Su crecimiento político fue tan vertiginoso como inopinado, similar al de los integrantes de su generación de gobernadores priistas, que ascendieron al poder durante el periodo presidencial panista: treintones al momento de iniciar sus mandatos, bien peinados, grises, inexpertos, dóciles, corruptos, manejables; pragmáticos al extremo de la amoralidad; empoderados todos por el debilitamiento del mando nacional priista, coyuntura que aprovecharon caciques locales desde el ascenso de Enrique Peña Nieto al gobierno del Estado de México promovido por su tío y mecenas Arturo Montiel.
Dicha generación bautizada por EPN como el nuevo PRI está ahora en desgracia. Su vocación corrupta se desbordó a extremos nunca antes vistos en el país: millonarios traspasos del presupuesto estatal de Chihuahua a un banco del gobernador; manoteos y desvíos de dinero público a favor del padre del gobernador de Nuevo León; control político del estado de Jalisco por parte del progenitor del mandatario estatal; latrocinio, prepotencia y protección a devastadores del medio ambiente por parte del gobernante de Quintana Roo; y Veracruz, la joya de la Corona, cuyo gobernador además de corrupto, se distinguió por ser un verdadero chivo en cristalería, ineficiente en extremo, pero con el talante de un represor inexperto que lo dominan sus complejos y odios.
Este grupo de “golden boys”, fueron los que llevaron al poder presidencial a Peña Nieto, su álter ego, no solo brindando su determinante apoyo político en el seno del tricolor, sino aportando ilegalmente, del presupuesto local, millonarias cantidades a la campaña del ahora presidente de la República. La trama quedó al descubierto cuando una avioneta del gobierno de Veracruz fue retenida y cateada por la PGR en el aeropuerto de la Ciudad de México, encontrando 25 millones de pesos en efectivo custodiado por un funcionario de la secretaría de finanzas estatales.
Hoy, el Partido revolucionario institucional se encuentra contra la pared, desprestigiado por contagio, debido a los escándalos de corrupción y la ineficacia económica y política del presidente de México, tambaleante entre un escándalo y otro, incapaz de recuperarse, entre otras cosas, porque sus gobernadores del nuevo PRI, replican escandalosamente la forma en que se gobierna desde los Pinos.
La complicidad, ha inhibido cualquier posibilidad de que los enanos sean castigados. Ningún escándalo ha sido suficiente para vencer la lógica delincuencial de quien nos gobierna. La impunidad y protección a los suyos se ha arraigado en el ánimo del gobierno federal. Todo parece indicar que nadie irá a la cárcel, o casi nadie, solo aquel que desesperado, acorralado por la circunstancia de que la candidatura priista a sucederlo la encabezaba su peor enemigo interno, y la de la oposición tradicional su némesis, fue débil, y maniobró para intentar que ganara en su estado el partido del personaje que representa la peor amenaza para la impunidad del grupo en el poder, y particularmente, para el presidente de la república.
Duarte el veracruzano no irá a la cárcel por lo corrupto que es sino por el hecho de que desde Los Pinos se tiene la convicción de que en el proceso electoral para elegir a su sucesor, apoyó al candidato de morena, provocando la debacle estatal de su partido y el empoderamiento del PAN en el importante estado del sureste mexicano. Duarte será castigado, como ocurre en la delincuencia organizada, por traidor, no por ladrón. Ya lo decidió Alí Babá, solo falta encontrarlo y apretarle las tuercas para garantizar su silencio, si no es que están ya en plena labor mecánica, mientes los mexicanos, especulamos con su paradero.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com
