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martes, octubre 1, 2024
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Recordando nuestra historia (Tercera parte)

Diez años de revolución tenían que despertar los hábitos de un pueblo que todavía conservaba sentimientos guerreros en su sistema cuando la conquista le puso término. Tomar un rifle ha sido tan instintivo como inclinarse hacia el arado. La vida aventurera de la guerrilla no conduce a la cooperación comunal. El que fue soldado zapatista siente la imposición terrorífica del general que lo explota. Ahora bien: los ex generales son numerosos. Yo encontré siete en un día. Estos hombres trabajaban poco, si es que lo hacen, y el antiguo soldado del lote contiguo se encarga de la faena. Sí el mejor día, empiezan los disturbios en el ejido. “¿Los problemas resolverse?”, dice Gruening.

Uno de los medios es el advenimiento feliz del capital extranjero, que describe Vasconcelos. “Desde 1920 –dice Mr. Tannenbaum– todas las revoluciones han sido esencialmente rebeliones militares contra la continuación en el poder de los grupos que combatieron por las primeras revoluciones de 1920 y de 1920. Fueron democráticos y populares. Los de 1920 a 1928, militares y reaccionarios.

“Esta revolución que alcanza un periodo de diez y ocho años, y que se ha extendido sobre México, cubriéndolo a manera de un mar turbulento, esta revolución al parecer sin plan y sin fórmula ideológica, ha cristalizado finalmente en un orden cuya aplicación es fuente actual de todas las dificultades internas y externas de México”. Algunos críticos trazan la línea de la legislación agraria, refiriéndola a los antecedentes personales de los héroes de la revolución.

Madero y Carranza eran grandes terratenientes, y no sentían los impulsos del agrarismo. Para otros, aunque Carranza no era un gran propietario, sino un hacendado de la clase media, el resultado no variaba. Tanto es como Madero, se movían en la esfera política, lejos de los anhelos de la clase oprimida, Zapata, el peón, el indio, expresaba con fidelidad el sufrimiento de sus hermanos en el dolor. Zapata, dicen otros, no era peón, ni era indio, sino un mestizo, casi blanco, y un cultivado independiente, que también se ocupaba en el comercio, llevando frutas de un lugar a otro. Pero conocía todos los males de la tiranía. Por haber sufrido los atropellos de las autoridades. Villa, el bandido, encuentra pocos panegiristas, pero se le atribuye un gran don de simpatía con los humildes. Los verdaderos héroes de la regeneración agraria son Obregón y Calles, el modesto labrador de veinte hectáreas y el maestro rural de sesenta pesos mensuales. ¿No explica esto que Zapata inicie, Madero retarde, Carranza oponga obstáculos, y los dos sonorenses lleven el programa a su realización? Pero esto es tomar un aspecto de las cosas. Madero, nieto de barones coahuilenses, y Carranza, hijo de uno de los propietarios más influyentes del Norte de ese mismo estado. Fueron dos hombres austeros, que vivían frugalmente, despegados de los bienes materiales y ajenos a los goces de la fortuna. Obregón y Calles entraron en la rumbosa de los enriquecidos. Obregón perdía alegremente en una mesa de juego los cincuenta mil pesos que Carranza heredó de su padre y que transmitió a sus hijos. Tanto Obregón como Calles se acostumbraron a los placeres, a los negocios costosos y aventurados, y a ser como uno de ellos dijo: vacas lecheras de parientes ávidos. Hombres así no conciben el Estado sino como una hacienda de producción ilimitada.

Situados al margen de la economía, todo negocio es bueno, porque el Estado responde de los quebrantos, y todo proyecto de mejora social es posible, por la misma razón. Se ofrecen a sí mismos la fortuna, y reforman el mundo con el optimismo del que ha olvidado hacer cuentas.

*Narrativa tomada del libro “México Falsificado”, de Carlos Pereyra.

 

Vicente Martínez Méndez

Tijuana,  B. C.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Francisco Navarro Fausto Francisco Navarro Fausto francisco 9 francisco@zeta.com
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