El mérito de evangelizar en este desierto corresponde
a nuestro recordado Fernando Consag… Carlos Lazcano Sahagún
Con motivo del 250º aniversario de la muerte del jesuita croata Fernando Consag un 10 de septiembre de 1759, se han reunido en Ensenada, B.C., admiradores croatas y mexicanos festejando la obra evangelizadora y civilizadora de este misionero.
El año 2001, el padre David Hurtado, con apoyo de historiadores como Anita Williams y colaboradores, recordaron los 250 años del martirio del jesuita alemán Enrique Ruhen en la misión de San Marcelo del Sonoydag (Sonoyta, Sonora), con la asistencia de las autoridades y un grupo de visitantes de Borsum, Alemania, incluyendo el alcalde y otras acompañantes.
En ese mismo año los alemanes y el fallecido jesuita de San Diego, Ca., Charles W. Polzer, motivaron la celebración de los 300 años del cruce por el Río Colorado del misionero y explorador Eusebio Kino, para acercar las misiones desérticas bajacalifornianas a las sonorenses. Uno de los sueños de Kino: socorrer a los hermanos de la Península abandonada.
Mucho de lo que conocemos del sacerdote croata Fernando Consag se lo debemos al investigador Carlos Lazcano quien recorre las antiguas misiones sudcalifornianas y trabaja de cerca con historiadores de Croacia.
El mérito del jesuita Consag está en explorar en las circunstancias de hace 277 años –él llegó al desierto sudcaliforniano en 1732– la extensa región del norte del paralelo 28. De ahí empezó la evangelización y la avanzada de la cultura occidental, en lo que hoy es Baja California, explica Lazcano.
El padre Fernando Consag, nacido en Varazdin, Croacia, el 2 de diciembre de 1703, es enviado por la Compañía de Jesús desde 1732, a la misión de San Ignacio para evangelizar hacia el norte de la Antigua California o la California jesuítica. Para ello aprende varios dialectos de la lengua cochimí.
Buscando sitios para nuevas misiones, Consag hace un extenso recorrido por la costa oriental de la península, observando el Mar de Cortez llegaría hasta la desembocadura del Río Colorado, donde a principios del siglo XVIII hacia 1701, Salvatierra y Kino se habían encontrado confirmando la unión de Baja California y Sonora vía terrestre. El padre Consag en su exploración de 1746 confirmaría que se trata de una península, y no una isla como aún sostenían algunos cartógrafos.
Al atardecer, desde los 2880 metros de altura del observatorio de San Pedro Mártir, puede admirarse el Desierto de Altar y la Sierra de Juárez; y desde el Pinacate o Cerro de Santa Clara, entre Puerto Peñasco y San Felipe, se ve un cerrito blanco –en medio del Golfo– llamado El Peñón de Consag, habitado por lobos marinos, gaviotas y pelicanos: la blancura –paradójicamente– le viene del excremento de las aves.
El padre Fernando Consag, venido de Croacia en 1732, ha quedado inmortalizado en Baja California, especialmente en las misiones de San Ignacio, Santa Gertrudis La Magna, y San Francisco de Borja.
Si los pápagos ayudaron al padre Kino a explorar el peligroso desierto del Camino del Diablo (Sonoyta a Yuma, 200 kilómetros), encontrando agua solamente en las tinajas que conocían los indios, el padre Consag fue apoyado enormemente por los sudcalifornianos indígenas cochimíes; ellos quizá le mostraron los oasis de Mulegé, o los ojos de agua de la Giganta, y le protegieron del ataque de algunos salvajes como los temibles apaches o janos de Arizona .
En el año jubilar sacerdotal 2009 y el llamado a la Misión Continental en América hay que agradecer a quienes como don Heberto Peterson Legrand, cronista de Ensenada, y el historiador Carlos Lazcano y colaboradores traigan a la memoria a personajes como Fernando Consag, sacerdote jesuita de Croacia, en el 250º Aniversario de su muerte en 1759, y que falleciera de neumonía a la joven edad de 56 años.
Un regalo de Dios para nuestra región del Noroeste de México.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali. Correo: saeta87@gmail.com