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viernes, octubre 4, 2024
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A mi tesoro, la flaquita

A mi querida hija, esa de oro sin quilates, a mi querida hija la flaquita que tanto ama a Dios.

Hace tres meses al borde de la muerte estabas, para mi gran angustia te encontrabas. Hoy, de alta te han dado, no me preguntes si por ti oré o cuántas veces lo hice, ni yo misma no lo sé, pues el arma más poderosa que hay para lograrlo todo conmigo siempre está.

Hermanas, sobrinas, la familia y todas tus amistades lo seguimos haciendo. El Señor nos escuchó, porque su misericordia es infinita.

Hoy te dedico una oración que es tu predilecta:

 

No me mueve, mi Dios, para quererte

No me mueve, mi Dios, para quererte

el Cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Fray Miguel de Guevara

 

P.D. Quika, alíviate por favor, sabes cuánto te amamos.

 

Oropel.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Francisco Navarro Fausto Francisco Navarro Fausto francisco 9 francisco@zeta.com
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