de haber sido una contienda de unificación y templanza.
Acciones como ésta dan al traste con el legado en materia de respeto a los derechos civiles del Doctor Martin Luther King por la unificación del país.
Si se siembra odio se cosecharán tempestades. Así que los males que están por venir no solo para México sino para el mundo entero, nos han hundido en la preocupación y la incertidumbre.
La caja de Pandora ya se abrió. Liberando con ello todos los males que aquejan a la humanidad. Solo espero y le pido a Dios equivocarme, y que la “esperanza” de un mejor futuro para toda la humanidad no haya quedado oculta en el fondo de la caja.
P.D. Lo que el Congreso de los Estados Unidos nunca debió haber permitido en estas elecciones presidenciales, fueron las expresiones xenófobas, racistas, misóginas y sexistas, en las que se basó la campaña de este candidato republicano. Incitando con ello a la violencia. Violando los términos de la diplomacia. En lo futuro, estas prácticas deberían sancionarse por ley. Pues acciones como éstas solo generan violencia y violan los derechos civiles de sus ciudadanos.
Atentamente.
Armida Saralegui
Tijuana, B. C.