A lo mejor para gente de tan altas esferas del poder, somos molestas moscas que nos paramos en la solapa de su traje de veinte mil pesos. No lo perdono porque hoy con su reforma no solo no baja el costo prometido, sino que me suben la luz, la gasolina, la comida, que tengo un tipo de cambio casi a 20 pesos. No hay perdón porque ha usted excluido injustamente a mi bella Tijuana, de las zonas económicas especiales, nos hace trabajar y pagar el doble para competir con la potencia del otro lado.
No lo perdono por darnos un cruce feo, indigno y enclenque en la línea fronteriza, poniendo en peligro a miles de personas discapacitadas y a pie, provocando una pésima imagen para los visitantes. No lo perdono porque defiende usted imponer impuestos y decretos absurdos a esta productiva región, que ni siquiera conoce y que ningunea sin ningún derecho. No lo perdono porque puso a un hobbit amigo suyo a investigar sus múltiples transas, haciéndolo parte de esta farsa y circo de faramallas. Tampoco le perdono su falta de hombría al poner a su mujer a defenderlo públicamente de sus evidentes fechorías y conflictos de interés personales.
No lo perdono porque hoy en día hay más violencia, más muertos, más drogas, más descontento social y más motivos para que las inversiones y el turismo se larguen a otro lado. No lo perdono porque no hay mejores maestros en las escuelas, porque hay alumnos sin clases rehenes de los sindicatos, porque no hay garantía de progreso ni se vislumbra un futuro mejor para los jóvenes. Tampoco lo perdono su falta de principios para al menos intentar meter al bote a toda esa runfla de corruptos y vivales mientras por detrás, defiende usted con todo el poder del estado, a gente impresentable como Moreira, Romero Deschamps, los Duartes y algún otro pillo afín a usted.
No le perdono porque es usted lo peor que he visto de mandatario, inútil, incapaz, soberbio e inculto. No le perdono sus viajes con doscientos invitados a Europa, a Asia, a Medio Oriente, ni le perdono gastar quince mil millones de pesos en aviones y hangares de súper lujo para que viaje cómodo el Señor. No le perdono haber pavimentado el camino para que lleguen al poder los demagogos, populistas y dictadores, a terminar de mandar al país al despeñadero y al carajo.
Por ello y por miles de razones válidas es que yo no le perdono, Señor Presidente, porque ultimadamente no se me da la gana perdonar a quien contribuye a la ruina de nuestra hastiada nación a punta de ocurrencias y corruptelas.
¡He dicho!
Toraijin Arendori
Tijuana, B.C.