En la vida política del país existe una enfermedad contagiosa e incurable. Se trata de la acción equivocada y destructiva de acabar con el fervor patrio para destruir las estructuras de la patria y con todos los ciudadanos que se opongan al establecimiento de un sistema de gobierno totalitario, uno que controla las voluntades y las costumbres, en especial pretenden acabar con la Iglesia católica y con los principios morales y culturales, para tratar al trabajador como una máquina productora de bienes a cambio de alimento y de una muda de ropa.
Los propagadores de este virus político son los partidos políticos de izquierda y otros que han hecho del trabajo político una empresa que les produce grandes capitales, tantos como les es posible vendiendo mentiras y favores, dejando que todo se contamine después de grandes discursos.
Existen dos partidos políticos que controlan a gran parte de los trabajadores y sus salarios; uno es el hegemónico y se considera la dictadura perfecta, que por 80 años nos ha sido impuesta desde el extranjero, y que ha sido cuna de las corrientes de izquierda en México: casi todos los Presidentes de los Estados Unidos mexicanos han sido egresados de la Universidad de Harvard y son especialmente preparados para hacer fortuna en un sexenio, al terminar su encargo salen del país con toda su fortuna.
El otro partido político basa su lucha opositora en el capitalismo liberal, y de llegar al poder no ofrece muchas posibilidades de progreso a los obreros, porque será un representante de grandes consorcios extranjeros, pero puede llegar la posibilidad de imitar a nuestros vecinos capitalistas; copiando también el amor a su patria, trabajar para mantener la unidad nacionalista y a la familia como la primera célula de la sociedad con todos sus derechos y obligaciones.
Vicente Martínez Méndez
Tijuana, B. C.