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Adiós a Regina Swain

Poeta, novelista, cuentista y ensayista, la escritora falleció el jueves 1 de septiembre de 2016 por la noche. Actualmente radicaba en Florida, Estados Unidos

Regina Swain nació el 9 de abril de 1967 en Monterrey, Nuevo León, aunque vivió su niñez y juventud en Ensenada, Baja California.

Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en la categoría de Poesía en 1993, y del Fondo de Estímulos a la Creación Artística (FOECA) Baja California en 1994.

Licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana, Regina Swain mereció el Premio Nacional de Cuento “Gilberto Owen” en 1992 por “La señorita Supermán y otras danzas”, cuyo título fue publicado por el CONACULTA a través de Tierra Adentro, en 1993.

También ganó el Premio Estatal de Radionovela CAEN-INBA en 1997 por “¿Dónde quedó el locutor?”, y el Premio Estatal de Ensayo Baja California en 1998 por “Ensayos de juguete”, publicado por CONACULTA e ICBC en 1999. Además, en 1995, Grupo Editorial Planeta publicó el ensayo “Nadie, ni siquiera la lluvia”.

“Regina es una escoba, una plancha y un armario viejo. Regina tiene varios duendes y un lunar colorado en el pie izquierdo. Regina es a la vez muchas Reginas que se estiran y se alargan y se enroscan como los rizos de un cabello rebelde que Regina cambia constantemente de color y siempre insiste en planchar. Regina tiene un árbol de nísperos y dos bebés pequeños plantados en el terreno fértil de sus mayores triunfos”, escribió Regina Swain.

En “De dónde vino la Señorita Supermán”, editado en 2011 por MediaIsla Editores, Regina Swain contó cómo surgió la escritora:

“En 1987 llegué a Tijuana. Me había inscrito en la carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Noroeste, pero tenía intención de ser actriz de teatro, pues había sido alumna del taller de Extensión Universitaria de la UABC, en Ensenada, e incluso había estelarizado una obra, ‘A propósito de Ramona’, por lo cual me sentía preparada para el estrellato. A los meses de estar en Tijuana me enteré del taller de teatro que dirigía entonces Ignacio de la Lama y asistí exactamente a una sesión. No volví. Muy pronto me involucré en mi carrera y no fue sino hasta después de algunos años, cuando trabajé en el diario Baja California, en la sección de nota roja, cuando tuve en mis manos la primera computadora. Empecé a escribir pequeños cuentos para tranquilizarme después de los casos que me tocaba cubrir”.

Así nació la cuentista en Tijuana que marcó una generación de escritores fronterizos.

Finalmente su historia, de manera prematura e inesperada, llegó a su fin el jueves 1 de septiembre por la noche, aunque su ingenio creativo perdurará por siempre en su obra.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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